sábado, 12 de enero de 2013

Cambios benignos


Un día cualquiera, con luna llena, sintió como algunas cosas estaban cambiando en su cuerpo. Se miró las manos, las uñas arrogantes y crecidas, los dedos alargados y más finos. Unas venas de grandes dimensiones cerca de la musculatura.
Las analizó con detenimiento y las vio casi latiendo por sí solas y haciendo movimientos de lo más extraños. Unos toscos callos en cada una de las yemas de los dedos le hacían notorio que habían sido expuestos a una actividad ruda y desafiante.
Sus cabellos se erizaban y eran peinados por el viento gélido de la noche sureña. La presión sanguínea subía y había entrado en un trance que lo alejaba de la realidad aprehendible.
Los pulmones eran más potentes, se dio cuenta al lanzar un grito agudo que quebró más de un vidrio en casa y en las de vecinos. La espalda recta y los hombros relajados.
Pero sobre todo los cambios se relacionaban con la agudeza de su mente. Miró una flor y automáticamente lanzó un verso, una obra completa de sesenta y cuatro líneas con rima consonante entonada de modo perfecto.
Miró la luna y otro de similares características brotó por si solo en una melodía hasta entonces desconocida para el mundo y obviamente, para él.
Así fue que cayó en cuenta de que después de invertir mucha dedicación y esmero, además de tiempo, se había transformado en cantor popular.

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