domingo, 11 de octubre de 2015

Testamento


A pesar de haber ido varias veces, el llegar al lugar siempre me producía sensaciones encontradas. Seguía el camino de forma automática y siempre pensando en muchas cosas, en el futuro, en la familia, en mí y, obviamente, en lo que el Tata significaba para todos.
Cuando finalmente estuve en frente de él me saludó de la manera en que acostumbraba desde que yo era pequeño: - ¡Hola, campeón!- me dijo, como si realmente no pasara nada y estuviese en el living de su casa.
- Hola, respondí. - ¿Te has aburrido mucho? – En su sala habían cinco personas más, todos hombres y con la común característica de haber sido militares. A esas alturas sabía gran parte de sus vidas, me habían contado muchas historias y dado grandes consejos.
- No, siempre hay que mantener el ánimo y saber sacar lo positivo de las cosas. Me han enseñado mucho de medicina en estas tres semanas.
Así era él, jamás escuché de su boca alguna queja. Todos le queríamos por ello, era muy sabio, siempre escuchaba y daba el aliento necesario para enfrentar cualquier inconveniente. Era muy fuerte.
Me tranquilicé luego de hablar con el un rato, una conversación sin temas densos, sin exabruptos. Seguía recordando fechas, lugares, me preguntaba por como estaban algunos de mis tíos y de mis estudios.
Viendo el cielo oscurecer creí preciso irme a casa, le pedí disculpas pues no podría visitarlo tan seguido como lo había hecho hasta la fecha ya que debía de irme a estudiar fuera de la ciudad y además responder a un ajetreado calendario de actividades musicales al que no podía decir que no. Dijo: - No es motivo de preocupación, entiendo que estás haciendo cosas importantes y es un orgullo el que estés representando a la familia en todo momento. Eso sí, no te puedes ir sin tocar algo.
Pensé en que dirían el resto de las personas hospitalizadas, pero cuando vi sus rostros me di cuenta de que aprobaban la idea también, saqué mi viola de sus estuche como lo había hecho cientos de veces durante varios años, sin embargo, ahora el ritual tenía una connotación especial; estaba tocando para mi abuelo.
Elegí con cautela la pieza a interpretar, me decidí por Bach ya que sus melodías tienen un grato sabor a canción de cuna e irradian tranquilidad, pensé que era necesaria en el lugar y les haría muy bien a todos. Me esmeré por hacerlo lo mejor posible, la música fluyó por sí sola de principio a fin. Estaba en algo así como un trance cuando los aplausos me sacaron de ese estado, algunos me felicitaron y otros le dijeron a su “General Chico” que su nieto tocaba muy bien.
- Mi nieto no más – dijo mi abuelo a los demás señores que compartían sitio con él.
- Gabriel, espero que sigas adelante con las cosas que estás haciendo. También que cuides mucho a tu hermano y a tus primos, sé que seguirás un buen camino y estoy feliz por eso, cuando me pase algo…
- ¡Tata! – Interrumpí de inmediato, pues el tono de su voz era algo trágico.
- Déjame terminar, cuida a tu abuela y visítala seguido. Ténle paciencia, está bien mañosa la jefa. Quiero también que proyectes siempre y donde vayas las cosas que he tratado de enseñarte, a veces me he equivocado como padre y sé que debí prever algunas cosas. No sé si haya tiempo para resolverlas, pero eso queda en manos de Uds., a ti y a tus primos encomiendo la tarea de que la familia se mantenga unida.
- Tata, no me digas estas cosas que suenan a despedida. Voy a venir a verte luego, quédate tranquilo que nada malo va a pasar y sé que te vas a mejorar. Ya habrá tiempo para hablar con mis primos y mis tíos. Los médicos han dicho que estás bien y no creo que haya complicaciones, son profesionales muy buenos.
Realmente me habría gustado estar en lo correcto, pero la verdad no era mucho lo que sabía de los diagnósticos y en caso de tomar decisiones sólo sus hijos se reunían a debatirlas.
- Es posible que me mejore, todo se puede si están las ganas. Eso sí, los matasanos a veces se equivocan. La verdad estoy un poco cansado, me gustaría dormir. Además es tarde y no es bueno que su Mamá se preocupe. Déjame darte un abrazo.
Me acerqué, me abrazó con gran energía y me dijo al oído: - Estaré contigo donde quiera que vayas; nunca te rindas sin antes darlo todo, no lo olvides.
Estreché su mano con la mayor fuerza que pude. Él me enseñó que eso demostraba valor, energía, templanza, honor e integridad a aquél que recibía el saludo.
Se acostó de nuevo, mientras cantaba un tango de esos que tanto le gustaban y con los que me despertaba cuando me quedaba a alojar en su casa.
Me quedé husmeándolo desde la puerta. No se durmió como dijo que lo haría, seguía pensando. No parecía inquieto, más bien estaba resignado a que estaba frente a un problema que no podía solucionar.

Una de mis tías me contó cuando llegué a casa de mis abuelos que a ella le había dicho en el hospital que no tendría las fuerzas suficientes para pasar Marzo y que quería pasar sus últimos días en su casa.
Me sorprendió mucho el haber escuchado eso, ignoré el comentario y no le di importancia, lo había visitado hacía un par de horas y se veía muy bien. Aún así, sentí cierta inquietud al ver el calendario, la fecha señalaba el día primero del mes.
Decidí dormir, debía viajar a matricularme a una ciudad lejana, el viaje no me resultaba de lo más agradable y mucho menos si se trataba de uno que tenía por objetivo realizar trámites burocráticos.
Hice el equipaje, lo justo y necesario para pasar dos días fuera y volver a casa. Mi principal preocupación era que no iba poder visitar a mi abuelo durante esos dos días, hasta la fecha no me había ausentado ninguno aunque tuviera cosas importantes que hacer.
Salí temprano de casa, conseguí un pasaje a buena hora por lo que arribé temprano a destino. En la Universidad nada nuevo, ningún conocido, papeleos simples y expeditos. Por ello fui inmediatamente a comprar mi pasaje para el otro día lo más temprano posible. En la agencia me dijeron que el primero salía cerca de las ocho. Con despertarme a eso de las seis y media tendría tiempo suficiente para tomarlo luego de dormir, además podría ir a ver al Tata durante las visitas de la mañana, mejor aún había ahorrado un día de estadía.

Alguien me llamaba, estaba confundido y no sabía si estaba soñando. Desperté por completo, me incorporé, vi la hora en mi reloj: apenas las cinco de la mañana.
Golpearon la puerta y me informaron: - Gabriel, tu abuelo falleció a eso de las dos de la mañana en su casa. Convenció a tus tíos de que lo llevaran allí, según el médico no hay razón médica aparente que lo explique.
Hasta en la última visita que le hice no dejó de tener razón, para mejorar hay que estar motivado a hacerlo, la medicina más avanzada puede errar a veces.
Tuve el privilegio de haber sido el último en conversar con mi abuelo cuando estaba aún lúcido, en haber podido escuchar sus postreras enseñanzas y sentir la tranquilidad de que siempre me acompañará y estará conmigo; en definitiva de haber recibido su testamento.
Estabas en lo correcto Tata, todo tiene solución menos la muerte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario