lunes, 18 de septiembre de 2017

Magic moments

Cuando abrí los ojos estaba en esa antigua casona patronal en la que viví unos cuantos años. De inmediato me causó extrañeza ver que estaba casi nueva, los muros recién terminados de estucar, el techo pulcro y con ese olor pertinaz de lo recién pintado, los pisos encandilaban por lo brillante del parqué acabado de vitrificar.
Para terminar de asombrarme abrí una ventana. Ninguna otra vivienda alrededor, solamente árboles frutales. Mis ojos se dirigieron al lugar donde recordaba el granero (viniéndose abajo a pe-da-zos) para ver que los cimientos del mismo estaban recién siendo instalados.
El tractor, que otrora fuese objeto de nuestros juegos por su irreversible inmovilidad, desafiaba las leyes de la inercia en su desfile continuo en las chacras; dejando surcos perfectamente alineados.
Iba a salir al patio cuando apareció mi tía por una puerta que, cuando viví en la estancia, llevaba décadas clausurada. Dijo que había una nada nimia bestia rondando la casa y que era necesario matarla; ninguna cana sobre su cabeza, ninguna arruga en su rostro, la piel blanca y sin manchas de ninguna especie.
Puso en mi mano un par de herramientas para cumplir con tal misión. Acero afilado y reluciente.
Le vi en el fondo de la habitación.
Sorprendente criatura con cuerpo de lobo sin ser lobo, cabeza de rata sin ser rata, cola de perro sin ser perro, ojos de gato sin ser gato, lengua de serpiente sin ser serpiente, pelaje de zorro sin ser zorro, alas de águila sin ser águila, garras de oso sin ser oso, voz humana sin ser humano.
La criatura en vez de incomodarse con mi presencia parecía aceptar el desafío a muerte que mi gesto le insinuaba.
Perry Como cantaba Magic Moments mientras intercambiábamos golpes, patadas, llaves, mordidas, rasguños y arañazos.
Cuando, por fin, atravesé su cabeza con algo similar a una guadaña, empezó a echar espumarajos por la boca y sufrir convulsiones. Maldecía en varios idiomas e intentó buscar escapatoria de forma infructuosa. Con un ruido gutural se despidió de la vida, desapareciendo por completo.
Solo el extraño sonido que emitía permaneció como un eco en la amplia sala de adobe.
Era una especie de quejido.
Quejido que, al despertar, me di cuenta lo emitía yo mismo al haberme dormido sobre mi brazo y estar ahogándome con el y la almohada.


https://www.youtube.com/watch?v=5t_PDU5RmBw

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