miércoles, 11 de enero de 2012

Relación clandestina

Sentía un cúmulo de emociones ambiguas, hasta contradictorias. Por un lado un agrado enorme de poder verlo después de tanto tiempo, de tener la oportunidad de conversar y recordar los viejos tiempos.
Sin embargo, tampoco podía ignorar que estaba en cierto punto nerviosa, la ansiedad de la espera (aún cuando era breve) la tenía muy agitada.
Ella había llegado hacía unos cinco minutos, nada más. Usualmente se hacía ver en los lugares de encuentro algunos minutos antes de la hora acordada, eso le permitía estudiar el sitio durante algún tiempo, escoger bien el lugar donde ubicarse, reconocer el área y sobre todo aclimatarse, ya que era de su total disgusto sentirse incómoda en algún lugar. Así, ella sentía total seguridad y, por lo tanto, le era más fácil soltarse.
En cambio él no solía utilizar este tipo de estrategias, para él el arte de la improvisación era un ejercicio exquisito. Entre más desconocido le resultaba algo, más a gusto se sentía y más a gusto hacía sentir a los demás.
Eso podía recordar ella de él, la verdad el tiempo no había pasado en balde y de su último diálogo lograba esbozar un par de palabras y un solemne te quiero gritado a la distancia por él sin pudor alguno.
Intentaba forzar su memoria cuando sintió una mano conocida en su espalda. Finalmente él había llegado.
- Silvia, estás bellísima! No has cambiado nada.
- Tú también estás muy guapo, Marco.
- ¿Hace mucho rato que estás aquí?
- No mucho – contesta ella con cara de extrañeza.
- Menos mal, no tengo reloj y como la tarde estaba muy agradable decidí caminar un rato y bueno, se me pasó la hora.
Esa inconsciente falta de interés y su siempre obvia distracción era lo que despertaba en ella el cariño tan grande que sentía por Marco. Silvia estaba aún muy ligada a aquél hombre que tenía al frente, según parecía su vínculo se mantendría por siempre y a pesar de las constantes barreras contra las que debían luchar para verse a escondidas.
Pasó por su mente el como estarían las cosas en casa, a esa hora más de alguien habría notado su ausencia. Rara vez tardaba más de media hora en llegar a casa después del trabajo.
- ¿Silvia?- Marco notó la falta de concentración en el aquí y el ahora.
- Disculpa, estaba pensando.
- ¿En qué?
- En todo el tiempo que ha pasado de la última vez en que nos vimos, en todos lo proyectos que teníamos en mente. En que aún ambos estábamos solteros.
- ¿Realmente fue hace tanto?...
- Si, ahora desearía de verdad no haberme apartado de ti. A veces creo que lo mejor habría sido seguir viviendo juntos. Fue una época muy linda, escaparnos de nuestras casas y arrendar ese pequeño departamento. Nada nos faltaba.
- No te pongas triste ahora es más difícil vernos, pero eso no significa que no te quiera y que no podamos en un futuro hacer muchas cosas los dos. Eso si, sin que tu madre sepa, la Sra. Es un poco pesada a veces.
- Eso no es mi culpa, tonto, yo no la escogí.
- Punto a favor tuyo, totalmente cierto.
- Tu padre tampoco es lo que se llama un retrato de la simpatía.- dijo Silvia con una sonrisa cálida en su rostro.
- Otro punto a tu favor- añadió Marco, que nunca ocultó que desde que tenía memoria sentía un puñado de emociones negativas por ese señor.
- ¿Te acuerdas de la cara que puso tu padre cuando nos fuimos a vivir juntos? “Esa niña no ha tenido una buena crianza, es cosa de mirar a su madre, una loca, una desvergonzada”. Que yo no tenía ningún tipo de destino siendo mi padre quien me criara, que no tenía ningún destino siendo hija de una actriz.
- Recuerdo muchas crueldades, ¿pero realmente quieres hablar de ellas? – Marco encendió un cigarrillo.
- No…por supuesto que no, pero estoy un poco confundida. Te he extrañado demasiado y no sé por donde empezar a contarte las cosas. Mi esposo… No sé.
- Tranquilízate, si hay dificultades sé que podrás solucionarlas…
- Es que te he echado tanto de menos, las cosas se daban de maravilla entre nosotros. ¿Acaso me vas a decir que nunca has soñado con volver a vivir juntos?
- Emmmmmmm, bueno para serte franco lo he imaginado un par de veces. Pero sería imposible. Silvia, tú sabes lo que piensa mi madre de ti y como se pone cuando algo se le mete en la cabeza.
- Es cierto, no nos dejaría solos jamás, estaría entrometiéndose en todo.- Silvia comenzó a mirar el reloj.
- ¿Estás segura de que quieres hacer esto? –espetó Marco.
Era su estilo, dejar la libertad suficiente para que la decisión no fuera forzada. Ambos habían estado planeando esta salida a escondidas durante largo tiempo, postergando compromisos, adelantando reuniones, cancelando ciertas actividades.
- Claro que si, ¿acaso te arrepientes? Ninguno de los dos debe echar pie atrás ahora. Esto no tomará más que un par de días.
- Te quiero mucho Silvia, pero debes pensar en el alboroto que se va armar en tu casa.
- No seas tan melodramático, volveré y nada los hará darse cuenta. Tengo todo planeado, querido.
- Ojalá así sea, quiero pasarla bien contigo. Pero me pregunto como reaccionará tu esposo.
- Relájate, yo me cuidaría más de tu señora esposa.
Ambos sabían la complejidad de ser eventualmente descubiertos. Ninguno era bien visto en la familia del otro. Tanto Silvia como Marco estaban conscientes de que sus encuentros (aún cuando fuesen fortuitos) no eran bien vistos a los ojos de la madre de Silvia ni tampoco del padre de Marco, ellos además habían sido la fuente de suspicacia en sus respectivas parejas.
- Tú cuídate de mamá. De que se separó de papá que su humor es un desastre.
- Está controlada, a propósito ¿cómo ha estado papá?- preguntó Silvia con un aire compasivo.
- Dedicado a sus cosas de abogado, tiene poco tiempo para dedicarle a su nueva esposa.
- ¿Es tan joven como mamá decía?
- Un par de años mayor que yo.- contestó Marco
- Es una lástima que las cosas hayan sido así, que se hayan separado, que nos hayamos tenido que largar de casa para vivir juntos y tranquilos. Que tuviéramos que volver y decidir irnos uno con cada uno, es decir, que nos hayan separado. Te he necesitado mucho hermano.
- Silvia, mi bebé, mi preciosa hermana. No te pongas triste, disfrutemos este fin de semana y las cosas que nos traiga.
Marco la abraza con gran cariño y demostrando que está dispuesto a protegerla por siempre.
- ¿Playa o campo?
- Playa – Responde Silvia, dando unos pasos como de niña, casi unos saltos juguetones.
Y así se fueron en busca de un fin de semana como los de su niñez, cuando vivían bajo el mismo techo y su relación no era clandestina.

No hay comentarios:

Publicar un comentario