Esta historia me la contaron hace tiempo, en un lugar indeterminado del
planeta.
En las cercanías de Talca se organizó un partido de fútbol para
determinar de una vez por todas cual era el mejor equipo de entre dos eternos
rivales de la cuarta división, un partido amateur; pero no por ello menos
peleado y entretenido. Chorizo Mecánico v/s La Batalla.
Se eligió jugar en una zona neutral, en un estadio fuera de ambas
localidades. Sin embargo, se decidió llevar a cabo el evento lo más cercano a
ellas, ya que el equipo perdedor debería pagar un asado a todos lo miembros,
familias incluidas, del otro colectivo deportivo.
Finalmente llegó el día tan esperado, flamantes las camisetas,
brillantes los pantalones, una pelota nueva
comprada especialmente para el encuentro. Se había contratado un árbitro
capitalino para garantizar la transparencia y calidad del juez.
Pitazo inicial y comienza el partido, ambos clubes jugaban de forma
conservadora y asegurando el balón en todo momento. En los primero minutos se
sentía el nerviosismo en el campo de juego, hubo mucho estudio de la estrategia
de parte de los directores técnicos.
Tímidamente primero, con más ímpetu después ambas escuadras comenzaron
a aproximarse al pórtico rival. A medida que el partido avanzaba las jugadas
eran mejores, con mayor profundidad en ataque y más ambiciosas y lucidas. Las
barras alentaban con mucha fuerza a sus jugadores.
Media hora de juego transcurrida, 5 corners para cada escuadra, muy
buenas llegadas; el marcador aún intacto. Era cosa de tiempo para que el
cansancio mermara la capacidad defensiva de alguno de los equipos, y estaba
claro que el descuido sería caro y costaría el valioso y esperado gol.
Minuto 35, el lateral de la batalla se desborda dejando a sus
marcadores a medio camino. Y sobre carrera manda un centro perfecto, llovido.
Su mejor cabeceador, un central, subió con ambición de ataque descolocando a la
defensa. Su pulcra labor fue opacada con un golazo a la entrada del área y
además de palomita. Uno cero el marcador.
Llegado el minuto 40, el Chorizo Mecánico encontró el espacio necesario
para dar un preciso pase a su mejor delantero, mientras uno de sus compañeros
se llevaba las marcas. Un último defensa quedaba, con fuerza salió a la marca
del ariete; no obstante no consiguió su objetivo ante la espectacular gambeta
que hizo el número 9. Solo frente al arquero preparó el disparo, pero el
defensa desde el suelo le propinó una patada de proporciones que frustró el
ataque. El árbitro
al momento mostró la merecida y justificada tarjeta roja al defensor de La
Batalla.
Por su lado el ofensivo de Chorizo Mecánico debió ser retirado en una
improvisada camilla para ser atendido por el componedor de huesos que la barra
consiguió. El diagnóstico fue fatal, no podría seguir jugando e inclusive,
debería guardar reposo absoluto por a lo menos seis meses.
No había opción alguna de cambio, al DT le quedaban solo defensas.
Ninguno igual de hábil que el jugador dilapidado, poner a alguno de ellos
habría sido regalar el partido y por lo tanto, sucumbir ante la burla que sería
total.
De las graderías bajo Turito, de unos 50 años. Con poncho, chupalla y
ojotas increpó al técnico de su querido y popular club, donde hacía muchos años
había jugado.
Al ver aquello la barra comenzó a gritar: Turito!, Turito!, Turito!
Meta a Turito decían algunos en tono de broma, ponga a Turito decían
otros en serio tono.
Turito!, Turito!, Turito!
La presión que el estratega estaba viviendo lo hizo acceder. Turito se
saco la chupalla, el poncho y las ojotas. Se puso el apreciado 9 y entró a la
cancha a pie pelado, el árbitro dudo un poco ante este hecho. Pero luego de que
el equipo contrario insistiese en que no era problema, accedió a dejarlo jugar
así.
Quedaba, entonces, lanzar el penal. Y quien más si no él, Turito posó
la pelota en el punto penal y tomó vuelo para golpear el balón. El portero, que
había escuchado de Turito, mostraba ostensible nerviosismo. Lo desafió a poner
la pelota en el medio campo – A ver si eris tan gallo – le decía. Turito pidió
permiso al juez para poner la pelota en el círculo central, y aunque le extrañó
la petición no hubo negativa de su parte.
Pitazo, el portero presto a lanzarse. Cual fue su sorpresa al darse
cuenta de que el balón ya había entrado al arco, es más, había roto la malla y
continuaba impasible su rumbo en el aire para caer en un sitio eriazo cercano.
Como no había otro balón el tiempo siguió corriendo.
Uno a uno el marcador, un cansado pelotero había llegado finalmente con
la gordita regalona. Puntapié en el mediocampo para reanudar el juego, tiempo y
descuentos cumplidos y puntualmente el referee dio fin al primer tiempo.
Se vino el descanso, los jugadores de La Batalla se acercaron a Turito.
Conocida era su fama de jugador duro y de potente disparo, -Oiga Turito-
decían, -Nosotros vinimos a pasarla bien, pero estando usted en Chorizo
Mecánico ya perdimos.
- Si po Turito, es injusto esto, si yo hubiese sabido que venía Usted
me quedo con la vieja en mi casa.
Turito se quedó pensando y se adentró al campo de juego.
Segundo tiempo por empezar, Turito se acerca al creador de Chorizo
Mecánico y le pidió que levantara el balón sutilmente. –No hay problema,
Turito, como diga usté’. Pito y brazo al aire, tal cual se le había solicitado
el mediocampista esculpió un globito con el balón. Turito que venía desde atrás
pateó la pelota con toda su fuerza. Las barras miraban hacia el cielo tratando
de ver donde estaba el esférico sin obtener resultado alguno. Pasaron casi 45
minutos hasta que un fuerte zumbido llamó la atención de todos, con gran
velocidad la pelota bajaba en dirección al campo de juego. Cuando finalmente el
balón toco la superficie de la cancha el árbitro declaró el fin del segundo
tiempo. Empate a uno.
Todos le agradecieron a Turito su acto tan honorable, finalmente
disfrutaron de un asado de proporciones dantescas; tanto deportivo La Batalla
como Chorizo Mecánico.
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