jueves, 8 de mayo de 2014

El viviente

Cuando el viviente oye su nombre, rara vez es para conversar con él.
Llaman al de las manos de bronce, ese que maneja el viento y corta el aire con sus habilidosos dedos dorados. Ese infante al que le gusta jugar con las escalas y que de la nada saca el sonido puro y prístino de las cañas indómitas.
Evocan al de las manos de madera que construye y devuelve la vida a la carne desamparada. El olvidado sujeto que yace en un rincón manipulando herramientas se luce con la seguridad de una muñeca privilegiada y una paciencia de monje oriental en plenitud.
Saludan al de manos encordadas y uñas manchadas de tierra. Ese que nutre las trillas, las misas, y exprime de su terruño algo que hace siglos fue depositado en su casta. Para admirarlo, para exigirle los rescate y los mantenga a salvo de la vorágine moderna de ruido y concreto.
Entablan conversación con el hombre con miembros de alma. Al étereo personaje lo disfrazan de oráculo y acuden a él en busca de la panacea de la vida misma. Su cabeza está hinchada de tanto acumular discursos similares.
Invocan al hombre con las manos de fábula, ese que puede recordar todo detalle sin complicación e hilvanar historias con hilos de seda. A ese artífice y hechicero de la imaginación que con alquimia única convierte palabras en sonrisas, palabras en gozo, palabras en alegría.
Quieren saber del hombre con las manos de tinta. Ese que arma rompecabezas y multiplica las realidades con método asonante y consonante, ese que de a poco salió de las tinieblas. Ese que en la celulosa plasma inquietudes necesarias del pasado y del futuro, pues carece de presente.
Pero al viviente nadie lo extraña. El viviente ni siquiera recuerda cuando fue la última vez que alguien le preguntó como estaba sin caer en un mero formulismo de cortesía. El viviente está allí entre la multitud, pero las manos las tiene atadas y no ha logrado liberarse desde hace varias eras. El viviente da demasiado y recibe nada a cambio. El viviente es el sostén de todo y de todos; pasa desapercibido y es ignorado. 
El viviente es inocente, el viviente no desconfía, el viviente sabe quien es y no le afecta el tiempo. El viviente está tranquilo sabiendo que no ha cometido errores, por el contrario, ha sido guiado por el amor y la paz. Algún día, cuando todas las manos estén muertas tal vez persona alguna hablará del viviente con hermosos adjetivos.

4 comentarios:

  1. Vegetta mini mi, necesito un guitarrista eléctrico pirotécnico para un proyecto novedoso. No tengo facebook y se me perdieron los números del teléfono y te tapizé el mail, no te he podido ubicar. Te pillé con google. Mándame un mail.

    Besitos.
    Turco.

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  2. Esto de las casualidades causales. Te invoqué! Ayer me estuve acordando de tí porque fui a ver a González y los Asistentes. Tengo ganas de tocar como en otros tiempos, enchufado a la máquina de hacer boche. Ya te escribí al mail si que sigamos en contacto por ahí, hay harto que conversar.

    Un abrazo enorme,
    Atte. Loncho.

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  3. Patrañas, no tengo na.

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