Tengo un secreto que he guardado bajo siete llaves, es algo que me
atormenta desde que tenía unos doce o quizá trece años. Tal vez sea un vicio,
quizá algún tipo de lujuria reprimida de hace años.
Salgo a las calles en busca de algún objetivo, mi paso es errante y dudo, me torturo a mí mismo por llegar hasta este punto. Incluso he llegado a
parar a lugares donde muy pocos entrarían a efectuar tal tipo de faena. En mis
primeros escarceos en el área me contentaba con cualquiera, claro, siempre y
cuando cumpliera mi requisito primario: que nadie le hubiese puesto mano encima
jamás. No me fijaba mucho en los detalles, pagaba el precio sin regatear, hacía
lo que había que hacer y me iba con algo de sentimiento de culpa. Culpa falsa
al fin y al cabo, pues el placer que recorría mi cuerpo era de dimensiones
colosales, un dantesco mar que me levantaba sobre sus olas lacerantes, un shock
eléctrico que recorre desde las puntas de los pies y sigue por ambas piernas
(siempre a más velocidad por la derecha) sube a tu estómago y te hace sentir fuegos artificales en su interior; esa pólvora indómita chisporroteando en
busca de destino.
Por último tu cabeza se divide en el exacto número que hay de
estrellas en la bóveda celeste, rayos infinitos van fugazmente y vuelven por el
mismo camino.
El cosquilleo continúa unos cuantos segundos, después de aquello se
desvanece como si se tratara de brasas en una fogata apagada por la lluvia.
Leí muchos libros en busca de algún caso similar al mío, la teoría está
en pañales con respecto a esto. Se ha investigado en exceso sobre todo tipo de
psicopatías y han dejado fuera a la más simple de todas. Si algún psiquiatra
quisiera levantar un perfil para describirnos con gusto le ayudaría. Puedo
asegurar que no soy el único caso, he encontrado varios sujetos que comparten
mis características. He intentado intercambiar ideas, datos, y como no,
contactos con los que logrado encontrarme. Pero huyen despavoridos al percibir
que han sido desenmascarados.
Yo en realidad estoy del todo lúcido en que esto es en el mejor de los
casos una enfermedad psicólogica. No obstante, mi fuerza de voluntad resulta
exangüe cuando de controlarlo se trata. He intentado por muchos medios de
luchar contra ello, de ocultarlo, de reemplazarlo por algún otro tipo de
actividad. Todo intento es infructuoso y, por lo demás, frustrante en grado
sumo.
Mi familia ni siquiera da luces de por que desaparezco los fines de
semana, las excusas relativas al trabajo funcionan como una máquina bien
aceitada. Muevo un engranaje y los mecanismos muestran fruto, nadie me ha
visto, de eso estoy seguro. Si alguien llegara a enterarse y a saber de las
altas cifras en dinero efectivo que invierto en mis placeres, poco faltaría
para declarar la tercera guerra mundial.
Pero tampoco es para que me juzguen severamente. ¿Quien podría resistir
esas pieles pulcras, ese blanco absoluto, esa inocencia sin mácula que poseen?
Nadie, bueno, muy pocos. No dudo de que existan aún personas estoicas que
consideren esto una aberración o bien gazmoños ajenos a cualquier tipo de
placer; aguafiestas sobran.
Deslizar una mano sobre ígnotas locaciones, tener el prestigio y
privilegio de hacer algo que nunca nadie podrá realizar y además poder
guardarlo como una vivencia privada.
Aunque disfruto mucho de ello últimamente el período de placer puro a
experimentar va disminuyendo gradualmente, para soportar una semana normal debo
de hacerlo un mínimo de tres o cuatro veces. Obviamente, juego de
probabilidades y estadística básica; entre más se hace más posibilidades hay de
que te atrapen y te ridiculicen, que se burlen de ti y te denosten por tu comportamiento.
Claro,
habiendo tanta manía por ahí yo solamente me conformo con comprar un libro
nuevo, abrirlo y leerlo. No puedo leer uno por el que ojos ya se hayan posado,
es una obsesión romper la bolsa que los envuelve, oler su aroma a tinta y papel
húmedo, sentir la textura de las hojas nuevas y el aire en mi cara producto del
revolotear de sus hojas. Todos tenemos un placer oculto, este el mío. ¿Cuál es
el tuyo?
Increíble, te lo dije hoy, increíble...increíble...increíble
ResponderEliminarPrimera vez en la vida que alguien me motiva a escribir tanto. Elisa, solo tengo una cosa que decirte: Gracias!
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