jueves, 12 de abril de 2012

En mi esponjosa nube

Salí de mi caverna y me subí a una nube para poder ver mejor el mundo, si se toma distancia de las cosas las perspectivas de análisis se hacen más lúcidas.
Desde arriba me sorprendí, con algo de estupor pude percibir que en general las personas eligen entre dos opciones.
Hay quienes optan por vivir vidas tristes y apagadas, en profunda tristeza y con escaso sabor. Se quedan en un soso lugar que llena sus espíritus a medias.
Otros, en cambio, ponen el peso del mundo sobre sus hombros y siempre portan una sonrisa en su bolsillo. Se les hace muy fácil sacarla, pulida y brillante y usarla para entregar la mayor de sus energías a los demás.
También están los que deciden tener vidas planas, equilibradas y sin grandes contratiempos. Automatizan las decisiones y coartan hasta cierto punto su libertad con tal de no tener que pasar por el proceso de decidir tan a menudo, hacen las mismas actividades y profundizan en ellas durante cuarenta, cincuenta o más años.
Algunos hacen lo opuesto, borran lo que han escrito, salen de las pautas previas, inventan y reinventan cada día sus formas de vivir y sus actividades. No se sabe con ciencia cierta donde vivirán mañana, en que disposición estarán sus muebles, de que color serán sus cuartos, como irán vestidos.
Muchos hay que no se preocupan del bienestar de sus prójimos, de los sentimientos que sus actos provocan en los demás. Van haciendo el mal y no están pendientes de las consecuencias de sus actos. Dañan, rompen, destruyen, destrozan todo lo que a su paso encuentran.
Una porción existe que practica la empatía, el amor, el cariño y la comprensión de forma intransigente y sin excepción. Hacen el bien cada vez que pueden conscientemente ejecutarlo, rigen su vida por el derecho a hacer el bien. Crean y construyen casi en juego.
Hay otras diferencias entre los colectivos mencionados, que para quien las experimenta son casi tan importantes como las que antes han sido señaladas. Vistas desde arriba son detalles, pero el humano común y corriente las siente en la profundidad de su ser como pilares vitales.
Tomar una u otra bebida cola, Mac o PC, ventana o pasillo, el equipo azul o el blanco, una pasta dental u otra.
Aunque claro, hay matices. Hay ocasiones en que las posibilidades de elecciones son mayores, las alternativas se multiplican. Pero generalmente las cosas son dicotómicas, A o B y nada más.
Bajé de mi nube y me mezclé con los demás, recordé que en más de alguna ocasión he elegido un polo y tiempo después me reubico y acomodo a 180 grados de donde estaba.
La felicidad es el producto que uno consigue a través del moverse por la vida desde un sitio a otro, si en algún momento permanecemos estáticos, quietos, o nos dejamos estar probablemente se esfumará entre nuestros dedos. Es algo así como una cinta de correr, vemos la felicidad al final pero no podemos detenernos pues la caída sería estrepitosa. Hay que acostumbrarse a la velocidad (variable a fin de cuentas) y aumentar la resistencia en la carrera. Podemos correr más lento, mas no es recomendable detenerse. El tiempo, el dolor, las heridas me han hecho darme cuenta de esto.
Pido disculpas sinceras y sentidas a todas aquellas personas a las que he provocado algún mal momento cuando mi alma se ha posicionado en el sitio del eclipse, cuando me he alejado de la luz para sumirme en la profundidad de las sombras. Por ahora seguiré corriendo.

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