Encontré esto entre mis
escritos, la letra se me hace conocida. Podría ser de Sarrey, del poeta Sarrey;
pero el estilo es muy distante a lo que acostumbraba escribir.
Un
mariposa cubre sus frutos, una mariposa morada cubre sus frutos rojos.
Se
espanta, se queda. Se congela, no sabe volar.
Tomo la
mariposa, le doy un sacudón y la quito de mi camino. Maldito bicho inservible
que solo sirve de estorbo.
Dulces
frutos sublimes, maravillas de la naturaleza. Jugosa realidad y fantasía fruto
de la misma semilla.
Semilla.
Palpo
su superficie, huelo esa juvenil cáscara. Recorro con mis marchitas manos esa
turgente vitamina que recubre su superficie perfecta. ¿Permanecerá la fruta
turgente?
Acaricio
el fruto sagrado, hace tiempo probado y que dejó de ser prohibido para el
humano hace muchas generaciones.
Dejo de
jugar. Le hinco el diente, rompo la dermis. Las samaras vuelan por los aires
esperando ser germinadas. Su sabor es refrescante, deja una textura sedosa en
la lengua.
Lengua.
Se
deshace en mis manos, se desvanece hecho un néctar que hasta a las ninfas les
daría un placer no vivenciado.
Como el
fruto, uno, dos, tres, una y todas las veces que puedo hacerlo.
De a
poco las mariposas establecen su morada en otro lugar, la podredumbre es
inminente.
Amán
Trimegisto.
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