sábado, 20 de agosto de 2016

Variaciones del sueño LXXIII


No estoy vivo, tampoco estoy muerto. Simplemente estoy. ¿Dónde?, no lo sé.
Veo mi cuerpo desde lejos, está tal cual lo dejé. Hacían años ya de que empecé a deambular por todo sitio.
Abdón y Paloma me hablan y me hablan.
No oigo lo que dicen, no lo entiendo, no comprendo sus palabras ni tampoco el porque las están hoy hilando frente a mí.
Siento que mis pies se deshacen, dejo de sentir las piernas, el estómago se me vacía, los brazos se hacen aire y finalmente mi cabeza y mi conciencia se esfuman.
Mi sensación de no tener cuerpo cesa, abro los ojos y empuño la katana con seguridad.
Estoy de vuelta y debo matar a estos osos repugnantes y gigantes que se quieren abalanzar sobre mí. Soy más joven que mis hijos y, aunque menos poderoso, debo defenderlos y protegerlos de estos enemigos a los que no pude derrotar cuando aún no se habían inflado.
Muchas eras han pasado, ni siquiera reconozco el campo de batalla.
Cuando exterminé a los osos, solo en ese momento pude explorar la tierra como otrora lo hiciese.

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