- Hay tres tipos de personas. Las creativas, las que nacieron para
vislumbrar mundos nuevos y cosas por hacer allí donde nada hay aún. Las que no
crean, pero tienen cierta sensibilidad y pueden admirar las obras artísticas. Y
bueno, el tercero es, aquélla gente que no sirve para nada de lo anterior. No me referiré a
ellos.
- ¿Eso se puede educar o Ud. ve eso cómo algo inamovible desde
nacimiento?
- Te lo digo como que mi nombre es Felipe Vieuxtemps, hay raros casos
en que una persona pasa de una tipología a otra. El que ha nacido para cultivar
un área lo hará desde antes de salir del vientre de su madre, ni siquiera se
dará cuenta cuando ya estará consolidado. Eso le da funcionamiento a la
sociedad, lo triste es que más de alguno jamás querrá asimilar su rol e
intentará ser creativo por todos los medios posibles, ¿Hay alguien capacitado
para enseñar ese tipo de temática? Yo creo que no. Un guitarrista amigo me dijo
algo muy cierto, puedes enseñarle música hasta a un mono bien entrenado, pero
no puedes enseñarle a nadie a sentirla y, por ende, a ser musical. En la
literatura sucede francamente lo mismo.
- ¿Qué propone Ud a la academia entonces, cómo abordar ese tema?
- Simple, que sigan haciendo lo que hacen. Mientras el negocio sea
rentable clases se seguirán impartiendo y con ello hay un interés de parte de los estudiantes, que son mercado,
cliente y público todo a la vez. De cada mil muchachos que estudien formalmente
el asunto a quinientos no le van a quedar recursos de hacer algo interesante, a
unos doscientos se les va cerrar el entendimiento y creo que unos cinco, por rebeldes
y abiertos de mente, podrán hacer cosas más allá del límite cognitivo que te
trazan.
- La academia, entonces, ¿Sería un enemigo de la literatura?
- Algo así, pero uno de los más débiles y también de los que carecen de
mérito como para llamar nuestra atención. Es mejor pensar que su existencia es
nula y seguir con lo nuestro. Cuando escribes no automatizas, no haces moldes
ni figurines. La educación formal te enseña a cosificarlo todo, hasta la
inspiración. Cuando eso pasa ya estás frito, las palabras mueren en lenta agonía
cuando eso acontece.
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