domingo, 16 de septiembre de 2012

Valderrama me enseñó


Mucho, bastante, demasiado. Lo que me apena del asunto es que su influencia es sustancial y trascendente, pero el tipo ni siquiera me conoce. Es más, de mi existencia no debe saber absolutamente nada. Me gustaría conocerlo, estoy seguro que aunque nuestro diálogo de presentación sea en extremo breve y lacónico serviría de viga fundamental para mi filosofía de vida.
Lo vi en mi infancia en reiteradas ocasiones, quise incluso ser su colega pues, le admiraba y tenía gran respeto. A esa tierna edad pensaba para mí mismo: “Cuando grande quiero ser como él”; aunque hoy en realidad es muy diferente la opción de vida que elegí con respecto a mis dedicaciones. Es que el tipo no pasaba desapercibido, para nada. Un simple vistazo y uno ya le reconocía, se notaba su presencia y bueno su ausencia con mayor intensidad. Han pasado más de veinte años…Veinte y fracción… de la primera vez que me dí cuenta de cómo se hacían las cosas, solamente mirándolo.
Era el motor, la cabeza pensante, siempre genial y preciso. Jamás dubitativo y muy astuto para sorprender y, a la vez, hacer bien su trabajo.
No era especialmente el centro de la atención, no le gustaba figurar y hacía lo necesario sin ostentación. Ese mismo gesto y esa actitud le daban la elegancia que tiene lo simple y a la vez funcional, ese garbo de lo que está bien diseñado y hecho. Su rol escasamente era notable, él hacía lo que las circuntancias requerían y dejaba que otros se lucieran.
Allí fui aprendiendo que lo importante no es hacer ruido, que no es trascendente figurar ni quien ocupa más páginas en las revistas, o quien tiene la foto del titular. Lo que te llena es trabajar en pos de objetivos comunes y permitir que tu equipo salga adelante, podemos estar hablando de pareja, familia, trabajo, colegas y un largo etcétera; dicho principio siempre se mantendrá inalterable.
Esperábamos para verle y después comentar lo que había hecho, ninguna explicación lograba llenar todos los huecos y colmarse de detalles que dieran fiel traducción a los hechos. Funcionaba como una máquina bien aceitada, momento indicado, intensidad justa, lugar exacto. Mirarlo era un lujo.
Ahora debe estar rondando los cincuenta años creo. No recuerdo con exactitud la última vez que lo vi, profesionalmente hará casi unos diez años. El “Pibe”, cuanto cariño le tengo a Valderrama. Y no es menor, que me haya hecho dar cuenta de que no es necesario que te miren a cada instante para hacer tu trabajo bien, que puedes ser el mejor en algo dándole herramientas a otros. Por que él lo hacía, no era un farandulero y jamás le vi en la televisión o el diario por algo extra-profesional. No le vi salirse jamás de madres ni ser pesado con persona alguna, Valderrama es a juicio del Vox-Populi un excelente futbolista. 
Nada lujoso, nada parafernálico; simplemente inteligente y con visión amplia. Agudo para llevarse marcas, omnipresente en el campo de juego. No fue un goleador ni sus estadísticas quizá hablen maravillas de él, pero si contamos todas la ocasiones en que metió un pase gol imposible, en que habilitó al borde del off-side sabiendo esperar el error del rival, cada tiro libre servido milimétricamente la perspectiva cambia en forma radical. Ese diez en la espalda, esos históricos encuentros de Italia 90’, las copas América (sonbretodo la del 87’), las clasificatorias para los mundiales, mucho.
Gracias por todo amigo Carlos Valderrama, el fútbol no es lo mismo sin ti.

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