Te despediste con abrazo natural, espontáneo, que me confunde
un poco. Tan ligero fue, que pienso que mañana mismo te podría ir a buscar para
ir a caminar, a un Museo, a ver alguna película, al teatro.
Cualquier panorama contigo es un excelente panorama, pero la
razón me vuelve a quitar esa tímida sonrisa y lloro.
Tu voz sigue sonando en mi cabeza.
Tu risa se dibuja frente a mí cuando te evoco.
Aunque hace frío, siento el calor de tu piel al abrazarme
como solo tú puedes.
Tengo muchas preguntas, para ti, para mí y para la vida. Y
entre más las repaso, menos respuestas tengo.
No quiero irme.
Quiero que la lluvia se lleve estas lágrimas, quiero echarle
la culpa al cielo de estas gotas saladas que me mojan por dentro y por fuera.
Lloremos juntos, cielo amigo, que hay mucha pena que sacar
afuera.