viernes, 20 de mayo de 2016

Variaciones del sueño XXXIII

Corro con los niños en brazos.
Afortunadamente siguen creyendo que esto es un juego y hasta lo disfrutan un poco.
Viendo una caverna, aparentemente segura decido dejarlos allí.
Doy órdenes expresas a Paloma de que, ante cualquier peligro, no dude en usar su espada y gritar. Abdón me pregunta a donde voy y le respondo que a terminar algo que comenzó mal y concluyó peor. Me desea suerte e ingresa rápidamente al agujero entre los árboles.
Es difícil saber donde está el punto más alto en este bosque, o si hay algún lugar para usar como mirador y anticipar los movimientos de mi adversario. Hago un meticuloso rastreo, desde donde veníamos la pendiente estaba bastante marcada. Debo ir hacia el norte en busca de un punto desde donde observar.
Camino gran distancia, ya sin la velocidad que tenía en un principio y la veo frente a mí. Leyó mi estrategia completamente.
Sus ojos no son los mismos que antes, la destrucción, la ira y una maldad sin límites los tiñen de otro color. Está evidentemente cansada, con gran desgaste emocional y físico.
Los gestos son violentos y duros, carentes de la delicadeza característica que admirara yo algún día. No entiendo como pude enamorarme de alguien así y permitirle ser la madre de mis hijos, jamás pensé que podría transformarse en esto.
Siento que su mente está nublada, confundida y difusa. No piensa con claridad en lo absoluto cuando trato de leer su mente.
Espero, espero, espero…
Si logra concentrarse y tener algunos escasos segundos de la genialidad que ostentaba cuando ella era feliz, estoy en graves problemas. Lo más probable es que no saldré con vida de esta, aunque esté a mal llevar y sea continuamente maltratada por su nuevo maestro, no debo de olvidarme de que fue mi mejor alumna en cuanto a talento y disciplina.
De todos modos, tengo dos grandes ventajas. Me subestima en demasía y piensa que soy demasiado apegado a los manuales y reglas de combate.
Hoy no estoy para formalismos, defenderé mi vida y la de mis niños a como de lugar.
Por fin veo y siento algo.
Piensa derribar uno de los grandes árboles que nos rodean y hacerlo caer sobre mí. Es una buena idea tomando en cuenta de que un combate cuerpo a cuerpo es casi imposible en estas circunstancias. No es n método limpio, pero puede garantizarle mi muerte.
Le lanzo la katana con todas mis fuerzas en pleno rostro. Con gran habilidad y casi bailando una pieza de ballet, la esquiva. Una burlesca sonrisa toma forma en su cara, levanta la katana en gesto de iracundo ataque, pero no logra zafarse del enorme arce que se le viene encima.
Me mira con gran odio e intenta salir de la jaula de madera en que está encerrada.
- Si te tranquilizas y me pides disculpas por todas las malas jugadas que me has hecho te sacaré de allí. – Le digo.
No dice nada.
- Puedo perdonarte, yo sé que puedo. – Insisto.
Evade mi vista y se esfuerza por alcanzar su katana.
No responde y dejarla con vida es un peligro, debo terminar lo que hace mucho tiempo empezó.
Junto energía en mi mano, ésta se transforma en una bola de fuego. Cuando ya casi no puedo controlarla por su excesivo tamaño, la lanzo contra el árbol derribado. La pequeña explosión provoca la caída de otros árboles y una combustión inmediata.
Lamento que esto haya terminado así, pero no había otra forma. Es ella o yo.
Salgo corriendo de allí, con un tremendo dolor en el pecho (al lado izquierdo se expresa con gran fuerza) y algunas lágrimas corren por mis mejillas.
Es poco probable que se salve, pero siendo ella todo es posible.

YO SÉ QUE VENDRÁ POR MÍ.

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