domingo, 15 de julio de 2012

Goban


Cuento mis soldados, para enviarlos al lugar que estratégicamente he elegido. El general defiende a los suyos en la lucha encarnizada por quedarse con las esquinas del área de batalla.
Negros los suyos, blancos los míos; van poblando progresivamente todo el lugar. Se asocian a fin de unir fuerzas y ser más poderosos, ninguno puede ser dejado a su suerte pues es un recurso valioso que hay que cuidar con todo ímpetu.  No seremos doblegados, ellos cuentan con mi confianza y sé que su obediencia es inquebrantable, su disciplina es férrea.
Quiere rodear a mis huestes, pero no será fácil pues he depositado a mi gente a lo largo y ancho del campo. Grupos perfectamente enfilados, ahora proceden a luchar por apoderarse de los costados,  la pelea es fiera y a muerte. No hay tiempo de respirar, pero aún así hay que organizarse del modo más certero y eficaz. Hay estudio por parte de nosotros, los generales.
Siento el escrutinio, siento su miedo, sabe que haré algo importante mas no le doy ocasión de poder anticiparlo. Con delicadeza, solo con dos dedos, envío a uno más de mis soldados que, sin saberlo, será un héroe en esta batalla. Se ve igual que los demás y en realidad lo es, pero se transforma en una leyenda al unir grupos que parecían hasta hace segundos no tener comunicación. Además, permitió quebrar la arremetida de un grupo considerable de soldados negros en mi territorio ya dominado. Debo lograr generar mayor cohesión en los grupos que ocupan el centro, se ven confundidos y algo mareados. Les comunico con un batallón adyacente y se tranquilizan de inmediato, la lucha en suelo enemigo ha mermado sus energías considerablemente.
Aún nada ha sido ganado, no hay que bajar la guardia. Muchos generales han perdido todo en batallas como estas por haberse dejado estar y confiarse, algunas veces por sacar mal una cuenta y tantas otras por no observar bien lo que sucede en la guerra. A veces incluso por distraerse en solo una jugada que no tomó más que segundos.
No retiro mi vista de lo que mis soldados hacen, debo dejar claro quien es el mejor estratega y es fundamental este combate para demostrar aquello.
Respiran sin siquiera moverse, solamente esperan tranquilos mi decisión. Envío al soldado elegido, a quien acaricié entre mis manos por largo rato mientras esperaba saber que haría mi general opositor. Veo una laguna y lo dejo allí, todo está completo y ser cierra el panorama. Enviar mayor contingente sería un error, espero a ver que hará mi contrincante, aunque sé en lo íntimo que sumar gente no será un factor aditivo para su fuerza sino todo lo contrario a estas alturas.
Busca, observa, mira, piensa y no decide. El tiempo corre, el tiempo vuela y mis fuerzas continúan allí estoicamente formadas y brillando ante el sol. Finalmente dice paso, queda el conteo. Territorio, piedras capturadas, todo a mi favor. El Go es un jeugo milenario que me encanta y en el que he adquirido pericia considerable gracias a ser perseverante.
Si hablase con alguien más acerca de cómo veo el tablero no lo entendería, pero gozo pensando en que es efectivamente una guerra la que tiene lugar sobre las líneas rectas que tiene un Goban.

1 comentario:

  1. Un fragmento de Borges, aplicable a los jugadores de ajedrez y también ¿por qué no? a los generales.

    ...También el jugador es prisionero
    (la sentencia es de Omar) de otro tablero
    de negras noches y de blancos días.

    Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
    ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
    de polvo y tiempo y sueño y agonía?

    Claudio Sánchez

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