sábado, 18 de abril de 2015

Mega Star

La noticia recorrió todo nuestro circuito como un reguero de pólvora, aunque debo decir que era cosa de esperar el lamentable resultado. Todos estábamos al tanto de que iba a suceder de todos modos.
Le habían expulsado de la banda que hacía años había formado y que era para él todo en la vida, ninguno de ellos era ya el mismo personaje crédulo y campesino que llegaba a la ciudad en busca de una oportunidad. Sus personalidades se habían forjado, su carácter formado, pero él parecía no envejecer.
Me enteré por un llamado telefónico de Estela, a altas horas de la noche.
- Simón, necesito que vengas de inmediato a la Hacienda, Matías acaba de tener un accidente. La ambulancia viene en camino.
- Voy ahora mismo, ¿tú estás bien?
- Un poco alterada, vénte ya.
Y así fue, sin anestesia ninguna. Cuando llegué a la casona que Matías poseía en las afueras de la ciudad vi muchas cosas alarmantes. Lo primero fue una pira de objetos quemándose en la entrada del lugar pude distinguir algunos de los instrumentos más queridos por él, sus discos, su ropa, muchos libros.
Al fondo del sitio se oían gritos de mujer agudísimos, mientras intentaba averiguar el lugar exacto de su origen Estela salió llorando de la casa y me abrazó con los brazos temblorosos. Durante un lapso muy largo no supe que decirle y permanecimos así, en silencio total. La tranquilidad del cuadro fue interrumpida en el minuto que vi a un sujeto sospechoso intentando colarse a la casa. Salí en su persecusión pero no pude alcanzarlo. En su alocada carrera botó una cámara de fotos, yo la conocía pues con ella tomé todas las fotos de las vacaciones.
Estela se acercó a mí y casi me susurró al oído: - Matías murió, los paramédicos dijeron al llegar que no había nada que hacer.
Una sensación de pena gélida me transminó de principio a fin, no se la recomiendo ni al peor de mis enemigos.

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