viernes, 30 de mayo de 2014

Primeros recuerdos


Mientras yo seguía las letras de Miranda Lee Richards, casi absorto, ella se lanzó a hablar del misterio que constituye la memoria. De su funcionamiento y de cómo a veces nos engaña. Lo hacía con un dominio total, con un lenguaje técnico en grado sumo; pero a la vez de fácil acceso para un lego como yo.
- ¿Cuál es tu primer recuerdo? –
Debí de esforzarme un poco, no es que no supiera cual era en realidad sino que no quería extenderme en demasía en detalles irrelevantes.
- Fue en casa de mis tatas, yo tenía poco menos de tres años y estaba en el patio delantero jugando con tierra en un macetero. Básicamente construía carreteras y puentes en el patio, de repente comía un poco.
- ¿Con quién más estabas?
- Con mi mamá, con una tía y mi abuela. Era de mañana y estaba helado, traía puesto un chaleco verde con unos adornos negros que mi tía Nelly me había tejido; o quizá a mi hermano mayor, de repente heredaba ropa.
Ella me miraba con esos enormes ojos verdes-pardos, que cambiaban de color de acuerdo a como estuviera el clima. Hoy se veían más felinos que nunca. Continuaba mi relato y ella atizaba su entusiasmo.
- Entonces llegó mi papá con mi tío, golpearon la puerta y para mí era imposible abrir la chapa. Grité hacia la cocina donde estaban todas las mujeres. Mi tía al verme las manos tan sucias me retó bien retado, pero mi papá fue más rápido y me llevó afuera a ver la nueva joyita, ¿Qué crees?
- Algo grande, si estaba afuera o era algo enorme o era que te querían sorprender.
- Había comprado un auto. Un Fiat 1500, me llamó mucho la atención cuando lo ví, era como sacado de una película antigua o de los monitos animados. Era blanco completo y el interior negro. Muy elegante, muy sobrio. Pero me dio la impresión de ser un auto de juguete, pero grande.
- ¿Cómo reaccionaste?
- En esos tiempos todo lo que tuviera ruedas me impresionaba, y bueno, me subieron altiro a dar una vuelta. Mi papá tocaba la bocina como si se estuviera chalando y yo me reía, reía mucho.
- ¿Cuándo recuerdas, te ves a ti mismo como parte de la foto?
- No, lo veo más como una película en primera persona.
- Eso es bueno, dicen que la gente que se ve en sus propios recuerdos es por un lado menos confiable y además se ha comprobado cierta correlación con un coeficiente intelectual menor.
- ¿O sea que soy más inteligente que los que se ven a sí mismos?
- Sí, y además serías un mejor testigo… Tus recuerdos serían más confiables.
- A veces se me olvida hasta lo que desayuné....
- ¡Lindo! a propósito cariño, ¿Qué quieres que haga de almuerzo?
- Lo que sea tu buena voluntad, yo te ayudo en lo que sea necesario.
- Bien, algo ya tengo en mente. Espero que este momento no se nos borre a ninguno de los dos de la memoria.
- Te aseguro que eso jamás va a pasar.

martes, 27 de mayo de 2014

Historia basada en un hecho real


Cuando el calor estaba en su plenitud, decidió verter sobre el un bidón de 20 litros de agua. ¿Aburrimiento quizás? Tal vez. Sin falta, cada día por medio, revuelve el brasero en busca de algún residuo de candela en esa melcocha húmeda de líquido y pretérito fuego con la esperanza de no morir de frío.

sábado, 24 de mayo de 2014

Ego


Cometí el error, craso error, de quitarme los audífonos en mi tránsito por el mundo. Algunas frases se han quedado en mi memoria, afortunadamente no todas.
“Es que yo soy mejor en todo sentido que esa mina”.
“Pero perrito, mi auto corre como él solo”.
“Es más caro que ese, este es el último. En el tuyo la pantalla no se activa con huella digital”.
“Yo no soy na’ pollo, como voh”.
“Algún día se va a arrepentir y va a decir: Parece que la embarré”.
“Estoy aburrida de ese weón, es tan latero. Lo malo es que todavía no pillo a nadie con quien acostarme”.
“A mí no me la gana nadie”.
“No me gustaría ser ella, tan perna. Nadie la quiere y aparte es fea”.
“Mi pega es la mejor, la mejor. Y además soy el que mejor la puede hacer”.
“Pero, ¿ese chiquillo es tonto?”.
“En Francia anduve por sitios preciosos, partes que quizá nunca tu te puedas imaginar”.
“No, si yo terminé con él”.
“Si no sabe, no opine”.
“Cáchate el medio cuero que tengo”.
El ego exorbita cualquier contenedor. El narcisismo sale y, por lo general, busca una víctima a quien despedaza y devora. Pero sus entrañas siempre quieren más y más, quien se ponga por delante será masacrado al instante.
El ego está escrito con una tinta negra indeleble, se mete por cualquier rendija cuando puede disfrazado de cualquier manera. Hoy quiso colarse por mis oídos.

miércoles, 21 de mayo de 2014

Destino del cantor

Tengo que morir cantando
Porque llorando nací
La suerte que antes perdí
Ahora la ando buscando.

Gabriel Huentemil Ortega
Lleva por nombre el cantor
Gran poeta y payador
Que su talento despliega.
Desde el alfa hasta el omega
Mis versos van entonando.
No se verá el día cuando
Pierda en esto la alegría,
Con mi voz de pedrería
Tengo que morir cantando.

En provincia Cordillera,
Y Puente Alto la comuna
Yo he tenido la fortuna
De ver lo que el canto encierra.
Y fue solo en esta tierra
Que el guitarrón conocí.
El instrumento aprendí
De un gran maestro pircano,
Tengo el placer en mis manos
Porque llorando nací.

Al cantar tengo gran gozo
Y mi alma se desarrolla,
Toda pena un verso arrolla
Al espíritu es reposo.
El cultor sin ser pomposo
El arte la lleva en sí.
Yo sus dones comprendí
En las ruedas de cantores,
Encontré entre los mejores
La suerte que antes perdí.

Yo me pulo y me cultivo
En el canto a lo poeta
En la décima y cuarteta
Mi ingenio es agudo y vivo.
Esta herencia la recibo
Siendo aún un educando.
Por día a día ir tratando
La habilidad se acrecienta,
Y la afinación cuarenta
Ahora la ando buscando.

domingo, 18 de mayo de 2014

Interesante!!!

Encontré un tema interesante,
Pero no he estudiado mucho del tema.
Iré, ya mismo, a buscar un libro en el estante
Entre los muchos libros que hay,
Encontré un tema interesante…

miércoles, 14 de mayo de 2014

Ante todo disciplina


Di Sarrey escribía y escribía, con la disciplina y la meditación que le caracterizaban. Su templado espíritu sabía muy bien que solo el trabajo y la dedicación total le permitirían sentirse pleno en la escritura. De todos los escritores que albergaba la gran casona que compartían colectivamente era, por lejos, el más ordenado en su espacio de trabajo y en los turnos que se tomaba para escribir.
Sabido era por el resto que cuando se ponía a sacarle sonidos a la máquina de escribir no había método eficaz de detenerlo. Imposible contar con él para las labores de cocina o de aseo de la casona. Impensable pedirle que fuera al pueblo a comprar. Eran, por unánime, pérdidas de tiempo más que otra cosa. Así lo entendían quienes le rodeaban.
Funcionaba su mente de una forma muy ajena al proceder que sus colegas tenían. Clasificaba, ordenaba, analizaba y hacía empalmes en los temas que al resto de sus compañeros de oficio les resultaban imposibles. Sabía perfectamente que palabra había puesto en cada línea de sus obras, ni hablar de que las refiriése de memoria, era un experto en tales materias. Podía narrar completa y sin equivocación una eterna historia de Carlomagno que había escrito en romancero.
Esto tenía costos, como todo en la vida; que le distanciaban de la realidad. Se sumergía en sus escritos, en su máquina de escribir y su mundo. Jamás soltó alguna palabra sobre la obra de otro poeta, pues salvo quienes vivían bajo el mismo techo que él, no conocía a ninguno. Mucho menos los leía o le interesaba hacer algo que no fuese crear por sí mismo.
Su carácter era muy fácil de llevar. Dócil en grado sumo, nunca llevó la contra a quien pensara distinto a él, nunca se le vio enojado o agresivo contra nada ni nadie.
No era apático, no le faltaba empatía. Pero sin darse cuenta se distanciaba gradualmente. Así era Juan.
Solo escribía y escribía y escribía y escribía…
Solo cumplía con su lema: “Ante todo disciplina”.

domingo, 11 de mayo de 2014

Anti-Morning Sun

Todo se ilumina en plena noche
A causa de la inesperada visita;
Los colores agudos
La ciudad completa despierta,
Lo sé, aunque no la veo
Desde el lecho donde estoy sentada
Mirándole a la cara.
La inquietud
Inunda mi cuerpo
Que responde doblándose
Cual si fuera de papel.
¿Visión o realidad?
Solo yo le veo cerca de mi ventana,
Solo yo lo sentí con ese escalofrío.
Recuerdo que me dijo desde afuera
“Bendita eres entre todas las mujeres”.
No es muy elegante
Recibir a un arcángel
Sin haberse depilado.

jueves, 8 de mayo de 2014

El viviente

Cuando el viviente oye su nombre, rara vez es para conversar con él.
Llaman al de las manos de bronce, ese que maneja el viento y corta el aire con sus habilidosos dedos dorados. Ese infante al que le gusta jugar con las escalas y que de la nada saca el sonido puro y prístino de las cañas indómitas.
Evocan al de las manos de madera que construye y devuelve la vida a la carne desamparada. El olvidado sujeto que yace en un rincón manipulando herramientas se luce con la seguridad de una muñeca privilegiada y una paciencia de monje oriental en plenitud.
Saludan al de manos encordadas y uñas manchadas de tierra. Ese que nutre las trillas, las misas, y exprime de su terruño algo que hace siglos fue depositado en su casta. Para admirarlo, para exigirle los rescate y los mantenga a salvo de la vorágine moderna de ruido y concreto.
Entablan conversación con el hombre con miembros de alma. Al étereo personaje lo disfrazan de oráculo y acuden a él en busca de la panacea de la vida misma. Su cabeza está hinchada de tanto acumular discursos similares.
Invocan al hombre con las manos de fábula, ese que puede recordar todo detalle sin complicación e hilvanar historias con hilos de seda. A ese artífice y hechicero de la imaginación que con alquimia única convierte palabras en sonrisas, palabras en gozo, palabras en alegría.
Quieren saber del hombre con las manos de tinta. Ese que arma rompecabezas y multiplica las realidades con método asonante y consonante, ese que de a poco salió de las tinieblas. Ese que en la celulosa plasma inquietudes necesarias del pasado y del futuro, pues carece de presente.
Pero al viviente nadie lo extraña. El viviente ni siquiera recuerda cuando fue la última vez que alguien le preguntó como estaba sin caer en un mero formulismo de cortesía. El viviente está allí entre la multitud, pero las manos las tiene atadas y no ha logrado liberarse desde hace varias eras. El viviente da demasiado y recibe nada a cambio. El viviente es el sostén de todo y de todos; pasa desapercibido y es ignorado. 
El viviente es inocente, el viviente no desconfía, el viviente sabe quien es y no le afecta el tiempo. El viviente está tranquilo sabiendo que no ha cometido errores, por el contrario, ha sido guiado por el amor y la paz. Algún día, cuando todas las manos estén muertas tal vez persona alguna hablará del viviente con hermosos adjetivos.

martes, 6 de mayo de 2014

Epitafio

- Quiero que mi epitafio diga: No me juzguen muy severamente.
- No, tiene que ser una frase de Kafka.
- Podría ser algo así como: Se acabó el papel del water.
- Jajajajajajajaj. ¿Cuándo dijo eso Kafka?
- Por cosa de probabilidades, debió haberlo dicho más de una vez.

domingo, 4 de mayo de 2014

París


Con su pequeña manito me tomó y me hizo subir al escenario del vacío teatro. Me acercó una silla y me dijo que tocara lo que me viniese en emoción, lo que sintiera de momento. Me lancé a interpretar instrumentales de mi tierra, de mi lejano terruño del que hace tanto no sabía más que por los relatos de amigos en carta.
La guitarra me sabía a esperanza, a vida, a naturaleza, a despertar.
Hacía solamente un par de días había estado a punto de hacer efectivo mi pasaje, sin fecha aún, cuando esta cantante tan grande y tan potente apareció frente a mis ojos casi por casualidad o por designio divino.
De reojo la miré, bailaba cada tema que mis dedos ejecutaban. Tarareaba en voz baja, con evidentes ganas de poner letra a esa música ajena e interesante para ella.
Se me acercó y con mucha calma me miró.
Se sobaba las manos como con ansiedad de que el día del concierto llegara, me mostró unas piedras preciosas que llevaba en los anillos.
- Con esto, querido amigo, yo tengo para comer muy bien durante mucho tiempo. Tu traes a cuestas solo la guitarra y tus poemas. Los usaremos para que puedas mostrarle a mi gente lo tuyo.
Me negué, no podía permitir tal gesto. Habría sido un exceso de confianza de mi parte y se lo hice saber, tratando de ser cortés y de hilvanar bien mis ideas con el escaso francés que manejaba.
Se contrarió, casi se enfada. – No, tu harás lo tuyo y ya verás que más temprano que tarde tendrás como pagármelo, y con creces. No se hable más.
No pude decirle que no, no me pude oponer más. El caso estaba cerrado.