jueves, 30 de octubre de 2014

Máquina de luces


Una máquina perfectamente sincronizada me revienta los tímpanos. Su ritmo es perfecto y los vapores que me saca del cerebro son su combustible en mis adolescentes noches. Su metálica presencia llena mi cuarto hasta que la luz penetra por la ventana. Desinteresada está siempre allí, destrozando mi cabeza y llenándola de basura en ocasiones, de gemas y joyas preciosas la mayor parte de las veces. Aunque la guía el azar, siempre mantiene su equilibrio. Me pone los pelos de punta cuando lanza su gemidos robóticos. El chirriar de sus engranes me conmueve hasta la última célula. Está allí, eternamente. Lo estará quien sabe cuantos años más, pues a pesar de ser un mecanismo simple es y será el más efectivo. Sigue así, preciosa, dale alegría al mundo.

lunes, 27 de octubre de 2014

Rosita

La sala es gigante, dotada de una pantalla envidiable y un sonido atronador. El mullido asiento me recibe con un confortable abrazo. La luz gradualmente decae dando paso a la pantalla negra que se puebla de letras. Rosita estaba allí de antes que yo llegara, Clementina se sienta, recién, a mi lado.
- ¿Me perdí algo? – Pregunta con tímida voz.
- Recién comenzó – Le contesto.
No saca los ojos de las imágenes proyectadas e ignora por completo mis miradas y mi mano que busca la suya. Me encanta ella, su aroma, sus formas, su voz, sus ojos que la oscuridad no me permite, por ahora, ver. Para ella el acudir al cine es casi tan sacro como visitar un templo. La idea de venir fue de la Cleme, me siento tan bien acompañándola y haciendo que ella me acompañe, es muy dulce y agradable
Rosita, por otro lado, me sorprende. Y que es una excelente cantante, que forma de tocar la guitarra, que garbo y elegancia. A pesar de que no la conozco tanto me es una mujer atractiva en grado sumo, cuando la miro me demuestra que es una mujer de mundo y muy culta.
No puedo creer que alguien hable tantos idiomas y con tanta fluidez, es algo que me resulta casi increíble. Esos ojos felinos manifiestan claramente su carácter. Estoy un poco hipnotizado.
Me saca de ese estado la mano de Clementina; repentinamente la siento en la mía, es suave, es amable y se mueve con cierto nerviosismo. Es muy delicada y el roce de los dedos entrecruzados me transmite su inquietud. La abrazo, intentando que se sienta cobijada y sepa que me interesa que se sienta bien. Posa, muy lentamente, su cabeza sobre mi hombro y al llegar a el lanza un pequeñito suspiro que me roba el corazón. Beso su frente, y de a poco se calma
Disfruto del momento, quiero guardarlo eternamente en la memoria.
Pero a Rosita le gusta ser la diva, le encanta que la miren y ser el centro de atención del Universo. Tiene mucho carácter y sabe hacerse ver, comienza a moverse cadenciosamente agitando las caderas. Como si supiera en que estoy pensando me lanza un beso que me cautiva y me transporta a un sitio y lugar indeterminado. Es sumamente coqueta. Mi mirada se queda con Rosita durante unos minutos.
Clementina aprieta mi mano y ríe, con una risa burlona, ante algún disparate que Rosita ha dicho. De un salto se sienta, busca algo en su bolso. Busca y busca, haciendo un ruido considerable, no obstante, los escasos presentes en la sala no responden. Todos están demasiado interesados en el documental como para distraerse por algo tan pequeño. La pantalla me captura nuevamente, pero mi concentración se pausa.
- Traje galletas - Me dice Clementina y ausculta la bolsa hasta que encuentra una que cree será de mi gusto. Se toma su tiempo y me la pone en la mano.
- Gracias – Comienzo a masticar, y a saborear. Como cocinera Cleme me ha comprobado que es excelente y que le pone mucho amor a las cosas. Estoy pensando en eso cuando me percato de que Rosita está distante, mirando con desdén. Debo de verme muy poco glamoroso comiendo galletas, pienso, y me apuro en tragar.
Rosita aplaude suavemente con sus manos, llevando un compás musical imaginario.
Estoy absorto en mi galleta.
Rosita percute con más fuerza, para alguien con su personalidad no es tolerable el que la ignoren.
Sigo disfrutando de mi galleta y miro de reojo a Clementina, que no desvía ni medio milímetro sus ojos de la pantalla.
Pero Rosita exige y me muestra su vestido elegante,  que empieza a agitar descaradamente y con claro ímpetu de provocación. Parece una semi-diosa. Me olvidó de Cleme por unos momentos.
Me acerco a Rosita en un ágil movimiento que me levanta del asiento, miro todos los detalles de su rostro y creo que hasta podría enamorarme de ella. Pero es una idea absurda. Me acomodo nuevamente en la silla y observo cada peca de Clementina, es precioso el color que toma su rubio cabello con las luces de la proyección del celuloide. Quiero enamorarme de ella, Rosita solo es un amor pasajero.
Pero Rosita insiste, usando artilugios arteros, haciendo derechamente trampa al internarse en un campo en el que sabe no tiene competencia. Arregla su garganta y con toda potencia entona la Paloma, todos los asistentes al cine reaccionan; parecen maravillados ante su audacia. Que voz, que textura, que expresión; es un terciopelo que me rellena cada oído. Que forma de rellenar su escenario y de cubrir en el cada centímetro, una artista en todo su esplendor. Clementina parece sorprendida por la reacción de Rosita, no obstante, sabe que mi cariño es solo suyo. Nunca me han gustado las divas, por bien que canten. Es cierto, su figura es bellísima, pero ¿A qué costo?
Rosita podrá ser todo lo famosa y apreciada en el extranjero, podrá haber tocado techo y haber hecho cosas impensables de realizar en este país; pero adoro a Clementina.
Rosita Serrano, puedes cantar todo lo que quieras, puedes jactarte de haber encandilado a los nazis y al Fuhrer en los años treinta, puedes haber sido una gran guitarrista, puedes haberlo perdido todo y haber recuperado tu vida una y mil veces, puedes haber recorrido el país y el mundo entero. Puedes haber sobrevivido a una guerra y a que el gobierno nacional-socialista te haya declarado su enemiga, tal como nos cuenta este documental.
Pero saldré de esta sala y lo que siento por ti se habrá desvanecido, cerraré los ojos y todo se habrá ido.
¿Y sabes por qué? Porque hay una cosa que jamás me podrás entregar: amor. Amor que Clementina me da en todos y cada segundo que pasamos juntos.
Eso sin contar con que cocina las galletas más sabrosas que te puedas imaginar.


viernes, 24 de octubre de 2014

Balcón


Muy tarde por la mañana me di cuenta de su absurda reacción. Yo explicar algo, jamás. Yo pensar las lógicas de algún acto, nunca. Ni ganas de venir tenía. Si no fuera porque me robaste mi sombrero y me miraste con esos ojos tan tiernos, de hace rato estaría durmiendo. Además te pones a conversar con el primer tarado que te sale siguiendo a fumar. ¿Sentirme celoso? Que yo sepa no somos nada, ahora si quieres ser mi amante compórtate como tal y no le pongas compresas a mi corazón cada vez que puedes. El balcón es muy pequeño para los dos, para tres se hace aún más estrecho.

martes, 21 de octubre de 2014

viernes, 17 de octubre de 2014

Dinteles

…Con guitarra, una enorme guitarra. Pero aún así se notaba a leguas que era un niño, un niño pequeño. Pero que talento que tenía el mocoso, movía los dedos que era un placer. Como yo no tenía ya a esa altura nada que hacer más que esperar la llegada del día siguiente y continuar con mi gira, me quedé escuchándolo.
Era sorprendente, un gusto de repertorio del mocoso.
Pasado un buen rato, habiéndome fumado un par de cigarrillos… Mira que en ese tiempo yo fumaba, se dio cuenta de que yo estaba allí.
Me preguntó: -¿Quiere escuchar algo?-
No recuerdo bien que le dije, pero mi respuesta fue más o menos que me encantaría que interpretara la canción que más suya sintiera.
La ciudad de Dinteles es muy grande, es un vasto campo abierto, es una gran pampa donde el viento ruge sobre el pasto que cubre las vacas hasta sus cuernos. Podría haber escogido una infinidad de canciones clásicas de la zona. Pero no, ese chico extraordinario desconocido para el mundo en ese entonces escogió “La carreta del abuelo”…Mira, “La carreta del abuelo”, írmela a encontrar por allá en el sur.
Fue muy curioso.
Y me causó tanto gusto que lancé una carcajada, reprimida, pero carcajada de todos modos.
El chico se ofuscó un poco.
- ¿Pasa algo, jefe? – Con ese tono agresivo que tienen por allá, ese tono de raza jamás doblegada.
- Nada chico- Le respondí. – Esa canción me trae recuerdos de más joven, ¿Quién te la enseñó?-  Y aquí se vino lo increíble, me respondió –La canción es de acá, mi padre la entonaba, mi abuelo la entonaba. Esta canción es nuestra. –
¿Qué podía decirle al mocoso?
Imposible contarle que estaba conversando con el autor de esa canción, no podía decirle que era mía. Desde ese día decidí que toda canción que compusiera sería de quien la use. Al sello no le gustó mucho la idea, pero para ser fiel a mis creencias compongo una gran cantidad de canciones que regalo a cantores más jóvenes.
“La carreta del abuelo” ahora es de este tremendo guitarrista, que era un mocoso en ese día. ¿Cómo saber qué ese niño que apenas podía sostener la guitarra sería el que es hoy?
A veces me presta esa canción y la interpreto.

domingo, 12 de octubre de 2014

La familia, la familia…El hermano chico, el hermano grande y el bebé.

Hay que ver como cambia la gente con el transcurrir del tiempo.
Marcial: tan ordenado, pura disciplina y lógica. Excelente con los números y con la administración. Un poco serio para mí gusto, pero siempre es necesario contar con un consejero con los pies bien puestos en la tierra.
Erich: como dicen los lolos, un “loquillo”. Siempre experimentando cosas nuevas por hacer, viajando por todo el mundo. Debo confesar que le envidio un poco por su energía y su inquietud constante. Una veleta al viento.
La Estelita: Una señorita encantadora, exquisita en todo. Muy esforzada y constante. Capaz de llamar al orden con un método del todo inusual: a punta de cariño y comprensión. Para ella las cosas no han sido fáciles y se nota con claridad que es la más afectada con la situación actual.
¿Cómo lograron entenderse, quererse y respetarse? No está en mis facultades responderlo.
¿Cómo lograrán entenderse, quererse y respetarse en el futuro? No está en mis facultades responderlo.
Estando enterrado no puedo saber a ciencia cierta el comportamiento de mis hijos, sobre todo hoy, día en que mi abogado leerá mi última carta.

jueves, 9 de octubre de 2014

Trimegisto

Encontré esto entre mis escritos, la letra se me hace conocida. Podría ser de Sarrey, del poeta Sarrey; pero el estilo es muy distante a lo que acostumbraba escribir.

Un mariposa cubre sus frutos, una mariposa morada cubre sus frutos rojos.
Se espanta, se queda. Se congela, no sabe volar.
Tomo la mariposa, le doy un sacudón y la quito de mi camino. Maldito bicho inservible que solo sirve de estorbo.
Dulces frutos sublimes, maravillas de la naturaleza. Jugosa realidad y fantasía fruto de la misma semilla.
Semilla.
Palpo su superficie, huelo esa juvenil cáscara. Recorro con mis marchitas manos esa turgente vitamina que recubre su superficie perfecta. ¿Permanecerá la fruta turgente?
Acaricio el fruto sagrado, hace tiempo probado y que dejó de ser prohibido para el humano hace muchas generaciones.
Dejo de jugar. Le hinco el diente, rompo la dermis. Las samaras vuelan por los aires esperando ser germinadas. Su sabor es refrescante, deja una textura sedosa en la lengua.
Lengua.
Se deshace en mis manos, se desvanece hecho un néctar que hasta a las ninfas les daría un placer no vivenciado.
Como el fruto, uno, dos, tres, una y todas las veces que puedo hacerlo.
De a poco las mariposas establecen su morada en otro lugar, la podredumbre es inminente.


Amán Trimegisto.

lunes, 6 de octubre de 2014

Verde y azulado

- Yo no tengo un ojo azulado.
- Te dicen que sí, porfiada.
- No, yo tengo los ojos verdes.
- Este ojo, el derecho. ¿Es verde?
- Sí.
- Y el izquierdo, ¿No está a su lado?

viernes, 3 de octubre de 2014

Recopilaciones


Después de más de veinte años quisimos saber que era de los maestros del Festival. El camino estaba casi idéntico a como lo recordábamos.
Llegamos a la tribu, pero nadie quería hablarnos. Estaban absolutamente esquivos, nadie sacó una flauta, nadie cantó; los pocos que tuvieron la intención de hacerlo fueron separados del grupo y, seguramente, sancionados de alguna forma ejemplar.
No hubo pipas, no existió el ritual del cabro que puntualmente se hace los días 7 del mes en las alturas del monte principal.
Pasaba y pasaba el tiempo y no logramos recopilar nada de música.
Solo después de un mes y medio el jefe se me acercó un día y preguntó algo en su idioma. El intérprete lo tradujo así: - ¿Dónde está el pequeño cabellos de sol?
No supe como explicarle que había muerto hace veinte años casi exactos.