lunes, 9 de abril de 2012

Trance

- Necesito mínimo veinte, no puedo hacer esperar más a los clientes.
- ¿Trajiste el papel?
- Claro, y acuarelas nuevas también. Veinticuatro colores a tu disposición.
- Que lindas! Azul cobalto, siena tostado, negro azabache…Todos lo colores que me gustan, muy bien hecho.
- Necesito stencils, ese formato tiene buena salida.
- Coté, ayer nada más te entregué quince. ¿Qué pasó con ellas?
- Se venden Señor, se venden. Estoy haciendo bien mi cometido. –Cerró el ojo con aire coqueto. A Ariel le gustaba cuando ella cumplía su parte del trato, nada más que decir; se puso manos a la obra.
- Trata, por favor de hacer algo en tonos verdes. Hay alguien a quien le encanta lo que has hecho, pero no disfruta del azul.
- ¿Lo conozco?
- No, pero él a tí si, le he hablado mucho de tí.
- Ajá.
No perdía de vista el encuadre  y seguía lanzando los primeros trazos gruesos y hoscos en el papel. Su intención era hacer piezas con aire oriental, la idea era volver al origen que le había atraído de la pintura, la simpleza compleja de las imágenes bien equilibradas.
- ¿Te acuerdas de aquélla fila en el supermercado?
- No.
- Pesado, sí te acuerdas. El día que nos conocimos.
- No.
- Tú habías ido a ver una obra de teatro a ese monstruo de centro cultural cerca de tu casa y te pedí por favor que pusieras mis cosas con las tuyas por que la caja ya estaba cerrada.
- No. – Y en verdad si recordaba los detalles, podría haber rememorado todo pero estaba concentradísimo en lo que estaban creando su manos, ahora portentosas y prolíficas en el arte. Coté y él habían tenido algún tipo de relación “amorosa”, hacía mucho tiempo. Lo que hoy los unía era algo meramente profesional, al menos así Ariel pensaba. Meterse en la cabeza de Coté habría dado otros indicios.
- Pásame un pliego del block grande, voy a empezar otro mientras ése se seca. – Se veía serio, contemplativo, meditativo. Las clases que había tomado para efectos de relajarse estaban surtiendo efecto en su mente.
- ¡Aquí está!
Manos a la obra de nuevo los dibujos adoptaban formas circulares concéntricas de gran significado para él, lo calmaban y el mirarlas le transmitía gran paz.
- Buen manejo del pincel, eres mucho más rápido que cuando empezaste.
 Ariel no respondía, estaba físicamente allí. Mentalmente a años luz de distancia.
- Hare, Hare…
- ¿Qué dices?
- Krsna, Krsna…
- ¿Estás cantando?
- Hare rama, Hare rama…
- No entiendo… - A Coté solía sucederle, rematar cualquier cosa con un sonoro no entiendo, rara vez Ariel le explicaba algo, sobretodo si estaba ocupado con más de una cosa.
Ariel extendió la mano y Coté le entregó otro pliego de papel en el acto.
Esto se repitió una infinidad de veces durante el día y hasta cuando el sol se marchó.
- Voy a tomar algo de la cocina.
- Ra ma da sa sa se so hung… -Coté lo miraba con tentación de risa, pero aguantó estoicamente la exigencia interna de lanzar una carcajada.
Ariel tomó una pausa y fue dando detalles a cada pintura, una a una hasta que comprobó que los resultados obtenidos eran perfectos. Luego las agrupó y las contó.
- Señorita manager, aquí están pulcras y bellas. Son en total treinta y seis; de las más hermosas que en mi vida he logrado hacer.
- Es un estilo simpático, sin duda religioso. Mandalas, diagramas representativos budistas, hinduistas o jainistas. Macrocosmos y microcosmos unidos a través de una figura. Creo haber leído sobre esto en introducción, me gustaba ese ramo.
Eso es lo sorprendente de Coté, cuanto menos parece saber, entender, ponderar o conocer sobre algún tema en particular la probabilidad de que te soprenda aumenta exponencialmente.

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