lunes, 27 de octubre de 2014

Rosita

La sala es gigante, dotada de una pantalla envidiable y un sonido atronador. El mullido asiento me recibe con un confortable abrazo. La luz gradualmente decae dando paso a la pantalla negra que se puebla de letras. Rosita estaba allí de antes que yo llegara, Clementina se sienta, recién, a mi lado.
- ¿Me perdí algo? – Pregunta con tímida voz.
- Recién comenzó – Le contesto.
No saca los ojos de las imágenes proyectadas e ignora por completo mis miradas y mi mano que busca la suya. Me encanta ella, su aroma, sus formas, su voz, sus ojos que la oscuridad no me permite, por ahora, ver. Para ella el acudir al cine es casi tan sacro como visitar un templo. La idea de venir fue de la Cleme, me siento tan bien acompañándola y haciendo que ella me acompañe, es muy dulce y agradable
Rosita, por otro lado, me sorprende. Y que es una excelente cantante, que forma de tocar la guitarra, que garbo y elegancia. A pesar de que no la conozco tanto me es una mujer atractiva en grado sumo, cuando la miro me demuestra que es una mujer de mundo y muy culta.
No puedo creer que alguien hable tantos idiomas y con tanta fluidez, es algo que me resulta casi increíble. Esos ojos felinos manifiestan claramente su carácter. Estoy un poco hipnotizado.
Me saca de ese estado la mano de Clementina; repentinamente la siento en la mía, es suave, es amable y se mueve con cierto nerviosismo. Es muy delicada y el roce de los dedos entrecruzados me transmite su inquietud. La abrazo, intentando que se sienta cobijada y sepa que me interesa que se sienta bien. Posa, muy lentamente, su cabeza sobre mi hombro y al llegar a el lanza un pequeñito suspiro que me roba el corazón. Beso su frente, y de a poco se calma
Disfruto del momento, quiero guardarlo eternamente en la memoria.
Pero a Rosita le gusta ser la diva, le encanta que la miren y ser el centro de atención del Universo. Tiene mucho carácter y sabe hacerse ver, comienza a moverse cadenciosamente agitando las caderas. Como si supiera en que estoy pensando me lanza un beso que me cautiva y me transporta a un sitio y lugar indeterminado. Es sumamente coqueta. Mi mirada se queda con Rosita durante unos minutos.
Clementina aprieta mi mano y ríe, con una risa burlona, ante algún disparate que Rosita ha dicho. De un salto se sienta, busca algo en su bolso. Busca y busca, haciendo un ruido considerable, no obstante, los escasos presentes en la sala no responden. Todos están demasiado interesados en el documental como para distraerse por algo tan pequeño. La pantalla me captura nuevamente, pero mi concentración se pausa.
- Traje galletas - Me dice Clementina y ausculta la bolsa hasta que encuentra una que cree será de mi gusto. Se toma su tiempo y me la pone en la mano.
- Gracias – Comienzo a masticar, y a saborear. Como cocinera Cleme me ha comprobado que es excelente y que le pone mucho amor a las cosas. Estoy pensando en eso cuando me percato de que Rosita está distante, mirando con desdén. Debo de verme muy poco glamoroso comiendo galletas, pienso, y me apuro en tragar.
Rosita aplaude suavemente con sus manos, llevando un compás musical imaginario.
Estoy absorto en mi galleta.
Rosita percute con más fuerza, para alguien con su personalidad no es tolerable el que la ignoren.
Sigo disfrutando de mi galleta y miro de reojo a Clementina, que no desvía ni medio milímetro sus ojos de la pantalla.
Pero Rosita exige y me muestra su vestido elegante,  que empieza a agitar descaradamente y con claro ímpetu de provocación. Parece una semi-diosa. Me olvidó de Cleme por unos momentos.
Me acerco a Rosita en un ágil movimiento que me levanta del asiento, miro todos los detalles de su rostro y creo que hasta podría enamorarme de ella. Pero es una idea absurda. Me acomodo nuevamente en la silla y observo cada peca de Clementina, es precioso el color que toma su rubio cabello con las luces de la proyección del celuloide. Quiero enamorarme de ella, Rosita solo es un amor pasajero.
Pero Rosita insiste, usando artilugios arteros, haciendo derechamente trampa al internarse en un campo en el que sabe no tiene competencia. Arregla su garganta y con toda potencia entona la Paloma, todos los asistentes al cine reaccionan; parecen maravillados ante su audacia. Que voz, que textura, que expresión; es un terciopelo que me rellena cada oído. Que forma de rellenar su escenario y de cubrir en el cada centímetro, una artista en todo su esplendor. Clementina parece sorprendida por la reacción de Rosita, no obstante, sabe que mi cariño es solo suyo. Nunca me han gustado las divas, por bien que canten. Es cierto, su figura es bellísima, pero ¿A qué costo?
Rosita podrá ser todo lo famosa y apreciada en el extranjero, podrá haber tocado techo y haber hecho cosas impensables de realizar en este país; pero adoro a Clementina.
Rosita Serrano, puedes cantar todo lo que quieras, puedes jactarte de haber encandilado a los nazis y al Fuhrer en los años treinta, puedes haber sido una gran guitarrista, puedes haberlo perdido todo y haber recuperado tu vida una y mil veces, puedes haber recorrido el país y el mundo entero. Puedes haber sobrevivido a una guerra y a que el gobierno nacional-socialista te haya declarado su enemiga, tal como nos cuenta este documental.
Pero saldré de esta sala y lo que siento por ti se habrá desvanecido, cerraré los ojos y todo se habrá ido.
¿Y sabes por qué? Porque hay una cosa que jamás me podrás entregar: amor. Amor que Clementina me da en todos y cada segundo que pasamos juntos.
Eso sin contar con que cocina las galletas más sabrosas que te puedas imaginar.


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