sábado, 30 de enero de 2016

Canta y no llores

El jefe de la banda era un melómano de proporciones dantescas y por eso decidimos darle un regalo a su medida para el día de su cumpleaños.
Entrar en la mansión fue la cosa más simple de la vida en esas condiciones. Éramos allí solo un montón de músicos más, pero que músicos.
Me sentí bastante incómodo con esos pantalones apretados y con ese sombrero, ni hablar.
La trompeta no se me da con facilidad.
Aprendernos las canciones fue casi un juego, aunque para decir verdad lo hicimos muy mal. Un grupo de gatos en celo habría sonado más afinado.
Le cantamos “El Rey” para que su maldito ego se inflara, no hay persona que se crea importante que no baje la guardia ante un adulador.
Otro par de canciones y sacamos los Magnum, que pasaron desapercibidos a ojos de la seguridad como un componente más de nuestra actuación.
Le reventamos la cabeza a balazos a ese perro desgraciado, a su esposa y a sus tres hijos que quedaron desparramados por el suelo.
Los mariachis callaron…
Huir de allí fue la parte más difícil, con mucha suerte y montados en la misma camioneta en que entramos logramos evadir el cerco de matones que había en el portón principal.
Misión cumplida.

Porque cantando se alegran, Cielito Lindo, los corazones…

jueves, 28 de enero de 2016

Tenemos que hablar

La entrevista estuvo hermosa. Nahuel me bendijo con su hermoso sonido y mis dedos estaban especialmente seguros. Mi voz tenía una tesitura cálida, todo salió de la mejor manera posible.
Ni en mis mejores sueños podría haberlo hecho mejor.
No obstante, estuve triste todo el programa.
Quizá era el frío, quizá era el día nublado y sedante. Ese Viernes me tenía inquieto sin una razón particular.
Al salir de la radio revisé mi teléfono. Llamadas perdidas de la musa amada. Varias.
Le llamé y supe a que se debía mi pena.
No dijo nada en específico, solamente que teníamos que conversar. Eso fue conmovedor, pero no tanto como el tono de despedida en que lo decía.
Me acerqué a su casa y, en mi inocencia, llevé todo lo que pensaba sería necesario para pasar la noche allí.
Pero las palabras crean realidades y el destino no quería que mis planes se cumplieran.
Volví a mi hogar triste, con un raro sinsabor.
Solo puedo decir que la amé sin dejarme nada.

lunes, 25 de enero de 2016

El Diablo tocó a mi puerta

Me dijeron con estruendo,
que aquéllo no se podía:
aprender doscientos versos
y cuarenta melodías.

sábado, 23 de enero de 2016

Por la Cordillera de los Andes

Hay un canario elegante
de plumas verde y dorado,
en una jaula enjaulado,
cuidado por un gigante.

Te diviso cordillera
con tu altura esplendorosa,
arquitectura preciosa
creada por la alta esfera.
Quien contemplarte pudiera
muro de porte galante,
con tus brillos titilantes
de mineral en calima,
cual colofón, en tu cima,
hay un canario elegante.

Es bello tu colorido
delicia para la vista,
no hay persona que resista
ser por tu faz seducido.
Un emblema eterno has sido,
que a la Patria has adornado
con tu rostro iluminado
cubierto por blanca nieve
que resalta tus relieves
de plumas verde y dorado.

Hermosísima señora
das gloria al suelo chileno,
espectáculo tan pleno,
de prestancia abrasadora.
Desde el alba hasta la aurora
postal de oro atesorado
con mil glorias dibujado
fue tu brillo natural,
no puede ser garbo tal
en una jaula enjaulado.

Tu bellísima delicia
es inspiración del poeta
cobriza y bella carpeta
que a mi espíritu es caricia
Para toda alma un albricia
es tu figura inquietante.
Con tus ecos crepitantes
de carácter muy donoso
parece tu manto hermoso
cuidado por un gigante.

miércoles, 20 de enero de 2016

domingo, 17 de enero de 2016

Si el Diablo me acompaña

Son poco más de las tres de la mañana, mala hora para caminar por este estrecho pasaje.
Hacía bastante tiempo que no pasaba por aquí a pie, hacía bastante tiempo ya que me había acostumbrado a no observar el paisaje a mi alrededor y sobretodo a no sentir ese gélido miedo que recorre el cuerpo cuando uno está a campo abierto iluminado solo por la luna y por las ganas de llegar luego a destino.
Además solo.
Un par de tragos de más y unas cuantas anécdotas con amigos en el pueblo y todo el sistema se atrasa. Quedarse abajo del bus en la noche es caminata garantizada por al menos un par de horas. Algún alma piadosa podría subirme a su transporte si fuera de día, pero en medio de la noche eso es casi imposible.
No suelo temer a los muertos, que muy ocupados han de estar descansando de todo lo que en vida hicieron. Pero hablar de los vivos es otra cosa.
Dicen que en esta zona andan cuatreros y que son duros.
No los he visto, pero me consta que desaparecen cientos de cabezas de ganado y a más de algún borrachín le han dado una golpiza y dejado sin nada.
Más de algún poblador ha desaparecido sin explicación, dejando viudas o niños a medio criar.
Obviamente al pueblo llegan solo los ecos de estas historias, por falta de testigos, por vergüenza a la burla o por miedo.
Pero cuando el río suena, piedras trae.
Por si las moscas, mejor apurar el paso.
Llegar a casa hoy va a ser un placer gigante.
El ruido de mis pasos sobre el asfalto es lo único que oigo, casi. El silencio se cuela en mis oídos y creo escuchar unos grillos a gran distancia.
A esta hora los pensamientos más raros se te asoman a la cabeza.
La soledad me está visitando seguido.
¿Por qué será que los chicos no me vienen a ver? Tan mal terminó todo con ellos que ni el teléfono suena. Entregué todo para criarlos, si trabajé tanto solo era para que nada les faltara. Pero se fueron.
¿Dónde habrá estado Dios cuando se marcharon?
Silencio sepulcral.
Ni siquiera un auto a lo lejos, ninguna luz en la distancia. Todas las casas muertas.
Cuando era niño hacía esta ruta muy temprano, para ir a trabajar. Volvía cuando el sol se estaba metiendo, me encontraba con todos los chiquillos de la escuela. Me habría encantado ir a la escuela, pero no se pudo. Otra de las cosas en que Dios no me ayudó. Pero si salí malo para el estudio salí bueno para la pega. No hay quien me la gane, aunque ahora en realidad trabajo únicamente para no estar solo. Quizá por eso siempre me atraso en una u otra cosa, para no ver el enorme caserón vacío en que vivo. Sobra el espacio en ese lugar.
Suerte, parece que viene un auto a lo lejos. Se ve alguna luz.
¿Es un auto o no?
La luz se mueve mucho para serlo. 
Por precaución me voy a fondear.
Se escuchan los cascos de caballos. Son muchos. Calculo que diez o doce, por lo bajo.
Se acercan. Buscan entre los árboles del bosque. Están cerca.
Dios ayúdame, si en la vida me has fallado creo que ahora me debieras acompañar. Siempre te rezo y te busco, te trato de escuchar. Quiero seguir tus señales. ¿Dónde estás?
Se acercan. Sin duda son los cuatreros, están a escasos pasos y me han visto. 
Dios nuevamente me abandonó.
Me apuntan con sus pistolas, preguntan donde vivo, me quitan mis pocas pertenencias. 
Dios ni aparece.
Me amarran a un árbol y me dan un par de golpes. Por lo que entiendo me van a usar para practicar su puntería. Se juegan a suertes el turno de quien empieza, el que primero de en el blanco se quedará con mi poncho cacique.
Malditos sean todos.
Dios omnipresente está aquí se supone. O no es omnipresente o no le importo. De todas maneras, soy muy insignificante para él.
Un mocoso de no más de quince años carga su revólver con mano inexperta.
Me olvido de Dios y llamo en el único que me puede ayudar. Ese que si se ha manifestado en mi vida.
Con todas mis fuerzas grito:
- Diablo, aparécete, diablo.
Ríen.
Se burlan de mí.
Recibo un par de golpes.
Nada importa, sé que el sí aparecera. No es una fábula.
- Diablo. – grito nuevamente.
Siguen riendo. Bajan la guardia.
Recibo un golpe en una de las costillas que creo, me han quebrado.
Me quitan los pantalones...
Al parecer su blanco será otro, están en eso cuando un fuerte crujido se oye entre las ramas.
Se asustan.
Apuntan hacia la zona.
Crujidos en otro sitio, todos los cuatreros miran hacía allá. Un grito de uno de los cuatreros.
Desapareció entre la densidad del bosque.
Cada vez con más susto trataban de apuntar, a la oscuridad. 
Sigo gritando: - Ayúdame, Diablo. Dale, Diablo.
Tratan de hacerme callar y uno a uno siguen desapareciendo. El mismo grito y, en la penumbra desaparece otro más. Sé que es el Diablo. Ha venido a acompañarme una vez más. Si el Diablo me acompaña me siento muy seguro.
Solo queda el mocoso ese, sin asomo de barba. 
Tirita y casi está llorando. Está agitado y confundido el pobre chico.
Le pido que me desate. Puedo hacer que se salve si me desata ahora mismo, pero no le interesa. Quiere saciar su sed de matar, como si pudiera él matar al Diablo. 
Rodeado de cadáveres quiere inyectarse valentía, pero la valentía es cosa de hombres y no de niños.
De un salto el Diablo se le tira encima. Le destroza el rostro de un mordisco y luego lo degüella con una rabiosa mordida.
El Diablo es fiero, es fiel y no tiene miedo. Cuando me ve se calma al fin. Lo saludo mientras me intento desatar.
Comienza a ladrar y a gemir como el amigo que es. Es el mejor amigo de este hombre. El perro más leal que he conocido. 
Cuando el Diablo me acompaña, me siento muy seguro.

jueves, 14 de enero de 2016

Verso por sabiduría

Sufre, si quieres gozar;
baja, si quieres subir;
pierde, si quieres ganar;
muere, si quieres vivir.

Hay veces en que la vida
parece darte la espalda
el corazón se te escalda
por no encontrar la salida.
Aún con el alma dolida
no dudes en avanzar,
llegará el sitio o lugar
del disfrute suculento,
mas, recuerda el fundamento:
sufre, si quieres gozar.

Si la estrella te ilumina
y gozas buena fortuna
es actitud oportuna
mantener la disciplina.
No andes armando bolina
ni hagas tal de presumir.
En la lucha por construir
la verdadera bondad
mantén siempre la humildad,
baja, si quieres subir.

No te creas autoridad,
ni la voz de la experiencia
mejor abre la conciencia,
dale uso a cabalidad.
Solo si hay necesidad
en sugerir o acotar
házlo bien, sin criticar,
da a tus palabras sosiego
y ese mal que llaman ego
pierde, si quieres ganar.

Conversa mucho contigo
llega a conocerte a fondo,
que en el abismo más hondo
solo uno es su propio amigo.
Busca en lo simple el abrigo,
que lo habrás de conseguir
no luches por perseguir
la alegría en los haberes
a este mundo y sus placeres
muere, si quieres vivir.

lunes, 11 de enero de 2016

Ño Morales

Investigar y aprender fueron las motivaciones primarias que dieron motor a que me interesa por esta área, el saber de dominio, el saber por saber. De a poco y gradualmente, a través de encuentro casi fortuitos con el sentido de la vida, fui dándome cuenta de que en realidad esta gente; tan alejada del vertiginoso ritmo citadino y contemporáneo, no busca ni ostenta el saber por el saber. Su saber está ligado a cambiar su mundo y su ambiente, a tener una mejor calidad de vida aplicando su conocimiento y sus capacidades cognitivas en servicio de sí mismos, pero sobre todo del otro.
Siempre bajo la regla de oro: Ama a tu prójimo, como a ti mismo.
Así fue, que hace muchos años, cuando aún era joven y no tenía fama ni dinero, que algún día los tuve, llegué a ese pequeño pueblo. Cercano a Dinteles, pero más apartado hacia la costa.
Me encontré allí, de noche, sin dinero. Con la guitarra cansada y algo perdido. Decidí que alojar en ese lugar era la mejor opción que tenía.
Pregunté en todo sitio acerca de cual era la mejor opción para pasar la noche y la respuesta fue la misma: Donde Ño Morales. Fui al sitio donde vivía Ño Morales, me acerqué a su hostería.
Una hostería modesta, rodeada de yuyos y de zarzamoras. La pintura desgastada y como siempre, un par de galgos a la entrada.
El lugar estaba lleno de gente, dentro de su pequeña capacidad. Las alojadas a la Virgen serían pronto y eso implicaba que muchos estudiosos querían ver, grabar y preguntar todo lo relativo a tal festividad. Yo venía de vuelta, de estar estudiando en otros lugares, las alojadas eran algo para mí conocido y querido. De guaina que las había visto y perdí, inclusive, la cuenta de a cuantas asistí. Pregunté a Ño Morales si es que había una habitación para mí. La pregunta le complicó, pero al cabo de dos minutos me dijo que sí. Nos sentamos a beber uno de grano, caliente en esa noche tan gélida. Sobre una pequeñita mesa de noche que había en la cocina.
Ño Morales me planteó que tenía algún compromiso que cumplir, que no me preocupara. La gente del segundo piso estaba solo de paso y su estadía no incluía pensión de ningún tipo, no obstante, yo podía quedarme en el primer piso, en su habitación. El volvería durante la mañana siguiente, a eso de las siete de la mañana, quizá antes. Que no me preocupara dijo. Me dejó una tetera sobre el brasero. Un paquete de velas, un poco de agua en un lavatorio, una caja de fósforos y un par de frazadas, por si hacía falta.
Nos despedimos y me acosté.
A medianoche sentí un hambre enorme y recordé que en el estuche de la encordada tenía un pan y un tarro con manjar. Tomé aquello y me dirigí a la cocina a buscar un cuchillo y un abrelatas para poder juntar los ingredientes. Choqué con un biombo, biombo que no estaba antes de irme a dormir. Prendí una vela, la llevaba en el bolsillo, pero no la quise prender antes. Allí estaba, en la diminuta mesita de noche que en la cocina había, nada menos que Ño Morales.
Apagué mi vela y me devolví a la habitación, no quería despertarlo.
Me costó dormir, no comprendí bien la situación. Pero finalmente el sueño fue más fuerte.
A la siguiente mañana Ño Morales estaba vestido con sus mejores ropas. Tenía el desayuno listo y fue a invitarme a comer con él. Me dijo que en su compromiso le había ido bien. Con esas escuetas palabras cerró el tema. No quise decirle que durante la noche le vi incómodo y torcido sobre la mesa, pasando quizá frío. Su nobleza de campesino y de hombre de la tierra guió su acto y se comportó como el mejor anfitrión, pero sobre todo, como un ser humano virtuoso y sabio.
Desde ese día, decidí entregar mi corazón al terruño y su gente. Desde entonces, mi canto fue lo que fue.

viernes, 8 de enero de 2016

Flores surtidas

Elegir flores es un arte. Las hay de los más diversos colores, tamaños, aromas e intensidades. Pensó que sería buena idea llevarle un ramo surtido con el que pudiera expresar lo que por ella sentía.
Escogió cinco efluvios olorosos, uno de cada color, con sumo cuidado. Una roja, una amarilla, una blanca, una morada y como no, una rosa. Fue muy meticuloso en su elección. Invirtió en ello más de dos horas.
La florista quedó impactada por la dedicación que tomó en el gesto.
A continuación el hombre se afanó en elegir cinco claveles. Con la misma parsimonia fue descartando los que no le parecían suficientemente hermosos o que no tenían mérito para celebrar a su amada.
Y así, fue sumando peonías, asfódelos, lirios, petunias, girasoles. Si no hubiera sido porque tenían que cerrar, aún estaría allí.
Armó un ramo hermoso y nutrido con mucho cariño.
Decidió ir caminando al departamento en el que ella vivía, pero a medida que avanzaba, recordaba. Cada evento dudoso, cada capítulo triste, cada emoción aniquilada por una decisión absurda de su parte. Y la decepción inundó su hidalgo corazón, progresivamente.
Le pareció que las flores eran demasiado para ella. ¿Frágiles e inocentes flores en manos de ella? No le pareció correcto. Ninguna de ellas podría simbolizar lo que sentía por ella, pues toda flor es bella.
Se acercó a una muchacha que estaba sentada en la banqueta y le regaló el ramillete, aquélla niña respondió con la más hermosa sonrisa que puede haber sobre la tierra.
Siguió rumbo al departamento, mal que mal, tenía que recuperar algunas cosas que dejó olvidadas cuando ella decidió romperle el corazón.

martes, 5 de enero de 2016

Doncella hermosa y querida


Doncella hermosa y querida
No acepto mi triste suerte,
¿Cómo no poder quererte
a tí, razón de mi vida?

Con la voluntad dolida
llevo este dolor tan fuerte,
que se parece a la muerte
mientras siento tu partida.

Fue una relación florida,
privilegio el conocerte,
solo a mi lado saberte
despertó a mi alma dormida.

Volverás, lo sé, algún día
perdido nunca he de haberte,
el tiempo grita que al verte,
regresará mi alegría.




sábado, 2 de enero de 2016

Calibración

Fue hace un tiempo. Abrí mis brazos y le pregunté: ¿Cómo estás? La recibí, acaricié su espalda y acerqué mis manos a sus caderas. Su hermoso cabello oscuro me mesmerizó con su fragancia. Bajé por su frente, desnudé sus mejillas con mi labios, busqué su sensual boca que me respondió con una húmeda calidez. 
Fue entre guitarras de todos los tamaños y colores. 
Me arrulló con lengua, hizo que mi sangre hirviera. La excusa fue calibrar su bajo.

Sin duda, el mejor beso.