Y ella pedía que le recomendara un libro…
- Sí, pero no sé si pueda darte en el gusto esta vez.
- No te compliques tanto. – Le dio un beso con gran ternura, así como
los que dan las madres a sus hijos cuando han dicho o hecho algo gracioso. Con
el mismo cariño que se entrega cuando se sabe que uno está ante un alma
inocente.
- Es que recomendar es enseñar hasta cierto punto. Si te aconsejo leer
algo es por que ya lo leí y además me produjo sensaciones positivas,
aprendizaje o algo por el estilo. Mínimo algún provecho de cualquier tipo.
- Pero eso es simple, ¿O no?
- No tan simple, nos conocemos desde hace muy poco. Te quiero mucho y
me encanta que estemos juntos. Si te idealizo un libro puede que tú encuentres
que en algún matiz difiere con tu punto de vista del mundo y de cierto modo te
decepcione, y no me refiero al libro.
Ella le miró con cara de sorpresa.
- No lo había pensado de ese modo.
- Bueno yo sí, pero si te sirve de algo ese libro rojo tiene una bonita
ilustración de portada, no es excesivamente largo y además es de un buen autor.
- ¿Elijo ese?
- A mí me tinca.
- ¿Sabes? A mí también.