viernes, 31 de agosto de 2012

Orlando


- Orlando le agradece mucho su amabilidad y paciencia. Orlando es un poco lento, a los doce años tuvo un accidente menor y desde allí que no puede leer, escribir, sumar o restar. Olvidó todo lo que sabía, no reconocía a su padre ni a su madre. Su padre le golpeaba seguido y su madre lloraba mucho. Un día la madre de Orlando decidió dejar de llorar y se suicidó. Sabe, Orlando no entiende que significa esta palabra, pero se da cuenta de que toda la gente pone cara de tristeza cuando la oyen.
- ¿Suicidio? Es un tema complejo.
- Orlando cree que es algo estúpido, la mayoría de las veces le dicen así. No sabe nombres de calles, no puede leer los diarios, no memoriza caras. No es independiente, Orlando vive gracias a un pequeño subsidio que le da el Estado.
- No me parece una mala situación.
- A Orlando tampoco, a veces puede comprar pizza para comer. A Orlando le encanta la pizza.
- Yo no creo que pueda comer pizza de nuevo.
- Orlando puede verlo, y sabe hablar con Usted. Desde que tuvo ese accidente Orlando puede hacerlo.
- Es algo bueno, ¿No? Es una característica que pocos tienen. Esta muy bien.
- Orlando busca y busca, pero no encuentra. Orlando a veces se desespera por no tener pistas. Orlando no entiende.
- Debes estar tranquilo amigo mío, alguien dijo sabiamente que para encontrar es preciso saber buscar. Estás bien encaminado y creo que tendrás buen resultado en la medida que te lo tomes con relajo.
- Orlando ya es viejo, Orlando ha pasado mucho tiempo en esto. No le pida que diga cuanto tiempo, para Orlando el tiempo corre, no tiene reloj, no sabe el orden de los días de la semana, ni de los años. Para cobrar su subsidio siempre alguien le avisa que se viene el día y va y pide el cheque. Después lo cobra y come pizza, a Orlando le encanta la pizza.
- Dime Orlando, ¿has buscado a tu madre en otros lugares?
- Orlando puede hacerlo, empezó aquí para evitar perderse. Orlando siempre vivió acá, su madre debe estar aquí. Orlando quiere verla y preguntarle muchas cosas, quiere hablar, quiere abrazar. Ella debe andar por ahí.
- Por la descripción que me diste creo no haberla visto, quizá es de esas que no sale de su encierro y no socializa. En su condición es difícil que no tenga algo pendiente que la lleve a querer salir, pero somos todos muy distintos.
- Orlando se entiende muy bien con Usted, algunos hieren a Orlando, lo persiguen y le gritan cosas feas. Usted es muy amable.
- Sucede que yo fallecí bastante anciano, bien acompañado y rodeado del cariño de mi familia y amigos. No voy a hacerle ese tipo de cosas a nadie, y tienes razón, algunos de nosotros somos bastante huraños.
- Orlando no entiende que es huraño.
- Perdón, quiero decir que algunos hacen y gritan cosas feas para asustar y así quedarse solos.
- Orlando comprende.
- Te daré un consejo, evita buscar de noche y busca a tu madre en el cementerio que está detrás de ese gran cerro que tenemos enfrente. Usualmente a la gente que elige la opción que eligió tu madre la entierran allí, si quieres hablar con ella es muy probable que allí repose. Pero ten gran cuidado, ellos son muy poco amables y sin dudarlo te gritarán, te seguirán y te molestarán hasta que desistas. Yo te acompañaría, pero no es bueno para alguien como yo alejarse tanto,  nunca se sabe lo que puede ocurrir en lugares desconocidos.
- Orlando comprende. Muchas gracias, que tenga un buen día.
- Que tengas suerte, Orlando, cuídate mucho.

jueves, 30 de agosto de 2012

Talento


Era una flor que con el tiempo nos mostró todo lo que de bueno podía haber en la naturaleza, desde el primer momento demostró todo el potencial que tenía. Era pequeña, tenía unos siete quizá ocho años y recuerdo que el instrumento era prácticamente más grande que ella la primera vez que la vi.
Ya sabía bastante, pero algo le faltaba. Un par de semanas después de conocernos su nivel de expresividad comenzó a elevarse, no sé si adquirió soltura o madurez, pero la emoción la inundaba y se conectaba totalmente con el instrumento. Según algunos era demasiado melosa, excesivamente temperamental, yo creo que esos excesos juveniles son necesarios: ¿Si no tienes excesos cuándo joven qué cosa va a disminuir de tí cuando seas mayor?
Era todo un espectáculo el oírla, aunque fuese estudiar, hasta tocando escalas era prístina y efectiva musicalmente.
Recuerdo que teníamos clases dos veces por semana, Miércoles y Sábado. Un día cualquiera le dejé de tarea varias cosas, algunas bastante difíciles, lo equivalente a los caprichos de Paganini en el violín y bueno ella…no quiso llevarse mis partituras pues pensó que podía perderlas y me dijo que las conseguiría en alguna de las bibliotecas universitarias. Digamos que llegaron a sus manos el Jueves por la tarde y bueno, el Sábado a las diez de la mañana llega aquí hablándome de una película que había visto el día anterior. Pensé: “esta chica no ha estudiado nada” y le pregunté, ¿Revisaste la tarea?. No lo suficiente respondió con total sinceridad y naturalidad, como más tarde me di cuenta era propio en ella.
Cogió el instrumento y de los veinticuatro movimientos que hay toco cuatro, fluidos, excelsos y totalmente de memoria. Mi fama en esos días era de profesor estricto y adicto a la disciplina, pero no pude decirle nada y tampoco había nada que corregir. En solo un día...en solo un día, ¿Qué más decir?
Lo hizo en un modo soberbio. Era sin duda una persona privilegiada, era un genio y ella lo sabía. Siempre he creído que el estudio y el orden, la constancia y la perseverancia son claves importantes para el éxito; pero Ana era de otro mundo, a ella la guiaba la pasíón, la emoción. Era tan vulnerable y a la vez tan gallarda y soberbia. Tenía una potencia increíble cuando tocaba, parecías olvidar su menuda figura y su candidez. Siempre fue una chica humilde y simple, de fácil acceso y por esa misma razón le era sumamente fácil ganarse el cariño de todos.
Cuando la recuerdo sigo viéndola como fue en esos días, en esa relación hermosa que tuvimos durante cinco años cuando fue mi alumna. Alguna vez dijo que más que un maestro fui un “papi” para ella, creo que como ella no habrá otra igual. No en este siglo al menos, tan compenetrada, tan entregada y sincera en su ejecución.
A veces oigo algunas obras que sé eran sus favoritas, por buenas que sean las versiones sé que no es ella. No es ella…pienso…no es ella y continúo escuchando, falta algo, están cerca de…,pero no es perfección. Siento sus fraseos, los oigo aún cuando nos dejó hace ya tanto tiempo.
Así son los genios, un día están y de uno u otro modo viven rápido y fallecen  en un abrir y cerrar de ojos. En ocasiones tomo un disco, trato de descifrar que la hacía tan especial y no puedo, no estoy a su altura, no logro despojarme de los miedos a la hora de tocar, no tengo esa sana locura bien intencionada y no dañina que ella tenía en la interpretación.
Siempre fue libre…de cantar intuitivo, excesivo talento para un pajarito que poco a poco fue apagando su canto presa de una enfermedad tan lenta y trágica como es la que ella tuvo. Su cuerpo no soportó la inconmensurable y potente energía que su alma poseía.

lunes, 27 de agosto de 2012

Frasco


Miro el frasco y creo que se van a acabar. Sí, tendría que haber sido más precavido y haber buscado muchas antes de  estar en esta sistuación, pero las uso tanto que saco y saco sin restricción alguna y rara vez mido la cantidad restante.
Algunas de ellas las tengo allí hace bastante tiempo, de hecho era necesaria una renovación total, se gastan y ponen opacas con uso excesivo y desmedido, que es el que led doy.
No sé de donde sacar nuevas, es difícil encontrarlas a esta hora y en estos recónditos lugares. A la vista las puedo contar, tengo que dosificarme muy bien en como y cuando las he de usar. Y tantas que tenía y dejé olvidadas y repartidas por doquier, cuantas regalé, cuantas ignoré por completo o las lancé con distracción por aquí y por allá. Algunas las retuve por un tiempo, pero después dejé de entenderlas o de usarlas y quedaron tiradas en el olvido.
No son gratuitas ni se regalan por que sí, lo pienso ahora pues jamás he sido tacaño con ellas. Podría llamar a alguien por teléfono para pedirle algunas, pero es muy tarde y escasamente alguien conocerá alguna que yo no tenga en mi poder.
Necesito varias para lograr cerrar ciertas ideas que no he plasmado aún en algo concreto, eso sí, cuando las consiga terminaré algunos proyectos que desde hace tiempo tengo encima y que me exigen atención. Pero estoy limitado en los materiales, es más, algunas están repetidas y son poco musicales o con caídas feas.
Quisiera tener la posibilidad de armar alguna frase bonita con las que tengo disponibles, pero ni siquiera para eso alcanza. Tengo muchos adjetivos y pocos sustantivos.
Ahora que recuerdo en el piso de abajo hay varios diccionarios guardados en algún lugar recóndito, es cosa de encontrarlos y sacar de allí todas las palabras que sean necesarias.

martes, 14 de agosto de 2012

Doctor


- Señor Espinoza, tanto tiempo. Pase Usted, siéntese por favor, ¿le entregaron su ficha?

Espinoza, con unas ojeras enormes producto del cansancio y la presión a la que había estado sometido desde ya varios meses, extendió su mano en un intento no animoso por colaborar. Estaba ya un poco resignado a convivir con la enfermedad a esta edad, ya crónica.

- A ver, a ver...Mmmmm… Ok, la segunda parte…Esto parece no muy complejo en realidad. Dígame, ¿Cómo está la alimentación?
- Le doy periódicamente televisión, mínimo unas 3 horas al día, mucha música incluso cuando intenta dormirse. Muchos libros, devora libros; a un ritmo de unos 4 o cinco semanales.
- Una cifra bastante elevada.
- Problemas monetarios, aunque esos le atragantan un poco; inestabilidad, sobre todo de mi pareja unas dos veces por semana en discusiones sin sentido alguno.
- Una dieta muy variopinta la que está Usted dándole. Dígame, ¿alimentos livianos de cuando en cuando?
- En general no mucho, las cosas muy superfluas suele no disfrutarlas. Creo que le gusta estar al tope, casi lanzando humo hacia todas direcciones.
- ¿Algún otro evento que no esté recordando?
- Sí, mails desagradables con intervalos de tiempo irregulares, llamados anónimos en medio de la noche y a veces cartas con amenazas.
- Entiendo…Déjeme ver… ¿Tiene ella alguna alergia en particular?
- Sí, a las mentiras. Le irritan demasiado, es la única cosa que merma su salud de inmediato.
- ¿Qué síntoma le trajo acá?
- Básicamente que esta muy gorda, venida a menos. No es la misma de antes, ni posee la misma energía ni el brío que antes tenía. Se le olvidan cosas, o las retiene mal, distorsiona algunos recuerdos y está algo sedentaria.

El Doctor asentía de tanto en tanto y se preguntaba como ella había llegado a este extremo, como nadie había velado por su integridad. Se sentía decepcionado de ver que una tan poderosa estuviera siendo tratada en una forma tan paupérrima, pero no era solamente responsabilidad del Señor Espinoza, pero eso no lo excolmulgaba de sus negligencias.

- Creo que ya tengo el diagnóstico completo.
- Le voy a recetar los siguientes ejercicios, en esta hoja voy a anotar todo con gran detalle, no se le vaya a perder.
- Doctor, ¿En cuánto tiempo cree que veré mejorías?
- Voy a ayudarle a extirpar algunos tumores evidentes que en ella van quedando, con estos tumores nunca se sabe; van y vuelven, crecen de formas inesperadas y atacan otras zonas. Salvo eso, que puede tomar algunas semanas, el resto es simple. Ya veremos mejorías de grandes proporciones de aquí a un mes.
- Excelente Doctor.
- Creo que no ha tenido mucho cuidado de su mente, de eso que duda cabe. Respétese más Señor Espinoza, está claro que sus ocupaciones son exigentes de por sí. No la sature, con tanto conocimiento. Cuando vino a su última consulta su mente era una de las más brillantes que he conocido, me extraña verla tan deteriorada.
- Han sido meses complicados.
- Déle menos Monty Phyton, y filosofía. Los versos puede mantenerlos, ayudan a ordenarla. Quite las dosis de gente mediocre, y las de personas inestables, ambivalentetes e indecisas; eso desde mañana. Televisión abierta por ningún motivo, sea fuerte y decidido y todo estará bien.
- Lo que Usted diga Doctor.
- No la acerque a comentarios odiosos ni tampoco a verborrea depresiva, no le viene bien.
- Muy agradecido, Doctor, ¿Me anotó todo acá en la hojita verdad?
- Claro.
- La voy a enmarcar, gracias Doctor, luego vendré para que la vea de nuevo.
- Será un gusto.

domingo, 12 de agosto de 2012

Visita


Luego de muchos años decidió ir a visitarla, la había extrañado bastante y ello lo motivó a encotrarla. No tenía del todo claras las causas para ir, el sitio en que estaba ella hoy por hoy no era agradable en grado sumo. No tenía costumbre de ir a ese tipo de lugares, pero no existía otra alternativa para encotrarse con ella.
Estaba nervioso, no por ella, sino por cosas que podían sucederle al llegar a su morada. Tomó las precauciones que el caso requería, meditó unos cuantos minutos, se estiró, miró hacia el oeste e hizo lo que tenía que hacer y cuando terminó con el enérgico ritual ya estaba en el arco norte. Extrañamente a sus predicciones, al mirar hacia el interior, no observó nada fuera de lo común. El portón de entrada de una fina aleación metálica similar al bronce brillaba con gran ímpetu en esas horas de la mañana.
Estaba alerta, no quería que le tomaran por sorpresa como en otras ocasiones y miraba con atención los detalles a su alrededor, algunos familiares y otros no tanto. Pausada, relajada y seriamente dio el primer paso y entró; debía realizar tres giros a la derecha y seguir hasta el fondo del lugar.
A pesar de ser tan temprano, había una gran cantidad paseando por allí . Cada quien hacía lo suyo, pero no les tomó en cuenta y con gran decisión siguió la senda que de un principio había trazado, no le llevaría más de cinco minutos estar con ella.
Iba bien encaminado, todo parecía ir de acuerdo a los planes previamente establecidos. Unos cuantos pasos más y estaría allí.
Cuando daba el último giro, y faltaba solamente la recta final se encontró con un grupo de ellos. Al verlo no le despegaron la vista de encima, el continuó caminando ignorando al numeroso grupo, no obstante, le seguían de cerca y con mucha atención.
Los sentía y sabía cerca, pero se dio el tiempo de seguir calmado y a paso firme, finalmente llegó al lugar. No había mucha actividad por allí, estaba muy sucio, desordenado, las jardineras secas por completo y se notaba que el piso no había sido barrido durante mucho tiempo; meses a los menos.
Ordenó, limpió y depositó el ramillete dividiéndolo en partes iguales, una para cada florero existente.
No la veía por ningún sitio, por lo tanto decidió continuar. Puso la llave en el candado que al contacto con su mano le transmitió un frío terrible y penetrante que le hizo tiritar. Entró y básicamente realizó los mismos arreglos que en el exterior, pero le tomó más tiempo pues la luz era escasa. Desde un vitral situado en lo alto le entraba una luz azulosa tenue, que en mucho no ayudaba.
Estaba afanado trabajando en la limpieza cuando ella de la nada apareció.
- Ariel, ¿Qué haces aquí?
- Hola Catalina, vine a verte quería saber como estabas.
- Bien, tuve algunas complicaciones al principio producto de mi llegada abrupta. Pero ya solucioné muchas de esas cosas. No quisieron ser severos conmigo.
- Te veo bien, te ves mucho más animada que la última vez.
- Es que he tenido tiempo para pensar en mí.
- Nunca pude conversar contigo de lo que pasó, no lo vi venir jamás. Si tuve algo que ver te pido encarecidas disculpas, debí haber estado más involucrado contigo, pero tenía miedo a comprometerme, a enamorarme.
- No fue tu culpa, nadie más que yo misma podía tomar una decisión. Tomé la que ya sabes y tengo que pagar un precio, nada es gratis. Extraño a muchas personas, jamás las volveré a ver. Pero puedo aprovechar que contigo es distinto. Estás acá, es curioso, parece como que fueras uno de nosotros; por eso mis vecinos te encuentran raro. Transitas entre nuestro mundo y el tuyo, puedes estar en ambos.
- No lo sé, yo solo veo y escucho cosas.
- Me ves a mí, y tienes total certeza de que estoy muerta.
- No lo estás mientras alguien te recuerde.
- Sé que siempre me recordarás, pero no te puedo ofrecer lo que alguien de tu mundo. El tiempo corre de modo distinto aquí, lo sabes.
- Para mí es algo inaccesible hasta cierto punto, los límites de tu mundo los desconozco.
Conversaron durante mucho tiempo, que efectivamente no era tiempo real, que era una sensación más que una convención. Dejaron muchos detalles claros, hicieron las pases a pesar de nunca haberse peleado. El conocer aquel otro Universo en mejor medida le sirvió para reencontrarse con el suyo, podía visitarla cuando quisiera; ahora que sabía como ayudar a los suicidas podría hacerle bien a mucha gente.

jueves, 9 de agosto de 2012

Revelación

- ¿Y ese era todo el misterio de esto?
- Nunca fue misterio, necesitaba que lo descubrieras por ti mismo.
- Me sigue sorprendiendo, ahora que lo veo en perspectiva. Fueron tantos eventos y todos tan juntos.
- Javier, es más que simple; te envíe un entrenamiento. Necesitabas pasar por eso y tenía que ser cuanto antes.
- ¿Y ahora qué?
- No ponerse ansioso, dejar que el tiempo pase y verás como todo se va a ir arreglando. Pero tienes que ir de a poco.
- Claro, yo no sabía, no imaginaba que eso tenía por fin el que llegase a esto algún día.
- La vida es decidir, muchas veces. Pero algunas, no menos importantes, tienen que ver con que “alguien” decide por nosotros.
- Ya que alguien pensó que sería buena idea que llegase aquí, lo haré como el mejor; voy a ser el mejor.
- En realidad, debo decir con bastante orgullo que me han designado a alguien en extremo competente y que ha dejado un buen sello en todo aquello en lo que se ha desarrollado.
- Con tu ayuda, cualquiera…
- ¿Escribiste las cosas que te dicté el otro día?
- Evidente es que sí, ya vamos a comenzar. Ubícate en un buen lugar para que escuches nuestros versos.
- ¡¡¡Házlos pedazos!!!

lunes, 6 de agosto de 2012

Importante


Y después de caminar durante más de dos horas en medio de la gélida noche, mientras un cantor campesino le susurraba sabiduría en el oído, una epifanía muy grata funcionó como detonador a sus ideas. La risa se apoderó de su cuerpo sacudiéndolo con un movimiento cadencioso muy agradable a la vista, el espectáculo desafortunadamente no tuvo ningún espectador.
Cuando empezó a perder el equilibrio producto de las carcajadas telúricas se acercó a un árbol con la intención de no caer al piso, mas fue vano el intento, fue tan fuerte su reacción corporal que no pudo mantenerse en pie. En el pasto, giraba a gran velocidad con ambas manos en el estómago y las piernas recogidas, sin poder detenerse.
Poco a poco se fue calmando, se serenó cautelosamente aunque sufría pequeños espasmos de cuando en cuando; diminutas réplicas de su primera reacción.
Se sentó y respiró profundo, se estiró a fin de recuperar flexibilidad; aunque algunos subestimen las capacidades de la risa es un ejercicio sanador supremo, y requiere de gran energí física y mental.
Estuvo en la misma posición durante varios cambios de luces del semáforo que en la esquina había, como a la espera de que algo le viniese en mente y le diera un motivo de peso para levantarse de allí. Luego de unos momentos empezó a mirar con atención el piso, mientras revisaba sus bolsillos por si algún objeto se le hubiese caído. Un pequeño papel con una letra en exceso ordenada, decía: “Cariños para el músico mayor”, ¿Quién pudo haberlo escrito? Ni idea, pero sí sabía que había sido escrito con su propia pluma y en una de las hojas de su agenda.
Una tímida carcajada salió a flote sin gran resonancia, se calmó con presteza. Tanto tiempo buscando explicaciones, tanto tiempo trotando por el mundo, tanto amor lanzado al aire, millones de palabras invertidas (una pequeña proporción gastada) para darse cuenta que la solución a todo estaba allí, a escasos centímetros; más cerca que la vuelta de la esquina.
Bastaba cambiar el catalejo de dirección, poner los binoculares al revés y un nuevo mundo se podría avistar. Puso los pies en ese continente precioso sin dudarlo, con total seguridad y vio como los arcoiris se desplegaban sobre el cielo y el sol brillaba con mayor fuerza. Mirar atrás ni para tomar impulso, podía quitarle la risa más de algún personaje sombrío, triste, oscuro y artero que había invadido la isla en la que vivía.
¿Cuál era la prisa? Ninguna, en realidad nada lo apuraba; por tanto se recostó sobre el césped y miró las estrellas en todos los ángulos posibles mientras les pedía que cuidaran a una persona en particular, incapaces de responder con una señal auditiva las estrellas titilaron con hermosa intensidad por varios segundos; que por bellos y especiales le parecieron eternos.
Recostado, con un mínimo temblor primero, con un tiritar más intenso después, sintió como la hilaridad le inundaba con rigor nuevamente. ¿Qué importaba qué hicieran?, ¿Qué importaba que dijeran?, ¿Qué importaba que mataran?, ¿Le afectaba en algo su maldad?, ¿Servía de algo que actuaran?, ¿No era obvio, acaso, que fingían?, ¿Qué sentido tenía su injusticia y sus argucias?
Pasara lo que pasara, hicieran lo que hicieran; siempre era por que él seguía siendo el más importante.