La sala
es gigante, dotada de una pantalla envidiable y un sonido atronador. El mullido
asiento me recibe con un confortable abrazo. La luz gradualmente decae dando
paso a la pantalla negra que se puebla de letras. Rosita estaba allí de antes
que yo llegara, Clementina se sienta, recién, a mi lado.
- ¿Me
perdí algo? – Pregunta con tímida voz.
- Recién
comenzó – Le contesto.
No saca
los ojos de las imágenes proyectadas e ignora por completo mis miradas y mi
mano que busca la suya. Me encanta ella, su aroma, sus formas, su voz, sus ojos
que la oscuridad no me permite, por ahora, ver. Para ella el acudir al cine es
casi tan sacro como visitar un templo. La idea de venir fue de la Cleme, me
siento tan bien acompañándola y haciendo que ella me acompañe, es muy dulce y
agradable
Rosita,
por otro lado, me sorprende. Y que es una excelente cantante, que forma de
tocar la guitarra, que garbo y elegancia. A pesar de que no la conozco tanto me
es una mujer atractiva en grado sumo, cuando la miro me demuestra que es una
mujer de mundo y muy culta.
No puedo
creer que alguien hable tantos idiomas y con tanta fluidez, es algo que me
resulta casi increíble. Esos ojos felinos manifiestan claramente su carácter. Estoy
un poco hipnotizado.
Me saca
de ese estado la mano de Clementina; repentinamente la siento en la mía, es
suave, es amable y se mueve con cierto nerviosismo. Es muy delicada y el roce
de los dedos entrecruzados me transmite su inquietud. La abrazo, intentando que
se sienta cobijada y sepa que me interesa que se sienta bien. Posa, muy
lentamente, su cabeza sobre mi hombro y al llegar a el lanza un pequeñito
suspiro que me roba el corazón. Beso su frente, y de a poco se calma
Disfruto
del momento, quiero guardarlo eternamente en la memoria.
Pero a
Rosita le gusta ser la diva, le encanta que la miren y ser el centro de
atención del Universo. Tiene mucho carácter y sabe hacerse ver, comienza a
moverse cadenciosamente agitando las caderas. Como si supiera en que estoy
pensando me lanza un beso que me cautiva y me transporta a un sitio y lugar
indeterminado. Es sumamente coqueta. Mi mirada se queda con Rosita durante unos
minutos.
Clementina
aprieta mi mano y ríe, con una risa burlona, ante algún disparate que Rosita ha
dicho. De un salto se sienta, busca algo en su bolso. Busca y busca, haciendo
un ruido considerable, no obstante, los escasos presentes en la sala no
responden. Todos están demasiado interesados en el documental como para
distraerse por algo tan pequeño. La pantalla me captura nuevamente, pero mi
concentración se pausa.
- Traje
galletas - Me dice Clementina y ausculta la bolsa hasta que encuentra una que
cree será de mi gusto. Se toma su tiempo y me la pone en la mano.
- Gracias
– Comienzo a masticar, y a saborear. Como cocinera Cleme me ha comprobado que es
excelente y que le pone mucho amor a las cosas. Estoy pensando en eso cuando me
percato de que Rosita está distante, mirando con desdén. Debo de verme muy poco
glamoroso comiendo galletas, pienso, y me apuro en tragar.
Rosita
aplaude suavemente con sus manos, llevando un compás musical imaginario.
Estoy
absorto en mi galleta.
Rosita
percute con más fuerza, para alguien con su personalidad no es tolerable el que
la ignoren.
Sigo
disfrutando de mi galleta y miro de reojo a Clementina, que no desvía ni medio
milímetro sus ojos de la pantalla.
Pero
Rosita exige y me muestra su vestido elegante,
que empieza a agitar descaradamente y con claro ímpetu de provocación.
Parece una semi-diosa. Me olvidó de Cleme por unos momentos.
Me acerco
a Rosita en un ágil movimiento que me levanta del asiento, miro todos los
detalles de su rostro y creo que hasta podría enamorarme de ella. Pero es una
idea absurda. Me acomodo nuevamente en la silla y observo cada peca de
Clementina, es precioso el color que toma su rubio cabello con las luces de la
proyección del celuloide. Quiero enamorarme de ella, Rosita solo es un amor
pasajero.
Pero
Rosita insiste, usando artilugios arteros, haciendo derechamente trampa al internarse
en un campo en el que sabe no tiene competencia. Arregla su garganta y con toda
potencia entona la Paloma, todos los asistentes al cine reaccionan; parecen
maravillados ante su audacia. Que voz, que textura, que expresión; es un terciopelo
que me rellena cada oído. Que forma de rellenar su escenario y de cubrir en el
cada centímetro, una artista en todo su esplendor. Clementina parece
sorprendida por la reacción de Rosita, no obstante, sabe que mi cariño es solo
suyo. Nunca me han gustado las divas, por bien que canten. Es cierto, su figura
es bellísima, pero ¿A qué costo?
Rosita
podrá ser todo lo famosa y apreciada en el extranjero, podrá haber tocado techo
y haber hecho cosas impensables de realizar en este país; pero adoro a
Clementina.
Rosita Serrano,
puedes cantar todo lo que quieras, puedes jactarte de haber encandilado a los
nazis y al Fuhrer en los años treinta, puedes haber sido una gran guitarrista,
puedes haberlo perdido todo y haber recuperado tu vida una y mil veces, puedes
haber recorrido el país y el mundo entero. Puedes haber sobrevivido a una
guerra y a que el gobierno nacional-socialista te haya declarado su enemiga, tal
como nos cuenta este documental.
Pero saldré
de esta sala y lo que siento por ti se habrá desvanecido, cerraré los ojos y
todo se habrá ido.
¿Y sabes
por qué? Porque hay una cosa que jamás me podrás entregar: amor. Amor que
Clementina me da en todos y cada segundo que pasamos juntos.
Eso sin
contar con que cocina las galletas más sabrosas que te puedas imaginar.
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