sábado, 2 de septiembre de 2017

Cábala

Hasta que se adjudicó ese pijama de color naranjo radio-activo no había experimentado a fondo la comodidad.
Llegó a casa y durmió las escasas horas que le resultaban imprescindibles en medio de semanas creativas cuando se centraba en llevar a papel sus ideas y transformarlas en novelas.
Ese calor, esa energía que sus dedos desprendían del teclado las atribuyó de inmediato al efecto de sus nuevos hábitos, de esa genial armadura que había encontrado en ese mercado ignoto. Tantas veces había evitado esas vitrinas y escaparates.
No tenía idea de que, en la compañía de aquel cabalístico objeto lograría terminar 37 obras; hoy, clásicos de la literatura.

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