Estando ya retirado le encantaba jugar los fines de semana a encontrar
frecuencias perdidas. Mi abuelo, con sus sofisticados equipos militares de
telecomunicación, captó esta transmisión a principios de la década del ’60.
Originalmente en ruso, era una voz femenina que recorrió todo el abanico de
emociones posible que un ser humano puede experimentar:
Cinco,
cuatro, tres, dos, uno.
Base.
Cinco,
cuatro, tres, dos uno.
Entren.
Entren.
Hace
calor, hace calor.
Respirando
oxígeno, respirando oxígeno.
Hace calor,
hace calor.
Respondan,
respondan.
La
transmisión comienza ahora.
Cuarenta
y cinco punto cincuenta.
Base,
base, base.
No es
peligroso?
Hace
mucho calor, hace mucho calor.
Contesten,
contesten, contesten.
Base.
Veintiuno
punto setenta y cuatro.
Respondan.
Hace
mucho calor.
Puedo
ver flamas, flamas alrededor.
Mucho
calor.
Me
estrellaré?
Cómo
debo transmitir?
Base,
base, base, base.
Se
quema…
Se
quema…
Volveré,
volveré.
Sube la
temperatura.
La señal cesó y unos tres minutos después, en otro canal de onda corta,
se percibió claro un mensaje de S.O.S dirigido a todo el mundo. Por la
orientación y cambios de altura evaluados con efecto Doppler era posible concluir sin gran probabilidad de error que ambas
transmisiones tenían por origen el mismo satélite. El S.O.S. se extinguió de
pronto, sugiriendo que el emisor desapareció de forma súbita.
El día Lunes las radios informaron que la Unión Soviética reconocía la
explosión de uno de sus aparatos al entrar en la atmósfera terrestre. No
obstante, no se hizo mención alguna a si estaba tripulado, ni menos por quien.
Dos años y fracción más tarde, el 16 de Junio de 1963 y a bordo de la
Vostok 6, se proclamaba a la soviética Valentina Tereshkova como la primera
mujer en el espacio.
No fue la primera en salir, pero si la
primera en volver a salvo.
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