viernes, 27 de febrero de 2015

Memo, Memo, Memo

Podría no estar contando esto. Podrías estar contándolo tu, Memo.
Estaba tirado en la cama con la media caña. Sonó el teléfono y no lo quise oír. Sonó el teléfono y no quise contestar. Finalmente lo hice.
- Chico, vamos al campo, ¿te animas?
- Nooooooo, nica. Estoy hecho pebre. Mucho carrete.
- Pero en el camino duermes la mona. El Turco va a manejar, te sientas de copiloto; el asiento para atrás y duermes. Va también el Charlie.
- No, Memo, de verdad. Voy a andar super fome. Tengo sueño, me duele la cabeza.
- Ya mira, te doy una hora a ver si te prendis y te pasamos a buscar. ¿vale?
- Vale.
Me quedé dormido, no supe más. Desperté al otro día y habían un par de llamadas tuyas. Disqué…nada. Volví a llamar. Gesto clásico del Memo, taimarse y no pescar.
El Lunes me contaron del choque. Que ibas en el asiento del copiloto cuando el auto chocó con un camión que se salió de la pista y traspasó el bandejón central. Me llamó la hermana del Turco, cuando estaba en el taller de un amigo. Me puse a llorar a la antigua, con moco y baba.
Primero culpé al sol y a la alergia del verano, claro si era Febrero y los plátanos orientales se pusieron a botar sus porquerías de semillas. Febrero de 2012, 26 la fecha.
Me acordé de tus locuras, de tus tonteras. De tu manía de hablar como tontito cuando te ponían una grabadora enfrente. Pasa cuando uno no le pone nombre a los DVDs, después ni se acuerda uno de que cosa grabó en ellos. Y apareciste de la nada contando un chiste largo y fome, desafiándome a contar otro más fome.

Tal vez, quizás, quien sabe, en una de esas podrías haber sido tu el que estuviera extrañando a un muerto en la pantalla aunque sea un cómico malo.

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