jueves, 18 de abril de 2013

Presunta Madurez


Mi cuerpo se siente exhausto desde hace días, el trabajo de oficina es más desgastante de lo que se piensa colectivamente. El auto presenta algún desperfecto que quiero ignorar, lo importante es por ahora llegar a casa y descansar un poco. El camino es bastante largo y hay más de un atochamiento en el que me atasco por varios minutos. Enciendo la radio y es Alex el que suena, está tocando en vivo y nuevamente no me ha avisado. Le he dicho en más de una ocasión que me encantaría verlo tocar en directo, a pesar de que llevamos conviviendo por años y de que nos casamos hace poco es algo aún pendiente para mí… Y una promesa suya sin cumplir.
La sección de bronces está sublime, la afinación está casi perfecta. Suelo ser muy crítica con Alex, cuando me muestra sus grabaciones y maquetas siempre queda contento con mis apreciaciones. Dice que soy importante en su proceso creativo, pero ahora en la radioemisora oigo canciones antiguas, clásicos sesenteros del blues, algo de R&B y todas esas cosas que me enseñó cuando me rescató de la férrea disciplina del conservatorio católico en que estudiaba piano. La guitarra tiene ese sonido gordo, pleno en todo aspecto. Lleno de armónicos y que parece poseer tanto cuerpo que podrías palparlo al salir del amplificador, concluye la canción y un Mib perfecto queda resonando más allá de todo sonido perceptible. Segundos antes han callado el bajo y la sección rítmica.
Le preguntan sobre asuntos difíciles de expresar, siendo el músico que es el lenguaje verbal le queda grande. En casa titubea antes de entender una pregunta, tartamudea, se pone nervioso. Es curioso que cambie tanto con la guitarra al hombro. La postura corporal, la forma de respirar; son otras. La timidez y las inseguridades se van, le he he oído incontables veces decir que la responsable de quien es hoy soy yo, me ha dicho en más de una ocasión que soy la única mujer que ha amado y que compartiría toda la eternidad a mi lado.
En realidad yo también me siento así, pero a ratos, en escasos segundos lo siento distante y demasiado comprometido con su guitarra. Es como una obsesión, no he querido decirle nada pero en contadas ocasiones duerme con ese trozo de madera inanimada. Quizá son celos infundados, pero la bautizó, la lleva a todo lugar (en el baño le he escuchado tocar), le da los buenos días y se despide de ella por las noches. Tal vez exagero y son rituales que solo los músicos de su estilo entienden, pero creo que está creciendo a un paso cuya velocidad no puedo seguir a menos que él pise el freno.
Esta otra canción es fantástica, me encanta el solo y como se preguntan y responden el bajo y la guitarra. Algo le han cambiado a la rítmica ¿3/4?, ¿6/8?,  me resulta en extremo interesante. Han incorporado un Rhodes, tiene cierta cadencia de un vals. 
Es preciosa, me encanta saber que la compuso pensando en mí. Eso fue cuando vivíamos cerca del cerro.
Habíamos ido a caminar al parque y me miró y lanzó un par de frases, en el camino de vuelta las acomodó en las melodías que venían a su cabeza. Poco después me dijo que me amaba por primera vez, es decir, le sentí sincero y convencido por primera vez.
Ha madurado mucho desde esos días.

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