Tiene su casa, es cierto. Tiene su auto, que saca muy poco del
cobertizo pues no tiene a quien visitar. Tiene sus diplomas y certificados que rellenan las paredes.
¿Dinero?, tiene el que le permite vivir sin aflicción alguna. Casi se le forma una sonrisa al pensar que hace diez años no poseía nada, pero era más
feliz que hoy.
Ya no es lo mismo despertar, ya no existe la misma gana. Hay cosas que
lo sacan mentalmente de ese silencio y de esa apatía, pero cada vez hay menos
personas con quien compartirlas.
Se rasca la cabeza y pone a calentar el agua, hay que tomar desayuno
tal cual lo ha hecho siempre; tardándose quince minutos. El diario, siempre
esperándole en la puerta de la casa.
Pone los audífonos en sus orejas y escucha el programa matinal de
noticias mientras pone llave al portón. Caminar unos cuantos pasos hacia el
paradero, no le gusta ir en auto hacia el trabajo pues hay más problemas que
otra cosa cuando lo hace. Y todo está tan caro.
Ya ni sabe si es Martes, Miércoles o Jueves, a la final da igual.
Sube al bus en estado de shock, anestesiado y con la mente anquilosada.
Sabe que treinta y cinco minutos más tarde deberá recuperar la conciencia.
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