Cuento mis soldados, para enviarlos al lugar que estratégicamente he
elegido. El general defiende a los suyos en la lucha encarnizada por quedarse
con las esquinas del área de batalla.
Negros los suyos, blancos los míos; van poblando progresivamente todo
el lugar. Se asocian a fin de unir fuerzas y ser más poderosos, ninguno puede
ser dejado a su suerte pues es un recurso valioso que hay que cuidar con todo
ímpetu. No seremos doblegados, ellos
cuentan con mi confianza y sé que su obediencia es inquebrantable, su
disciplina es férrea.
Quiere rodear a mis huestes, pero no será fácil pues he depositado a mi
gente a lo largo y ancho del campo. Grupos perfectamente enfilados, ahora
proceden a luchar por apoderarse de los costados, la pelea es fiera y a muerte. No hay tiempo
de respirar, pero aún así hay que organizarse del modo más certero y eficaz.
Hay estudio por parte de nosotros, los generales.
Siento el escrutinio, siento su miedo, sabe que haré algo importante
mas no le doy ocasión de poder anticiparlo. Con delicadeza, solo con dos dedos,
envío a uno más de mis soldados que, sin saberlo, será un héroe en esta
batalla. Se ve igual que los demás y en realidad lo es, pero se transforma en una
leyenda al unir grupos que parecían hasta hace segundos no tener comunicación.
Además, permitió quebrar la arremetida de un grupo considerable de soldados
negros en mi territorio ya dominado. Debo lograr generar mayor cohesión en los
grupos que ocupan el centro, se ven confundidos y algo mareados. Les comunico
con un batallón adyacente y se tranquilizan de inmediato, la lucha en suelo
enemigo ha mermado sus energías considerablemente.
Aún nada ha sido ganado, no hay que bajar la guardia. Muchos generales
han perdido todo en batallas como estas por haberse dejado estar y confiarse,
algunas veces por sacar mal una cuenta y tantas otras por no observar bien lo
que sucede en la guerra. A veces incluso por distraerse en solo una jugada que
no tomó más que segundos.
No retiro mi vista de lo que mis soldados hacen, debo dejar claro quien
es el mejor estratega y es fundamental este combate para demostrar aquello.
Respiran sin siquiera moverse, solamente esperan tranquilos mi
decisión. Envío al soldado elegido, a quien acaricié entre mis manos por largo
rato mientras esperaba saber que haría mi general opositor. Veo una laguna y lo
dejo allí, todo está completo y ser cierra el panorama. Enviar mayor
contingente sería un error, espero a ver que hará mi contrincante, aunque sé en
lo íntimo que sumar gente no será un factor aditivo para su fuerza sino todo lo
contrario a estas alturas.
Busca, observa, mira, piensa y no decide. El tiempo corre, el tiempo
vuela y mis fuerzas continúan allí estoicamente formadas y brillando ante el
sol. Finalmente dice paso, queda el conteo. Territorio, piedras capturadas,
todo a mi favor. El Go es un jeugo milenario que me encanta y en el que he
adquirido pericia considerable gracias a ser perseverante.
Si hablase con alguien más acerca de cómo veo el tablero no lo
entendería, pero gozo pensando en que es efectivamente una guerra la que tiene
lugar sobre las líneas rectas que tiene un Goban.
Un fragmento de Borges, aplicable a los jugadores de ajedrez y también ¿por qué no? a los generales.
ResponderEliminar...También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y de blancos días.
Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonía?
Claudio Sánchez