jueves, 30 de octubre de 2014

Máquina de luces


Una máquina perfectamente sincronizada me revienta los tímpanos. Su ritmo es perfecto y los vapores que me saca del cerebro son su combustible en mis adolescentes noches. Su metálica presencia llena mi cuarto hasta que la luz penetra por la ventana. Desinteresada está siempre allí, destrozando mi cabeza y llenándola de basura en ocasiones, de gemas y joyas preciosas la mayor parte de las veces. Aunque la guía el azar, siempre mantiene su equilibrio. Me pone los pelos de punta cuando lanza su gemidos robóticos. El chirriar de sus engranes me conmueve hasta la última célula. Está allí, eternamente. Lo estará quien sabe cuantos años más, pues a pesar de ser un mecanismo simple es y será el más efectivo. Sigue así, preciosa, dale alegría al mundo.

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