martes, 2 de abril de 2013

Debate


Camino a su nueva morada pensaba en como le haría de bien un descanso de dos meses. Hacía mucho tiempo que venía planeando salir de vacaciones sin tener el coraje necesario para dejar de lado todas sus actividades. Finalmente y luego de un par de años para olvidar se fue a su casa en el campo, la cual contaba con la ventaja inigualable de ser un paradero desconocido para todo miembro de su familia, para su detestado jefe y para las mujeres que lo acechaban constantemente.

Cuando tenía unos 25 años había vivido aquí, el lugar permanecía casi igual a como lo había dejado. En la puerta un cúmulo de correspondencia dirigida a él, claro, con su antiguo nombre. Había decidido cambiarlo cuando volvió al trabajo serio, cuando se estableció en la capital y quiso dar un giro a su vida. Inconformista como siempre, creyó que saborear un par de meses de su antigua vida le sentaría bien.

Se tomó todo el día para ordenar el lugar, arreglar la disposición de los objetos, limpiar y, en definitiva, hacerlo más hospitalario. La tarea no le resultó difícil, ya que la casa contaba con un magnetismo especial y único, por lo que requería solamente modificaciones menores.

Al siguiente día por la mañana desarrollaría tareas en el huerto y los jardines, quería depender lo menos posible del mundo exterior y salvo excepciones que tuvieran demasiado mérito, salir de casa.

Cuando fue a la cama Jaime se dijo: - Hogar, dulce hogar.

Se levantó muy temprano, el día le resultó especialmente hermoso por lo que decidió iniciar su labor lo antes posible. Se dirigió a la despensa en búsqueda de los materiales necesarios, a saber: palas de múltiples dimensiones, azadón, chuzo, tijeras de podar, etc.

Enfiló hacia la puerta y se encontró con un sobre amarillo debajo de ella, éste le resultó familiar de inmediato. Tiró todo lo que llevaba a cuestas al piso y tomó el sobre, antes de volver a estar en posición erguida ya había leído la carta por completo. Era una invitación a una charla sobre literatura.
- Como en los viejos tiempos, ¡no lo puedo creer!- Se dijo a sí mismo, extrañándose por no haberla recogido el día anterior.
Decidió ir.

Al llegar al Instituto Literario Bella Fantasía se encontró con muchas cosas del pasado, que le hicieron pensar en voz alta.
- Me parece interesante el que en dos días, apenas dos días, haya vuelto a sucesos de hace tanto. Estar aquí es muy gratificante, participaré con jovencitos en algún debate. Será maravilloso, podré recordar como fue cuando tenía la edad de ellos.

En efecto, el sitio estaba lleno de muchachos Universitarios con facha de intelectuales, algunos se daban el pote, otros parecían muy tímidos. Fijó su atención especialmente en uno de boina que fumaba pipa.
No sabía de qué trataban las charlas o debates de cada sala, para no parecer perdido decidió que sería mejor entrar en cualquiera. Ninguna tenía información o algo que diera una seña siquiera, a lo más un número y una letra.
- Confiar en jóvenes literatos pseudo revolucionarios, ¡jamás! –Se dijo con gran autoridad y seguridad. Entró a la sala un segundo antes de que tres muchachitas lo miraran primero con espanto y luego con odio al oír su comentario. Las tres entraron a la sala tras de él.
Una, de lentes ahumados, tomó algo así como un acta y se sentó en una de las sillas dispuestas en círculo, motivando a los demás a sentarse en los lugares que iban quedando vacíos.
- Muy bien- dijo ella, - Sean todos bienvenidos a la charla-debate 3b del Instituto Literario Bella Fantasía, el tema que nos convoca el día de hoy es la obra de Andrés Carin Arteaga. Célebre poeta, cuentista y ensayista, además de notable musicólogo y sociólogo.
Como Uds. sabrán la vasta obra de este autor está entre una de las más destacadas en nuestro país y ha sido...galardonada a nivel nacional e internacional.
La muchacha tomó una pausa cuando vio a Jaime haciendo un ademán de desinterés, cosa que le pareció de lo más vulgar y descortés, sobretodo viniendo de alguien como él. De un chiquillo se podía esperar, pero de alguien mayor como Jaime no.
Afortunadamente cada asistente contaba con un papel con su nombre en el pecho, eso permitía al monitor de la charla identificar plenamente a cada uno, sobretodo a aquél que fuera un distractor.
La muchacha continuó con su labor. – En esta ocasión rescataremos algunos poemas del libro Amarga Astucia. Empezaré con Templanza… “Cuando la hora me haya llegado…” La muchacha se largó a leer poema tras otro, parecía poner en ello toda su emoción y su sentir, como si cada palabra del texto fuese sido diseñada por o para ella, lo hacía con gran autoridad y el resto de los asistentes parecían hipnotizados ante ella. Una de las muchachas con las que había entrado, una rubia pecosa de cara muy inocente miraba a Jaime con curiosidad, mientras la tercera parecía empeñada en parecer una dama refinada, culta y astuta.
“…Suspirando y sin meditación alguna no puedo darte mi trozo de luna”. Terminaba de leer la monitora.
Obnubilada y como saliendo de un trance empezó a guiar la conversación. – Bueno, ¿Qué les ha parecido la selección?
- Creo que has tomado algo de cada época clave de Andrés Carin, has pasado por todos sus períodos, lo que es loable pues muchas de sus obras se perdieron cuando el autor murió en la cárcel.- Señaló un gordito que parecía más un fanático de la biografía que de la literatura de Andrés Carin.
Jaime lo miró con desdén.
Otro muchacho espetó – Recuerda que hasta el día de hoy su muerte no se ha comprobado.
- Es cierto- dijo otro, - pero lleguemos al consenso de que el período “carcelario” de Andrés fue el más productivo, por lo que aunque gran número de obras se perdieron se conserva una gran cantidad que permaneció en la penitenciaria luego de su desaparición.
- Eso es correcto – afirmó la monitora.
Se siguieron una serie de opiniones muy informadas y apoyadas en datos biográficos del autor, no obstante, a pesar del gran estudio no había ninguna que se refiriera al último período de escritor de Andrés Carin, época en la que el autor desapareció misteriosamente.
Jaime era el único que no había opinado y la monitora lo instó a participar irónicamente.
- Ud. ha mostrado gran interés, me gustaría que compartiera con nosotros su percepción de la conversación que estamos llevando a cabo.
Lo que Jaime menos quería era eso, participar. Hasta el momento llevaba seis bostezos, había consultado su reloj unas quince veces y mirado a la puerta con tentación por salir unas tres o cuatro.
- Creo que están sobrevalorando al sujeto. Es evidente que su producción en primera instancia prometía bastante, pero me parece que luego de un tiempo sus ideas se fueron apagando, lo mismo que su vitalidad. No creo que haya sido honesto con sus escritos. Basta consultar Diario de Felices Días, nadie puede haber sido tan optimista salvo que hubiese anhelado esa felicidad y bienestar. No está hablando de la realidad, estaba escribiendo sobre un estado de cosas ideal.
Jaime mal que mal leía mucho, y casi por obligación había leído y releído la obra de Andrés Carin Arteaga. La sorpresa y ofensa se hizo ostensible en cada uno de los presentes. Jaime sabía que no debía haber dicho semejante cosa, pero iba contra sus principios mentir, por eso había preferido el silencio. Mucho más interesante le parecía oír discusiones acerca de la obra de Cortázar, Borges, Neruda, Maturana, y tantos otros que aparecían en el programa que tardíamente había recibido.
- Por lo demás creo, personalmente que el hombre enloqueció en la cárcel y por eso su manera positiva de ver la vida, no le quedaba ningún otro recurso más que darse fuerzas él mismo, como Frankl en los campos de concentración. Debía canalizar la energía negativa en algo pleno y grato, como las canciones surgidas luego de una terapia primal.
La sorpresa aumentó.
Indignada la monitora argumentó de manera vehemente – ¿Ud. cree que es fácil hacer un montaje para que el mundo lo disfrute?, ¿Hay algún beneficio con actuar una emoción y además de ello crear a través de ella?, ¿Sugiere que Andrés Carin nos quiso engañar a todos?
El cuchicheo no se hizo esperar, pero a Jaime no parecía importarle mucho. Los muchachos no dudaron en dilapidarlo con golpes verbales, no parecía profesor ni autoridad alguna, no parecía estudiante y mucho menos un fanático de Andrés Carin, cualidad que todos los reunidos tenían, y que valoraban de gran manera.
- No he dicho eso- Se defendió- Únicamente creo que no pueden atribuirle estados mentales a una persona que ya estaba escribiendo cuando Uds. ni siquiera pensaban en nacer ¿Puede saberse qué llevó a este hombre a escribir así? Uds. estudian a su familia para imitar algunas costumbres de ellos, pero conociéndoles parcialmente. Quizá sus padres lo detestaban, quizá sus hermanos también. Posiblemente escribía tanto de familias y de compartir el tiempo con sus padres y de las virtudes de ellos por que era lo que proyectaba en ellos, era quizá lo que le faltaba para ser feliz.
La rubia pecosa asintió con la cabeza y esbozó tímidamente una frase –Tiene razón…
El resto de los muchachos la miró con enfado. La pobre rubia se ruborizó por completo y terminó mirando el suelo.
- Sepa Ud. que la familia de Andrés Carin no está en cuestión, eran gente muy educada y dada a la literatura- señaló un joven flaco de pelo largo y suelto.
- En la Universidad hay cosas que no enseñan, créeme – dijo Jaime- Además el punto es que el tío terminó en la cárcel ¿No? Deben de haber tenido buenos motivos para ponerlo en la ratonera.
La monitora no aguantaba más y no ocultaba su enojo.
- Todos los libros señalan que fue injustamente culpado de la muerte de sus padres. Ud. debe saber que Andrés Carin se encontraba en las inmediaciones de este edificio cuando sucedió ese terrible acontecimiento. Es un hecho comprobado.
Jaime hizo un gesto de desaprobación.
- Con el debido respeto que Ud. merece como invitado le pido por favor se retire de la sala. Estos debates han sido creados con la intención de compartir posturas y visiones sobre la obra de destacados escritores, por respeto a ellos y los presentes le insisto en que se retire.
Jaime se fue sin hacer oposición alguna.
No había que debatir, los muchachos no sabían que efectivamente Andrés Carin Arteaga había asesinado a sus padres y se había dirigido a las inmediaciones del Instituto a través de un túnel que conectaba ambos sitios. Tampoco que tras resistir a su conciencia un par de meses había sido puesto en prisión tras confesar, hay cosas que los diarios y los libros no dicen.
Menos podían saber que las obras que se habían perdido fueron las que utilizó para hacer un incendio que le permitió escapar de prisión y las pocas que se rescataron fueron finalmente publicadas. Tampoco el motivo de su creación, Andrés Carin Artega se dedicó a traspasar al papel ideas de otros presos, a escribir para tener el rótulo de reo tranquilo y con ello alejar sospechas sobre su escape y ganar tiempo para planearlo y pulirlo.

Cuando por fin Jaime llegó a su casa en el campo decidió hacer desaparecer la carta recibida como invitación, deseo con todas sus fuerzas saber como es que le seguían enviando misivas.
Antes de quemarla leyó el destinatario: Andrés Carin Arteaga. La lanzó a la chimenea, mal que mal nunca le había gustado ese nombre, por algo se lo había cambiado.

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