Cuando el calor estaba en su plenitud, decidió verter sobre el un bidón
de 20 litros de agua. ¿Aburrimiento quizás? Tal vez. Sin falta, cada día por medio, revuelve el brasero en
busca de algún residuo de candela en esa melcocha húmeda de líquido y pretérito
fuego con la esperanza de no morir de frío.
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