lunes, 30 de mayo de 2016

El acordeón-quiere comer-de mi pellejo-no va a poder.

Era una muchacha de unos veinte años, rubia o quizá pelirroja, que tocaba el acordeón. O creía tocarlo,porque en realidad interpretó solo una canción y la repetía de forma incesante. Mientras tocaba lloraba, parecía esclava del instrumento. Quería convencerme de que me lo llevara, decía que me lo quería regalar (vender o permutar, no recuerdo bien).
No accedí.
Me di cuenta, luego, de que desde el fuelle salían unos brazos que se aferraban a ella con violencia. El acordeón no era más que un parásito que continuó tocando y tocando frente mío.
Me pedía que la recordara, según ella habíamos vivido muchas cosas juntos.
Forcé la memoria y me fue imposible hallarla en mi pasado. Imposible saber quien había sido.
Cuando me acerqué, para mirar mejor su rostro, desde el teclado surgieron múltiples llamas e inmediatamente desperté.

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