martes, 23 de abril de 2013

Contextos musicales


La oscuridad, como hace bien para incentivar los demás sentidos el dejar la vista en pausa con la carencia de luz.
Ella a mi lado, su respiración suave, calmada y cadenciosa. Su mano tocando mi rodilla en forma metronómica al mismo ritmo que desarrolla el bajo continuo.
- Esta música me relaja mucho. – Me susurra al oído acomodándose de nuevo, mientras posa su cabeza sobre mi hombro buscando el abrazo.
- ¿Sabes algo de esta obra? – Pregunta con inocencia, como cuando los niños quieren que les cuenten un cuento antes de dormir. Lamento decepcionarla, aunque de algunas piezas manejo grandes detalles, de esta en particular sé bastante poco.
- No, en realidad no manejo esos datos.
- Inventémosle una historia entonces.
- Me suena al galope de un caballo, que va cruzando el campo muy rápido.
- Va a dejar un mensaje urgente, el jinete está desesperado pues lleva horas galopando con la información a cuestas. ¿Te imaginas que pasaría si tiene un accidente y no alcanza a decir lo que sabe?
- Toda una nación depende de él, y lo sabe. Pero el caballo está cansado y va a tener que parar en algún momento.
- Y eso le da un poco de miedo, ¿No? Tiene que ocultarse muy bien y como no está seguro de si lo vienen siguiendo se va al río donde rastrearlo es más difícil.
Mientras plantea esa idea me aprieta la mano con gran vigor, como si efectivamente le preocupara el destino del jinete y el éxito de su misión. Se agita un poco, pasamos de un calmo andante a un allegro explosivo e inquietante.
- Ve una horda de caballería a su acecho, ¿Qué hacer? Puede esconderse, pero verían su caballo y estaría todo perdido. No queda de otra, tendrá que exijirle un último esfuerzo a su córcel.
A pesar de estar en una oscuridad, puedo sentir sus movimientos agitados que desplazan el aire. Se inquieta más y más, su voz pasa de un relajo completo a ser casi un grito desgarrador.
El allegro se hace inmanejable, los cornos con ataques en fortíssimo, los violines con sus rápidos fraseos me hacen imaginar a sus ejecutantes sacándoles chispas a sus dedos. La traversa no tiene casi tiempo de respirar.
- La única opción es saltar el río, no hay puente alguno y busca desesperadamente el lugar en que la ribera sea más estrecha. Se acercan, más y más, pero aún no le han visto. Toma distancia para impulsarse en carrera y saltar, le pide a su caballo que le ayude, que la vida de ambos depende de ello. Suelta un bufido el animal, como dándole su aprobación. Fustea y comienza el caballo a correr, le aprieta las riendas y saltan. Pero algo falla, la altura del salto no es la requerida y caen al agua.
Ella ya ha tomado la posición de un actor sobre el escenario, erguida, solemne y con gran pachorra sigue elaborando la historia. Percibo como se menea al ritmo de 3/8 marcados en esta sección.
Se deja caer al suelo, casi en llanto.
- Y ambos se ahogan, heroicamente, por cumplir una misión que no les pertenece y que en realidad podrían haber evitado si hubiesen tenido menos valor y honor.
La tomo en mis brazos, la apreto fuerte para que me sienta presente. Le beso la frente y seco sus lágrimas de niña inocente, es muy sensible, y como la conozco sé que a veces busca excusas para llorar por penas acumuladas.
Le preparo un café y cambio el disco.
Días más tarde encontré un libro donde había gran cantidad de información sobre el autor y, en particular, esta obra. Me sorprendí al reconocer de punta a cabo la historia elaborada por Michelle.
Es la magia de las personas que saben sentir, otros mundos invisibles para nosotros se abren ante ellos.

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