Alex por primera vez dudaba. Faltaban escasos segundos para salir al
escenario y allí en bastidores ya no le parecía tan buena idea el incorporar a
sus filas tantos coristas, tantos bronces y parafernalia inane a su
espectáculo. Debieron de haber sido los malditos gin tonics que bebió en su
conversación con los productores, nunca había sido megalómano respecto a su
música ni a la puesta en escena, pero el circo ya estaba armado; había que
ganarse al público. La falta de costumbre le estaba jugando en contra, cinco
años sin dar conciertos, o hacer disco alguno, para alguien habituado a hacerlo
lo distancia de su emociones, le da un sabor agrio a la adrenalina, le
paraliza.
En cuanto las luces de los potentes reflectores con que contaba el
estadio le alumbraron la tensión no le fue ajena. Los flashes que le rodeaban
tenían un color de portada de diario barato que no era posible esconder, los
nervios o quizá el frío hicieron que su voz se fuera de golpe. Su canto, tan
poderoso y cálido, se había transformado en un alarido avergonzante. Se sintió
amedrentado por la guitarra eléctrica que tenía por primera vez en sus manos y
la sensación de ser un mero adorno más en un árbol navideño mal decorado le
remeció.
Con su tosudez habitual, y por acatamiento de normativas legales en las
letras chicas del contrato, decidió seguir con el concierto después de una
acalorada discusión con un par de sus abogados.
Durante el intermedio nadie se acercó a decir palabra alguna, tuvo
intenciones de llamar a Ester, pero sabía que ella jamás en la vida volvería a
contestarle el teléfono. Malditos gin tonics.
Los abucheos no se hicieron esperar durante la segunda parte, no los
culpaba, la audiencia estaba acostumbrada a esos arreglos escuetos y poco
pretenciosos. Les gustaba la simpleza sincera que habían llevado sus
grabaciones hasta la fecha.
Algunos proyectiles se asomaron por el escenario, afortunadamente para
Alex sin gran puntería. Pensó que si alguien hubiese querido dispararle desde
fuera del estadio habría tenido todo el tiempo y el espacio de hacerlo, el
estadio estaba rodeado por un conjunto de cerros de pequeña altura.
No se escuchaba a sí mismo cantar, las percusiones y los vientos de
todo tipo situados a su espalda tapaban todo esbozo de voz que pudiera
quedarle. Fue, sin duda, el concierto más corto de su carrera, pero el que
recordó como el más largo; pareció eterno. Fue una sensación dolorosa y que le
provocó gran vulnerabilidad.
De vuelta en el hotel tomó la eléctrica y decidió dar un giro a su
carrera, al menos temporal. Anotó algunas cosas en una servilleta y escribió
una carta destinada a su padre.
Por la mañana hojeó y ojeó los periódicos y no se sobresaltó al ver que
era portada en cuatro de ellos. Críticas despiadadas a quemarropa en el
primero, le tildaban de loco, de ambicioso, de estúpido por haber rifado a su
fanaticada en un momento social y político tan crítico. No siguió leyendo, pero
le pidió a uno de los guardaespaldas que lo hiciera por él.
Con muchas dificultades el guardaespaladas leía, tomaba pausas seguido,
para poder observar bien las palabras, por prestar atención a los gritos que
lanzaba la gente desde la calle o por vergüenza a mencionar algunos epítetos
con que se referían a Alex. Éste le alentaba a seguir.
- ¿Termina allí?
- No, señor. Aún falta.
- Continúa.
- …Que para un artista de su talla son pecados imperdonables. Wilhelm,
tu liviandad y banalidad ha sobrepasado con creces a ese discurso comprometido
y responsable que vendiste a tus seguidores hace algunos años. Los mismos que
ayer te dieron la fama hoy están pidiendo el pago de su hipoteca. Espero, como
crítico y persona que aprecia del buen arte, que tu rumbo – El guardaespaladas
tomó una respiro y Alex le miró - …Que tu rumbo vea la luz luego, ya no eres el
de antes; ahora solamente podemos referirnos a ti como una marioneta del
sistema a quien controla el dinero.
- ¿Está mi nombre bien escrito?
- Perdón, señor. No escuché.
- En el diario, ¿está mi nombre bien escrito?
- Si señor. En todas las ocasiones que se menciona.
- Dile a Pablo que venga y traiga la grabadora portátil.
- Si señor.
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