jueves, 9 de octubre de 2014

Trimegisto

Encontré esto entre mis escritos, la letra se me hace conocida. Podría ser de Sarrey, del poeta Sarrey; pero el estilo es muy distante a lo que acostumbraba escribir.

Un mariposa cubre sus frutos, una mariposa morada cubre sus frutos rojos.
Se espanta, se queda. Se congela, no sabe volar.
Tomo la mariposa, le doy un sacudón y la quito de mi camino. Maldito bicho inservible que solo sirve de estorbo.
Dulces frutos sublimes, maravillas de la naturaleza. Jugosa realidad y fantasía fruto de la misma semilla.
Semilla.
Palpo su superficie, huelo esa juvenil cáscara. Recorro con mis marchitas manos esa turgente vitamina que recubre su superficie perfecta. ¿Permanecerá la fruta turgente?
Acaricio el fruto sagrado, hace tiempo probado y que dejó de ser prohibido para el humano hace muchas generaciones.
Dejo de jugar. Le hinco el diente, rompo la dermis. Las samaras vuelan por los aires esperando ser germinadas. Su sabor es refrescante, deja una textura sedosa en la lengua.
Lengua.
Se deshace en mis manos, se desvanece hecho un néctar que hasta a las ninfas les daría un placer no vivenciado.
Como el fruto, uno, dos, tres, una y todas las veces que puedo hacerlo.
De a poco las mariposas establecen su morada en otro lugar, la podredumbre es inminente.


Amán Trimegisto.

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