Mientras tomaban el té conversaron primero,
pero luego el tono comenzó a subir y, sin saber nadie como, se armó una
discusión de aquéllas.
- Eres tú siempre el que me limita con tus
miedos, el que no se atreve a más. Te miro y a veces me da la sensación de que
no ambicionas nada.
- Muy por el contrario, solamente pasa que soy
más conservador que tú. No es que no ambicione, solo me tomo mi tiempo.
- ¿Y cuánto más va a ser?, ¿Hasta cuando voy a
tener qué esperarte? Antes eras más intrépido y tomabas las decisiones con
mayor rapidez.
- No es relevante el hacer las cosas a lo
tonto, hay que pensarlas bien. Si fuera por ti cada día habría que dedicarse a
algo distinto. Se te ocurren mil proyectos y hay que tratar de ir
consolidándolos bien. Hay que mantener la cordura.
- Esas son excusas tuyas, has hecho que pierda
muchas cosas por tu afán de quedarte en tu zona de comodidad, yo soy bien
diferente y a esta altura ya deberías saberlo. Siento que me conoces bien poco
y además, que ni siquiera te importa. Exígete un poco más.
- ¿Qué no ves lo mucho que me exijo? Cada día
para mí es una lucha conmigo mismo y una batalla a sangre fría contigo. Es un
estrés constante.
- Que pensamiento más femenino el tuyo,
supéralo. Mírame a mí, por mucho que las cosas se vean mal ¿Me has visto
preocupado? Jamás, todo lo podemos resolver en la medida en que me dejes tomar
las riendas a mí, tu reinado ya se acabó. Déjame a mí las decisiones y verás
como todo irá mejor.
- Puede que tengas razón, el miedo en
ocasiones me llega pero a ti parece no afectarte.
- Tu trabajo podría ser uno mejor, tu familia
tendría un mayor bienestar. Si no fuera por tus dudas conoceríamos muchos más
lugares y gente interesante. Sobre todo, y sé que es un golpe bajo, ella no se
habría marchado si no fuera por tu culpa.
- No hables así, ella tomó un decisión y a la
larga me consta es mejor para ambos.
- ¿Para ambos? No seas egoísta, y mucho menos
estúpido. Tú la forzaste a marcharse y buscar otros destinos. Ella te amaba,
pero a mí más.
Hubo una gran pausa en la conversación, el
silencio inundó el frío departamento. Ambos se conocían muy bien, toda una vida
conviviendo y a pesar de poder anticipar con total precisión como actuaría el
otro, seguían sin comprenderse.
- Te falta carácter, te falta fuerza,
vehemencia. Eres un llorón.
- Soy calmo, soy previsor. Y además no tengo
por que estarte dando explicaciones. Por favor no discutamos más.
- No voy a quedarme mirando como tiras nuestra
juventud con miedos idiotas, de ahora en adelante ni siquiera te voy a
preguntar. Cuando no sepamos algo no voy a permitir que nos congelemos y
quedemos bloqueados, aunque sea sobre mis hombros te voy a llevar y te voy a
mover. Vamos a atrevernos a más.
- Voy a dejar que lo hagas, principalmente por
que no te he dado espacio y he tratado de anularte sin resultado. Si logras
algo mejor de lo que yo hice, te felicito.
- Guárdate tus felicitaciones y cuando estés
feliz ni siquiera hagas reparo en eso. Disfruta la vida, pedazo de imbécil.
Y yo, que soy testigo y parte de esta conversación
sé que en el futuro volverá a repetirse, mas no sé cuando. Son los conflictos
que tengo dentro, son las voces internas propias que aparecen y me hacen ver
que de ese hermoso pastel que es la vida he tomado muy pocas piezas. Son esas
peleas a muerte que tiene el instinto de búsqueda del placer y ese que sólo
quiere morir. Freud lo planteó, aunque en mi parecer con ciertos errores básicos.
Soy dos caras de una misma moneda, que perdió
el valor a causa de querer aumentar su precio.
La estructura es rara--------Tienes ideas sorprendentes----Beso.
ResponderEliminar¿Nos vemos en clases?
Elisa
En realidad la idea no es mía, surgió en una conversación con alguien. Este texto se me había traspapelado, tiene casi dos años.
ResponderEliminarY claro que nos vamos a ver en clases, acuérdate además que me debes un sandwich.