Entonces, después de haberle preguntado durante varios meses como
estaba y de haber intentado hilvanar conversaciones amables con el sujeto, cayó
en cuenta que la manera en que éste establecía amistades era solamente por
conveniencia.
El factor humano y de contenido no importaba en lo más mínimo, ni
tampoco era relevante en ningún tipo de grado para que decidiera a quien
estimar y a quien no. Ahora que lo miraba de lejos se dio cuenta de que su
cualidad de ser humano era bastante paupérrima y que en condiciones normales,
fuera del conflicto catastrófico conjunto que los unió, jamás se habría
acercado a una persona tan petulante,
egocéntrica y falta de realidad como él.
Ya se había hartado de que lo buscara cuando tenía algún problema o
necesitaba una mano (casi literalmente hablando) para resolver un asunto.
Como tenía gran facilidad para caerle bien a las personas hasta su
madre le dijo, en realidad conociéndolo bastante poco, que era su hijo
adoptivo.
Javier, cuyo número de madres adoptivas era bastante alto e igualmente
asqueroso en población, dejó de buscarle.
Nunca sonó el teléfono, nunca hubo una carta, jamás volvieron las cosas
a ser normales sin que Javier pusiese de su energía para acercarse.
Mil asados pendientes, cuatrocientos veintidós paseos prometidos que no
llegaron, treinta y ocho visitas al cine incumplidas, noventa y siete salidas a
andar en bicicleta que jamás vieron la luz. En definitiva una balance bastante
pobre, y obviamente distante de lo que el común de la gente entiende por
amistad. Pensando que eran amigos, Javier se llevó una gran decepción.
Las personas hoy en día son así, creen que por tener acceso a un perfil
virtual de otro su relación es, por añadidura, sólida. Pero Javier, más chapado a la antigua, goza de
algunas costumbres ya pasadas de moda como tomar té, compartir un cigarro,
salir a caminar, vagabundear por los mercados Persa en busca de algún objeto
con valor coleccionable y, en fin, muchas otras cosas que ya difícilmente se
practican ante la excusa permanente: “No tengo tiempo”.
Un día, por pura decencia, saludo al chofer de la micro que le dejaba
en la puerta de su casa y este le respondió con agresivos epítetos que casi se
transformaron en golpes. En otra ocasión le dijo a una mujer con la que tenían
un grado de intimidad muy cercano de que se veía hermosa y el desenlace no fue
tan distinto a la aventura en el transporte público.
Por eso es que Javier disfruta de los seres humanos, por eso es que con
sabiduría se distancia de los seres que inspiran algo alejado del concepto del
bien. Lo malo es que a veces titubea, meditando, de si será o no la mejor
opción el podar esos esquejes marchitos o no. El tiempo es sabio, y aunque
durante el último año han sido muchos los individuos a los que ha dejado fuera
de su lista de intereses, el cociente entre lo pocos que quedan y su calidad
humana sigue siendo más potente.
Por esta razón, si el día de mañana alguien no contesta a sus llamados,
no responde sus cartas y, de súbito, Ud. deja de saber de su existencia sobre
la faz de esta Tierra pregúntese por que razón ha llegado al punto y tiempo
presente. En general, es más fácil echarle la culpa al otro que hacer un auto
análisis de cómo nos comportamos en lo fraternal y espiritual.
Según he oído por ahí, la libreta en que Javier guarda direcciones y
teléfonos de sus amigos tiene solamente una hoja.
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