lunes, 30 de mayo de 2016

El acordeón-quiere comer-de mi pellejo-no va a poder.

Era una muchacha de unos veinte años, rubia o quizá pelirroja, que tocaba el acordeón. O creía tocarlo,porque en realidad interpretó solo una canción y la repetía de forma incesante. Mientras tocaba lloraba, parecía esclava del instrumento. Quería convencerme de que me lo llevara, decía que me lo quería regalar (vender o permutar, no recuerdo bien).
No accedí.
Me di cuenta, luego, de que desde el fuelle salían unos brazos que se aferraban a ella con violencia. El acordeón no era más que un parásito que continuó tocando y tocando frente mío.
Me pedía que la recordara, según ella habíamos vivido muchas cosas juntos.
Forcé la memoria y me fue imposible hallarla en mi pasado. Imposible saber quien había sido.
Cuando me acerqué, para mirar mejor su rostro, desde el teclado surgieron múltiples llamas e inmediatamente desperté.

jueves, 26 de mayo de 2016

De la escritura y el tiempo

Soy muy joven, me queda mucho por vivir. Soy muy joven como para morir. Creo que escribir será una buena idea para matar el tiempo o para que el tiempo me mate a mí.

lunes, 23 de mayo de 2016

Dog-lover

Salí a darle su ración de alimento a mi perro y cuando ya se le acabó empezó a cantar un verso mocho por ponderación. Me quedé de una pieza mientras le escuchaba, entona muy bien y hace bonitos fraseos.
Paralizado y con cara de sorpresa le seguí oyendo por algunos momentos, súbitamente se calló.
A los pocos instantes preguntó con cierto aire de desafío: - ¿Qué?, ¿Acaso los perros no podemos cantar?
No atiné a responder. Me consta que hasta los perros pueden cantar.

viernes, 20 de mayo de 2016

Variaciones del sueño XXXIII

Corro con los niños en brazos.
Afortunadamente siguen creyendo que esto es un juego y hasta lo disfrutan un poco.
Viendo una caverna, aparentemente segura decido dejarlos allí.
Doy órdenes expresas a Paloma de que, ante cualquier peligro, no dude en usar su espada y gritar. Abdón me pregunta a donde voy y le respondo que a terminar algo que comenzó mal y concluyó peor. Me desea suerte e ingresa rápidamente al agujero entre los árboles.
Es difícil saber donde está el punto más alto en este bosque, o si hay algún lugar para usar como mirador y anticipar los movimientos de mi adversario. Hago un meticuloso rastreo, desde donde veníamos la pendiente estaba bastante marcada. Debo ir hacia el norte en busca de un punto desde donde observar.
Camino gran distancia, ya sin la velocidad que tenía en un principio y la veo frente a mí. Leyó mi estrategia completamente.
Sus ojos no son los mismos que antes, la destrucción, la ira y una maldad sin límites los tiñen de otro color. Está evidentemente cansada, con gran desgaste emocional y físico.
Los gestos son violentos y duros, carentes de la delicadeza característica que admirara yo algún día. No entiendo como pude enamorarme de alguien así y permitirle ser la madre de mis hijos, jamás pensé que podría transformarse en esto.
Siento que su mente está nublada, confundida y difusa. No piensa con claridad en lo absoluto cuando trato de leer su mente.
Espero, espero, espero…
Si logra concentrarse y tener algunos escasos segundos de la genialidad que ostentaba cuando ella era feliz, estoy en graves problemas. Lo más probable es que no saldré con vida de esta, aunque esté a mal llevar y sea continuamente maltratada por su nuevo maestro, no debo de olvidarme de que fue mi mejor alumna en cuanto a talento y disciplina.
De todos modos, tengo dos grandes ventajas. Me subestima en demasía y piensa que soy demasiado apegado a los manuales y reglas de combate.
Hoy no estoy para formalismos, defenderé mi vida y la de mis niños a como de lugar.
Por fin veo y siento algo.
Piensa derribar uno de los grandes árboles que nos rodean y hacerlo caer sobre mí. Es una buena idea tomando en cuenta de que un combate cuerpo a cuerpo es casi imposible en estas circunstancias. No es n método limpio, pero puede garantizarle mi muerte.
Le lanzo la katana con todas mis fuerzas en pleno rostro. Con gran habilidad y casi bailando una pieza de ballet, la esquiva. Una burlesca sonrisa toma forma en su cara, levanta la katana en gesto de iracundo ataque, pero no logra zafarse del enorme arce que se le viene encima.
Me mira con gran odio e intenta salir de la jaula de madera en que está encerrada.
- Si te tranquilizas y me pides disculpas por todas las malas jugadas que me has hecho te sacaré de allí. – Le digo.
No dice nada.
- Puedo perdonarte, yo sé que puedo. – Insisto.
Evade mi vista y se esfuerza por alcanzar su katana.
No responde y dejarla con vida es un peligro, debo terminar lo que hace mucho tiempo empezó.
Junto energía en mi mano, ésta se transforma en una bola de fuego. Cuando ya casi no puedo controlarla por su excesivo tamaño, la lanzo contra el árbol derribado. La pequeña explosión provoca la caída de otros árboles y una combustión inmediata.
Lamento que esto haya terminado así, pero no había otra forma. Es ella o yo.
Salgo corriendo de allí, con un tremendo dolor en el pecho (al lado izquierdo se expresa con gran fuerza) y algunas lágrimas corren por mis mejillas.
Es poco probable que se salve, pero siendo ella todo es posible.

YO SÉ QUE VENDRÁ POR MÍ.

martes, 17 de mayo de 2016

Maggots


Los maggots aparecen como brotes en primavera. 

Se alimentan de células carcomidas y estamos destinados a recibirlos como huéspedes cuando nuestra esencia vital se haya separado de nuestro cuerpo (TE-Ó-RI-CA-mente-te).
Una considerable porción de la humanidad transita por la vida ignorando ser víctima de ellos. 
Nada anormal, algunos abren la boca y un maggot aparece.
Una cantidad no despreciable esparce maggots por donde quiera que pasan, otros con solo echar a andar su imaginación derraman maggots a borbotones.
En ocasiones se pueden apreciar intercambios de maggots entre un sujeto y otro.
Si quienes la padecen supieran su condición el antídoto sería una solución efectiva y al alcance de la mano, pero los maggot se hacen poderosos a través del silencio y el disimulo.
Quizá la persona con que ha decidido compartir su vida sea portador de ellos, quizá su padre, quizá su madre, o tal vez sus hijos. 
Solo un consejo le puedo dar, en cuanto vea un maggot aparecer, queme todo a su alrededor. 
No se fije en gastos ni en pérdidas materiales (lamentablemente no hay seguros que cubran este fenómeno).
Quémelo todo, es la única forma de exterminar a un maggot una vez que se ha dejado ver.

https://www.youtube.com/watch?v=dh3bleXWaCk

jueves, 12 de mayo de 2016

La caverna Buca Buca

En las orillas del mar
hay una hermosa doncella,
mucho cuidado con ella
porque nadie es de fiar.

En una fosa sombría
mejor dicho una caverna
tiene su morada eterna
la niña desconocida.
Sin salir durante el día
por las noches va a pasear,
para un buen baño tomar
bajo la luz de la luna,
sin preocupación ninguna,
en las orillas del mar.

Un muchacho muy curioso
ir a Buca Buca quiso,
sin mediar ningún aviso
se acerca hasta el mar, ansioso.
Ve sobre el espejo acuoso
a aquélla niña tan bella,
con la luz de las estrellas
la contempla enamorado,
tal como le habían contado
hay una hermosa doncella.

Pero pronto se da cuenta
que la caverna está sola,
sigue la niña en las olas
de preocupación exenta.
El rapaz mucho se tienta
y corre como centella,
ni siquiera deja huellas
al colarse en la morada
la ambición no es humorada,
mucho cuidado con ella.

Con la codicia patente
muestra un afán sin tapujo
se ve rodeado de lujos,
quiere llevarse un presente.
El deseo es persistente,
no se puede controlar.
Procede luego a tomar
una cuchara lustrosa;
confiar hoy es rara cosa
porque nadie es de fiar.

La oculta entre sus ropajes
sale raudo y sin ser visto,
casi ningún imprevisto
tiene al montar el ultraje.
Casi al final de su viaje
busca en vano su botín
encuentra en vez del festín
un sapo, anfibio animal,
historias que empiezan mal

suelen tener peor fin.

lunes, 9 de mayo de 2016

Dios negro

… Además de que parecía el típico niñito blanco desabrido y carente de swing. Pero al cantar tenía eso que tenemos nosotros, calidez, ese sonsonete pastoso. El ritmo de su voz me cautivó, jamás podrías estar seguro de si adelantaría, atrasaría o haría las corcheas a tiempo.

Parecía una voz secuestrada, una voz que poseía un cuerpo que no le pertenecía. Cerré los ojos y me imaginé a los dioses, a los ángeles. Pero de ningún modo blancos, les percibí negros, como yo. Era un dios negro… ¿Entiendes, hermano?...

viernes, 6 de mayo de 2016

Vieuxtemps

El viejo, con ese halo de majestuosa sabiduría, estaba preparando la garganta para comenzar la exposición y luego leer los poemas que traía.
El público asistente, juvenil y admirador de su obra, estaba atento al más mínimo esbozo de palabra que fuera a salir de su boca. Vieuxtemps, advirtiendo aquello, se puso a hacer mímicas con excelso histrionismo; en el fondo de la sala el encargado de la mesa de amplificación movía perillas, miraba al expositor y volvía a mover perillas y palancas en el aparato sin que nada se oyera. Desesperado envió a su asistente a revisar el micrófono. Todo en orden. El aprendiz hizo varias señales al ingeniero de sonido, como tratando de buscar una explicación al fingido desperfecto.
Tardaron varios minutos, eternos y metronómicos, en dar en cuenta de que era una broma del poeta. Una vez resuelto el “problema” el viejo lanzó una gran carcajada. Solo unos pocos de los asistentes se dieron cuenta de la situación.
Como el volumen estaba alto y saturado, la risa de Vieuxtemps retumbó en la sala con la más lúgubre resonancia. Luego de estremecer a todos y dejarlos sumidos casi por completo en el más espeluznante de los miedos, saludó a la concurrencia con excesiva parsimonia y cortesía en los modales. Cuando quería usar del protocolo el vetusto sujeto era una seda: atractivo, cautivante y con un magnetismo especial que sabía manejar a voluntad.
De más está decir que, aún a su edad, era un éxito con las mujeres cuando se lo proponía.
Aunque en realidad no le interesaba estar allí en lo más mínimo, ni le importaba hacer una charla para un montón de mocosos que seguramente (según él) no pondrían atención alguna a su discurso y que, salvo excepciones, tampoco entenderían la intensidad y el compromiso que tenía ante la literatura, se comportó bastante bien. La invitación, para bien o para mal, había sido ya aceptada y a esta altura era mejor enfrentarla con buen ánimo.
Se imaginó a los ávidos estudiantes de bachillerato, literatura y humanidades, desnudos. Una pequeña rubia de chasquilla, de ojos grandes como de conejo y que parecía usar su mochila como escudo, le pareció una carnada exquisita. Se preguntó como le iría si tratara de llevarla a la cama.
Pensando en eso, Vieuxtemps no pudo aguantar la risa.
Llenó un vaso azul y elegante que había en la mesa con el agua que había en un jarro igualmente elegante, pero que no hacía juego en lo más mínimo con todo lo demás. En su interior sintió el impulso irrefrenable de decirle a los organizadores que la falsa ostentación era una característica que detestaba, por estar presente en todos los colegas a los que odiaba con irreversible fervor.
No obstante, la mirada de su sobrina Bianca le hizo recomponerse, eso y el agua mineral sin gas algo tibia que tenía a su alcance.
Era ella quien le había invitado, su única pariente cercana a esa altura. Siendo sincero, la única persona en el mundo que aguantaba sus pataletas de hombre mañoso y quien se preocupaba de él como un ser humano a pesar de su carácter tan difícil de llevar.
Bianca tenía muchas expectativas y le había dejado en claro que quería que se manejara ese día con compostura, pues había mucho en juego.
Se calmó, le guiñó un ojo a la chica de chasquilla; en ese momento una espectadora más, y comenzó a hablar de su generación, de cómo se dio cuenta de que le gustaba escribir, de lo mucho que respetaba la inspiración, de sus musas y de varios otros temas que darían contexto suficiente al más lego de los interlocutores para estar al tanto de lo que se venía cuando leyera sus poemas.
Puso a desfilar uno a uno a los escritores de los que sentía alguna influencia directa e indirecta. Se puso en los zapatos de los muchachos y les señaló las lecturas imprescindibles (las prescindibles también) para entender el contexto bio-psico-social de su grupo de referencia.
Lució a cabalidad su capacidad de síntesis en esa tarea.
Los cuadernos y libretas casi ardían en llamas producto del roce de los lápices con el papel en que, vertiginosamente, la multitud anotaba sus recomendaciones, observaciones y opiniones.
Se tomó una pausa.
Llenó el vaso azul con agua transparente, lo miró a través de la luz de uno de los focos que estaba orientado hacia él y lo bebió como un sediento energúmeno.
Hizo algún comentario humorístico que fue muy bien recibido por su público y, de reojo, miró a Bianca primero y a la chica de chasquilla después. Bianca parecía muy relajada y complacida con su amabilidad y carisma. Por su parte, la chica de chasquilla estaba sumergida en lo que parecía enamoramiento.
De un viejo bolso de cuero gris, sacó un bloc de hojas cuadriculadas prepicadas donde escribía a mano sus obras. Siempre que podía pasaba nuevas copias en limpio, a veces no le parecía bien lo escrito hace años y no reprimía las ganas de destruirlo o de hacer una bolita para luego lanzársela a algún asistente ruidoso y/o molesto.
Hojeó y ojeó el bloc hasta llegar a su poema favorito, que otrora le diera el privilegio de superar a todos los colegas que le miraban por sobre el hombro en un histórico concurso de literatura juvenil.
Siempre que lo leía era un renacer.
Dio a conocer el título (“4 bisiestos y 366 de bastos”) e inmediatemente los oyentes se acomodaron en sus asientos mirándose entre sí con agitación.
Se lanzó a leer, a interpretar y a saborear cada palabra que constituía esa pieza clave del acervo poético y cultural de la angosta faja de tierra donde había nacido. Iba llegando a la mitad cuando desde un punto indeterminado del auditorio alguien gritaba cada ciertos intervalos: ¡Soberbio!, ¡Maestro!, ¡Grande!, ¡Inigualable! y otros diversos adjetivos de admiración.
Bianca estaba nerviosa, conocía mucho a su tío como para saber que si había algo que le disgustara en grado sumo era que le interrumpieran la inspiración en un lectura y más encima lo adularan públicamente.
Vieuxtemps, trató de hacer caso omiso, pero…

¡Magnífico!

…seguir el hilo…

¡Extraordinario!

…se le hacía difícil…

¡Descomunal!

a esa altura.

¡Genial!
Terminó ese poema y guardó silencio durante un breve lapso. En el aplauso bebió pequeños sorbos de agua tratando de identificar de que butaca exacta provenían esos sobajeos de lomo y esa condescencia casi burlesca. El foco en sus ojos y la penumbra del otro lado no le ayudaron en demasía. Decidió terminar abruptamente la charla. Era mejor eso y aducir que quería compartir con el alumnado unos momentos, antes que mandar todo (Bianca quizá incluida) al carajo. Para mayor lamentación la chica de chasquilla había migrado del lugar hacía mucho rato.
Hizo el cierre de la sesión y se mezcló entre la gente.
Compartieron un vino de honor en las afueras del auditorio-sala en que se había llevado a cabo el (mal logrado) evento.
No se olvidaba de que le habían molestado sobremanera esos gritos enloquecidos desde la tribuna y a pesar de que Bianca le pidió las pertinentes disculpas, en un tono lo más sumiso posible, seguía rumiando el asunto.
Comenzaba a sentirse muy a gusto entre los noveles estudiantes, cuando se le acercó un muchacho con el rostro demacrado, un pito de marihuana en la boca, el cabello sucio, largo y opaco, y un aliento a alcohol bebido por varios días consecutivos.
Sin pedir permiso lo rodeó con un brazo, invadiendo su espacio íntimo; y apartó a Bianca con la extremidad que le quedó libre.
Luego le extendió la mano, diciendo:
- Maestro, soy una amigo poeta que lo admira mucho. Yo era quien estaba gritando adentro.-
La explosión interna de Vieuxtemps superó todo umbral, el viejo ardía en rabia, la ira lo encegueció y dejó sordo por segundos eternos. No iba a tolerar este tipo de “manifestaciones”.
Mirando la mano extendida del muchacho, la escupió con todas sus fuerzas.
Cinco dedos y palma llenos de una asquerosa viscosidad que no sería fácil de quitar u olvidar.
- Yo no soy tu maestro, tú no eres nadie. Y a mis amigos los escojo yo.-
Fueron las últimas palabras públicas del poeta antes de que se perdiera noticia de su paradero, antes de que se transformara en mito por desaparecer de la faz de la Tierra en misteriosas circunstancias que hasta el día de hoy se investigan.
Mucho tiempo antes de que su legendaria pluma cobrara vida por su extraño estilo y extravagancia.
Mucho antes de que se hubieran recopilado todas estas piezas sueltas que jamás vieron la luz pemaneciendo en cajones por años y de que me pidieran realizar un prólogo de esta obra.
Mucho antes de que mi colega y amiga Bianca Correa me pidiera escribir, con la más sagrada tinta, una reseña de la figura y obra poética de su tío; poniéndome en una difícil encrucijada que no puedo resolver sin evocar el más importante recuerdo que permanece fresco cuando al Maestro se refiere, este que se ha marcado a fuego (y saliva) en mi memoria.
No puedo resumir la vida de Felipe Vieuxtemps Correa de una manera sincera sin poner esta anécdota al alcance de todos sus lectores, antes de que el implacable olvido se la lleve como casi, por desgano de las editoriales; se lo quiso llevar a él.