miércoles, 5 de marzo de 2014

Estreno faliido


No estaba allí por ninguna razón en especial, o mejor dicho, su presencia a esas horas no se justificaba. Le habían invitado a escribir las letras de una canción que finalmente terminó en el suelo y se la llevó el viento.  Fue un estreno algo tenso, más para él que para los propios intérpretes.
Luego de eso quería solamente irse a casa, cansado, un poco triste por que sus líricas ni siquiera fueron entonadas por completo, y además por que no lograba aún hacer las pases con esa mole de cemento. Otro argumento de mediana importancia era un partido de fútbol que sería televisado y según las crónicas era “IMPERDIBLE”.
Pero una cosa llevó a la otra, un amigo que quiere contar una anécdota, una amiga no vista hace años, una invitación a tomar algo, un cigarrillo aquí o un abrazo allá.
Las conversaciones se alargan, los consejos aparecen por todo lado. Los amigos no son tan pocos como el creía y cada quien se le acerca con uno u otro tema del cual debatir o simplemente compartir.
Y sin saber como, ya se sentía cómodo. Sin preguntárselo su espíritu decidió expandirse por el sitio. Luego fueron las cuecas, y después el cajón peruano, unas cuantas payas para practicar y conversaciones acerca del destino de la música y el arte.
Empezó inclusive a creer que lo querían mucho, pues de uno u otro modo por primera vez se dio cuenta de que le apreciaban en todas y cada una de las aristas que eran sus ocupaciones y, mejor aún, por quien en lo interno había.
En esos días fue que empezó a soltarse y valorar lo que podía hacer con manos, mente y alma. 
Y decidió ser feliz dejando que los perros ladren, e incluso a veces deja que lo muerdan. 
Pobres perros callejeros y sin pedigree que no tienen nada importante que hacer más que daño;  tranquilo, sin embargo, que si un perro ladra la mayor parte de las veces es por miedo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario