miércoles, 9 de enero de 2013

Agenda


Como fue sobrino, ¿cómo fue?…Le dije que son sentáramos en algún lugar, que me dolían un poco las piernas. Si bien era cierto eso, más cierto era que quería que estuviéramos solitos. 
Caminamos hasta un bosque cercano y nos sentamos en una banca que estaba a punto de caerse.Recuerdo que hubo un silencio muy amplio. Ni siquiera el canto de un pájaro, ni el ruido de algún motor en la lejanía. Nada.Traté de tomar su mano lentamente, acercándome de a poco como los felinos inexpertos en el arte de la caza. 
Me reconocía a mí mismo como un inexperto en el arte del amor. Pero mis movimientos fueron demasiado lentos y previsibles. Para cuando estuve lo más cerca que había estado de su mano ella estaba mirando la hora.- Pensé que era más tarde- dijo, y puso sus manos sobre sus piernas, con cierto aire defensivo.
Decidí jugármela y tratar de tomar su mano por segunda vez. Al mínimo contacto dijo:- Tengo unos porotitos ¿los ves?- Si, ¿es alergia? Fingí estar interesado, pero en el fondo de mí estaba triste por la oportunidad perdida. Utilicé su propio recurso para cumplir mi objetivo.
Tomé su mano entre las mías y empecé a esbozar un clásico sana sana, potito de rana. Su sonrisa (la cual hasta ese momento desconocía) era una mezcla de coquetería, inocencia y felicidad.Sus manos eran muy lindas, estilizadas, suaves y lo más importante se dejaban tocar por fin.
Recuerdo casi todo lo de ese momento, los aromas, los colores, su vestimenta, su textura, todo. Si, sobrino así fue.La conversación de allí en adelante se hizo más llevadera, habíamos adquirido confianza y cada uno empezaba a decir lo que realmente pensaba. Comenzamos a hablar cosas que eran importante para ambos, ya no solo las tontas anécdotas sosas que uno dice cuando está conociendo a alguien. Su modo de hablar me producía algo poco común, un nivel de vigilia superior al que estaba acostumbrado. 
Me sentía muy despierto. - Claro, en esos documentos que me pasaste leí sobre eso. Es muy científico…- Ella seguía convenciéndome de la importancia del modo de nacer, si en el agua, si por parto natural, si por cesárea. Y obviamente yo la seguía escuchando muy alerta y atento a detalles como el brillo de su pelo castaño y largo, con una chasquilla. Su falda de mezclilla, su polerón rojo, sus uñas pintadas con flores, sus zapatillas café.
Si me hubiesen hecho una prueba sobre lo que vi ese día habría recordado cada palabra, cada imagen, todo. - Entonces eso a la larga va a influir en como el bebé se relacione con el mundo, y cuando sea más grande va a potenciarse el mismo fenómeno ¿entiendes?Asentí con al cabeza y continué mirando sus ojos hermosos y sus tonos entremezclados.
Tomé aire y comencé a argumentar mi posición con respecto al apego, de manera muy vehemente para un muchacho que si bien estudiaba Psicología con suerte había oído el término un par de veces.
Por su reacción creo que la impresioné un poco, o al menos eso me dio mayor terreno.
Me acerqué y sin dejar de mirarla a los ojos la besé, nos besamos por primera vez un día sábado. La excusa había sido un taller de pintura, yo de pintura no aprendí nada. Ella si, como supe más tarde.
Estuvimos sentados contemplando lo que nos rodeaba y a nosotros mismos largo tiempo. Acariciándonos y siendo cómplices en besos que poco a poco empezaban a salir más naturales, más resueltos.La quise (y quiero aún) mucho. En esos días todo era felicidad y esperanza. La recordaba a menudo, aunque debo reconocer no nos veíamos tanto como nos habría gustado. Tampoco era bueno para escribir o llamar, principalmente por que me costaba organizar mis actividades de forma ordenada.
Pero cuando estábamos juntos la pasábamos muy bien, todo era sumamente intenso, y así fue por unos cuatro o cinco meses.
Cuando ya las vacaciones se acercaron me dijo en una de nuestras citas.- Este es mi número, guarda este papel y llámame cuando estés en Santiago.Envolví con mi mano la suya, la besé y tomé el papel para guardarlo en mi bolsillo sin haberlo mirado mucho.- Te prometo que te llamaré cada vez que pueda – respondí-Marcaba su número cada vez que era posible, pero la respuesta nunca llegaba. Siempre ocupado…empezaba a desesperarme. Me estaba sintiendo triste por haber tenido que partir, por no poder verla para su cumpleaños que justamente era en uno día de vacaciones de verano. Pero seguía marcando cuando podía, como siempre sin obtener respuesta. Fue en ese instante cuando opté por escribir una carta escueta.
“Querida V:Te he extrañado mucho, te he llamado muchas veces y no me he podido comunicar contigo. Me encantaría tener noticias tuyas y ojalá estés bien, trata de escribirme o llamarme.Se despide con mucho cariño G.”
Si la carta fallaba estaría realmente complicado, ¿y si la carta no llegaba?, ¿si no tenía ganas de responderme?, ¿si le gustaba otro?, ¿si tal vez se cambió de casa?Me hice estas y otras miles de preguntas hasta que un día llegó la carta de respuesta. La abrí con cierta ansiedad, pero con el corazón henchido.
“Querido G:Es una pena que esto no esté resultando, no he recibido llamada tuya desde hace mucho. Siento que estoy entregando más de lo que recibo y esto no puede continuar así.Se despide V.”No entendía nada, busqué el papel en mi mochila. Metí la mano en cada bolsillo y el dichoso no aparecía. Busqué en todas mis chaquetas y por fin di con el papel, con el papel correcto, con el número al que debería haber llamado en verdad. Un papel celeste donde estaba el número de ella acompañado de un “V. te quiere” y un par de dibujos de animalitos. Entonces el otro papel, ¿de qué era? Jamás lo supe, pues jamás hubo respuesta. Tampoco supe cuantos años estuvo ese papel en esa chaqueta y no logré explicarme como fui tan torpe para no darme cuenta de mi equivocación. Las equivocaciones se pagan sobrino mío…Tampoco valía la pena pedir disculpas y contar la historia. Volver a otra ciudad en vacaciones y tratar de explicarle en persona habría sido una obra muy arriesgada para alguien que estaba tan herido en su autoestima como yo. 
Opté por la solución más fácil, encerrarme y tragarme mi pena, mi rabia contra mi mismo.A menudo la recuerdo y tengo total seguridad de que si eso no hubiese ocurrido habría sido ella el amor de mi vida, mi musa, mi compañera…
Por eso sobrino, cumplo con mi deber de regalarte una agenda.

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