Tal cual lo soñé, caminando por la Plaza de Armas la conocí, la miré y me devolvió una
mirada igual de intensa. Las mariposas me repletaban el estómago y revoloteaban en mi cabeza libélulas de todos
colores. Los asfódelos lanzaban hacia los cuatro vientos su perfecto aroma.
La imaginé con la cabellera más rubia de lo que la tenía en el momento presente, pero
eso era solamente un detalle.
Yo había soñado que la tomaba de la mano y la llevaba a recorrer el
bandejón central de la Alameda repleto de liquidambares, mientras ella me decía
que le encantaba que le hablaran en Inglés. Y tal cual sucedió.
Soñado también había que la llevaba a su departamento. Me sentí de lo más cómodo y pleno en el lugar, que recorrí casi sin
necesidad de indicación alguna. Ladrando apareció el mismo perrito terrier
chileno y fue igual de cariñoso a como se comportó en mi lúcida actividad
onírica. Más tarde recordé que se llamaba Luis.
Nos besamos, abrazamos y amamos con locura y gran pasión. Ella me contó
que en sus ensoñaciones vio esto como un adelanto, como una sinopsis y que lo vivido era un mero deja vù.
Ambos quedamos en silencio y sin saber que hacer al caer en cuenta que
ese era justo el momento en que los dos habíamos despertado.
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