Juana está allí en la esquina armada con su poderosa escoba, tanteo el
terreno para poder adelantarme a su ataque y no salir herido. Giro la llave de
mi puerta y le miro con aire desafiante, ella responde del mismo modo. Juana me
observa de arriba-abajo, el peinado, la corbata, la camisa, los pantalones, el
cinturón, finalmente se toma un poco más de tiempo para los zapatos. Vuelve
arriba y detenidamente se enfoca con su poderoso zoom óptico sobre mi reloj.
Es cosa de todos los días. Paso por obligación a su lado, ella
aprovecha de lanzarme algo de tierra con su punzante escoba. Una rutina que
mantengo a fin de que la pobre se relacione con alguien. La mayoría de los
habitantes del villorio prefieren hacer un rodeo que toma casi diez minutos
adicionales con tal de evitarla, yo no lo hago, sé que en el fondo de su
corazón me agradece por no despreciarla como ser humano.
- Buenos días, vecino- Dice con un aire sobreactuado de amabilidad,
esboza una sonrisa que en sus amarillísimos dientes se ve severamente enferma.
- Buenos días – Respondo automáticamente. Y le sonrio con toda la naturalidad del mundo.
- Parece que llegó tarde anoche, se ve cansado.
Otra de sus tácticas, lanzar un comentario al azar con tal de sacar
información, buscar la guardia baja y tener material para compartir con los
entes de su misma especie que en este planeta abundan.
- Estoy mejor que nunca, hasta luego.
Antes de conocerla el vecindario me dijo que la evitara, que la mujer
era un templo de la amargura y con solamente verla mi ánimo se iría al suelo.
No me provoca ningún daño, es más me produce algo de lástima y
compasión inclusive. Si no fuera tan invasiva la visitaría, tomaría el té con
ella o veríamos quizá algún capítulo de una telenovela vieja. ¿Por qué? Por que
la pobre mujer está sola, necesita de alguien que vele por ella y quien sabe la
razón, se ha quedado totalmente abandonada en un lugar y un tiempo al que no
pertenece.
Me pregunto que le motivará a salir de la cama para empezar el día, me
cuestiono sobre que asuntos pensara antes de apagar la luz y lanzarse a la
dormir por las noches. Me cuesta ponerme en sus zapatos (o en sus alpargatas),
Juana es así, no se puede entenderla sin quedar uno en riesgo de perder su
sanidad mental; pero a mí no me hace mella y le tengo gran aprecio. La verdad
es que nadie por aquí se ha dado el tiempo de conocerla a fondo y tratar de
ayudarla sinceramente, yo lo hice, pero Juana Cahuín no quiere ser ayudada. Eso,
de cualquier modo, no implica que en alguna forma le tenga algo de cariño.
Vi las fotos de su juventud, conocí a sus pretendientes en ajadas
imágenes de épocas perdidas. Me habló de que ninguno de sus novios había sido
digno de ella, aún hoy lo decía con orgullo y coquetería, vangloriándose de
haber despreciado a todo mundo. ¿Estará enferma que no ve la realidad cómo es?,
¿Cuál habrá sido su problema? En realidad no hay problema alguno, no se le
puede ayudar pues nada hay que arreglar. Juana Cahuín es así y seguirá siéndolo
toda su vida.
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