lunes, 31 de marzo de 2014

Numerales


En un quinto piso
Me esperabas en cuatro patas,
Sabiendo serías amada tres veces.
Te partí en dos,
Y un día dijiste: Te amo.

jueves, 27 de marzo de 2014

Absurdo e inexplicable

Estaba en medio de un teatro, uno pequeño y dejado de la mano de Dios, sentado en una butaca dura mirándola tocar. Tenues luces iluminaban su cuerpo, mitad mujer, mitad bestia. Su cara era la de una muñeca de loza, tersa y suave; blanca como una nube de algodón. Los gestos infantiles e inocentes.
Las extremidades tenían escamas como de reptil anfibio, picudas, punzantes escamas en brazos y piernas.
Era un mezcla extraña que me producía mucha ternura y tranquilidad, por un lado, pero un terror indescriptible por otro.
Y estaba yo allí mirándola tocar, sin conocerla, sin saber su nombre y sobretodo sin tener idea de porque razón estaba en tal sitio.
No crean que me equivoco al decir mirarla tocar, la verdad es que su violoncello no emitió nota alguna durante todo el segundo movimiento del concierto.
Estaba desconcertada ante su bloqueo, me miraba insistentemente como queriéndome dar una explicación de su olvido repentino. Pero yo creía no conocerla, o al menos el sueño me despertaba tal sensación. Siempre me han provocado tristeza y un poco de vergüenza ajena los músicos que no se atreven a tocar o se hacen de rogar cuando se los piden, la música solo puede ser bien cultivada cuando se tiene el carácter y el pundonor para superarse a sí mismo y al público.
Su cello  jamás emitió sonido en mi sueño.
Era un instrumento de una factura mediocre, mal cuidado y con restauraciones a la distancia visibles. Rojizo era el barniz, que demostraba haber tenido épocas mejores. Sin duda un ejemplar que recibió un pésimo trato. De todos modos algo tenía su asimetría, algo había en ese encordado objeto que provocaba cierto atractivo.
Pasaban los minutos, pasaban las horas y el piano seguía sonando solo. El cello jamás se incorporó y quedé solamente yo en la sala mirando, analizando para tratar de entender que era lo que mi alrededor sucedía. No obstante, no logré entender mucho.
Luego de eso 3 ratones subieron al escenario, vestidos a la usanza victoriana, con una pizarra en mano cada uno. Allí llevaban escrita la calificación, los tres le pusieron un 5,8. Sentí mayor incomodidad al ver que había recibido esa nota cuando su preparación a toda vista era mucho menor que lo mínimo aceptable.
No lo celebró, no se lamentó por ello. No emitió sonido alguno ni ademán de satisfacción o descontento.
Acabó ese martirio que sufrí yo más que la ejecutante. Me relajé de ese nerviosismo leve que uno vivencia cuando sabe que alguien está pasando un mal rato. Se me acercó a agradecerme por acompañarla como público. Había perdido las escamas y su piel era más blanca que antes, la sonrisa era otra. Más robótica y lejana, mecánica y esbozada casi por obligación. Pensé que la reconocía, creí reconocer gestos y forma de hablar de alguien pretérimente cercano y querido; pero definitivamente era una completa extraña.

Dijo solo algunas palabras: Quiéreme por mi música. Luego desperté.

lunes, 24 de marzo de 2014

Argonautas

- ¿Para dónde vas?
- ¿Me acompañas?
- ¿Dónde?
- A una tarea simple: reunir a los Argonautas y con ellos partir a buscar el Vellocino de oro.
- ¿El qué?
- El vellocino de oro, es como un mechón que tiene el alado carnero que se llama Crisomallo. No es gran cosa. Suena más complejo de lo que es.
- ¿Y nos demoraremos mucho?
- No te preocupes, alcanzamos a estar de vuelta antes de almuerzo.
- Entonces te acompaño, mira que no quiero perderme el pastel de choclo que hizo la Güeli.

lunes, 17 de marzo de 2014

Pastos románticos

Quien quiera quedarse; queda
Preso, pisando sus pasos,
En verde y burda vereda,
Base de besos y abrazos.

viernes, 14 de marzo de 2014

Tánatos 423


Claro que no fue su primer número uno, lo que el público no sabe es que desde los escarceos con el éxito ya habían problemas de ego. Recuerdo que un día Rafael llamó muy tarde al departamento que arrendábamos con Michelle en cercanías a la estación, él solía pasar por allí camino  a su estudio; un pequeño estudio donde cabían sus equipos y una cama. Solo un ambiente y nada más.
Fue mucho antes de que se metiera en eso de las drogas y esas sustancias que comenzó a explorar.
Me llamó casi llorando, diciendo que estaba solo, grabando en el sello. Que nadie le había avisado y se habían juntado antes de lo que era costumbre para grabar sin él. Traté de que se calmara, pero así era… Sensible y con mucha capacidad de ver bajo el agua, a veces diría que demasiado. Me esperó allí mismo en el sello, nunca antes tuve la oportunidad de ver un lugar similar. Ese estudio era un elefante blanco enorme con cuatro o cinco micrófonos desparramados por aquí y por allá sin un orden aparente. Como si alguien los hubiese esparcido, sin más.
Entré a la sala que ellos ocupaban y encontré todo oscuro. Solamente escuchaba su triste slide sonando en lontananza; lloraba, pero a través de las cuerdas. No se percató de mi presencia hasta varios minutos y tomas después. En ese momento encendió las luces y me preguntó como estaba yo.
Le conté un poco, de cómo había estado la jornada con la película que estaba haciendo. Me dio un gran abrazo… Cuando recuerdo a Rafael, siempre viene esta imagen particular a mi cabeza, como si no hubiese jamás envejecido.
Estaba triste, muy apesadumbrado. Aún no me explicaba nada…
No quise forzarlo, pero sobre la manilla de un gran Fender de 65 watts había un papel doblado. Me señaló la esquela con su mano y me pidió que la leyera en voz alta.
La letra era sin dudas la de Diego, le daba, con detalles técnicos que no puedo recordar, todas las instrucciones de lo que quería para la canción que habían hecho durante la tarde. Al leer sentí su dolor, le estaban diciendo que se resignara a hacer solo su parte y nada más.
Desde ese momento Rafael dejó de ser el alma de la fiesta, el creativo, el esperanzado, el que cantaba ideales y que musicalmente era un genio.
Sin embargo, “Tánatos 423” fue su primer número uno a  nivel mundial.

lunes, 10 de marzo de 2014

viernes, 7 de marzo de 2014

Juglar


Quisiera ser un juglar
Para cantar de un tirón
Versos sin preocupación
Más que tener que almorzar.
Pero lo debo olvidar,
Que el mundo es muy monetario
Y me ataca diario a diario
Con las cuentas por pagar.

miércoles, 5 de marzo de 2014

Estreno faliido


No estaba allí por ninguna razón en especial, o mejor dicho, su presencia a esas horas no se justificaba. Le habían invitado a escribir las letras de una canción que finalmente terminó en el suelo y se la llevó el viento.  Fue un estreno algo tenso, más para él que para los propios intérpretes.
Luego de eso quería solamente irse a casa, cansado, un poco triste por que sus líricas ni siquiera fueron entonadas por completo, y además por que no lograba aún hacer las pases con esa mole de cemento. Otro argumento de mediana importancia era un partido de fútbol que sería televisado y según las crónicas era “IMPERDIBLE”.
Pero una cosa llevó a la otra, un amigo que quiere contar una anécdota, una amiga no vista hace años, una invitación a tomar algo, un cigarrillo aquí o un abrazo allá.
Las conversaciones se alargan, los consejos aparecen por todo lado. Los amigos no son tan pocos como el creía y cada quien se le acerca con uno u otro tema del cual debatir o simplemente compartir.
Y sin saber como, ya se sentía cómodo. Sin preguntárselo su espíritu decidió expandirse por el sitio. Luego fueron las cuecas, y después el cajón peruano, unas cuantas payas para practicar y conversaciones acerca del destino de la música y el arte.
Empezó inclusive a creer que lo querían mucho, pues de uno u otro modo por primera vez se dio cuenta de que le apreciaban en todas y cada una de las aristas que eran sus ocupaciones y, mejor aún, por quien en lo interno había.
En esos días fue que empezó a soltarse y valorar lo que podía hacer con manos, mente y alma. 
Y decidió ser feliz dejando que los perros ladren, e incluso a veces deja que lo muerdan. 
Pobres perros callejeros y sin pedigree que no tienen nada importante que hacer más que daño;  tranquilo, sin embargo, que si un perro ladra la mayor parte de las veces es por miedo.