- Piense Ud., cuanto poder tengo en este momento, bastaría
con agitar este pañuelo para que los hombres apostados al pie del puente lo
hagan estallar – Dijo el alcalde, sin darse cuenta de que con ese simple
movimiento de muñeca puso en marcha todo el dispositivo que, según el documento
oficial, no debía de activarse hasta cinco minutos después de su desafortunada
señal.
- ¡Estamos perdidos!, ¡Qué desastre! – Espetaba el director
de la película, refunfuñando, pronunciando groserías en más de diez idiomas
distintos y llevándose las manos a la cabeza. Su enojo era evidente, pero no podía
desquitarse con el edil municipal, lo que aumentaba aún más su ira.
Por fortuna los camarógrafos estaban preparados y, salvo
un par de fallas en el encuadre que terminaron dando mayor dinamismo a la
escena, pudieron registrarlo todo. Eso es, precisamente, lo que vemos en la
pantalla cuando contemplamos esta película, hoy, de culto.