martes, 22 de septiembre de 2015

La gitana

En busca de algo indeterminado, sin rumbo aparente salió de casa. Era la perfecta estrategia que había inventado años atrás para dejar la rutina en pausa y además esquivar las obligaciones que su trabajo independiente exigía.
Caminando por allí había comprado algunas cosas para la casa, los típicos útiles de aseo para el baño, algunos víveres para lisonjearse viendo las viejas películas de las que tanto gustaba, un par de revistas sobre los temas que le interesaban en este momento de su vida. No obstante, estos pequeños objetos inertes espabilarían su mente por pequeños instantes. Las cosas importantes no parecían, en lo más mínimo, estarse gestando en su vida.
No poseía la capacidad de silenciar su mente, siempre que caminaba por la ciudad iba pensando en miles de cosas, sobretodo en lo que habría pasado si hubiese tomado otras decisiones. Siempre había querido poseer la habilidad de saber que sería del futuro sabiendo las condiciones que tenía el hoy.
- Paisano, ¿dónde queda la Posta Central?
- Debe seguir un par de cuadras por Alameda, va bien en esta dirección. Cuando llegue a Portugal debe ir en dirección norte, unas cuatro o cinco cuadras.
- Gracias muchacho, dame tu mano para decirte que tiene el destino para ti.
- No creo mucho en estas cosas, en verdad.
- No ponga en duda los poderes de los espíritus, ellos siempre le van a ayudar.
Y así la discusión seguía, la gitana insistía. Le decía que no le cobraría peso alguno, que tenía clara la mala fama de las personas de su condición, que no dudara, que ella era distinta y le gustaba hacer el bien al prójimo.
- Pasa que Ud. es muy desconfiado, eso no está mal, pero yo tengo cosas importantes que decirle. Lo hago por su gesto amable y sincero, paisano.
- Bueno, está bien, pero trate de no ser demasiado detallista.
- Paisano, no se preocupe, yo conozco mi oficio. ¿Está preparado?
- Creo que sí.
La gitana comenzó a decirle que la soledad en que estaba sumido no era para él, que se armase de valentía y comenzara a enfrentar los procesos y las vivencias que le correspondían.
- Es que Ud. paisano, según aquí veo, ha hecho muchas cosas pero no se ha enamorado de ninguna. Y tampoco lo ha hecho de mujer, una persona de su edad que no conoce el amor, no conoce la vida.
- ¿Cómo puede saber eso?
- Joven, nosotras podemos saberlo todo. A veces no lo decimos, pero siempre lo sabemos. Basta con mirarlo a Ud.
Y la gitana continuó, y continuó acertando. Alexis reaccionaba con estrépito a las palabras de la mujer, a pesar de ser bastante escéptico con el tema veía como era desnudado, analizado y aconsejado por el peculiar personaje que le había abordado.
Comenzó a impacientarse y a otear a su alrededor desconcertado, Alexis sentía como las miradas de los transeúntes se clavaban en su rostro.
- Ud. sabe lo que tiene que hacer y las cosas que ha dejado de lado por tratar de satisfacer a los demás. Pero Ud. ¿dónde queda?, ¿está feliz? Yo creo que no muchacho, le falta amor. Y Ud. podría ser un rey, créame. No deje de sonreír y sí, haga eso en lo que estaba pensando cuando despertó hoy. Ponga su energía en eso paisanito.
- ¿Y qué pasa si no hago lo que me está diciendo?
- Yo ni lo pensaría paisano, de ser así su vida estaría en peligro, créame. Acuérdese de los suyos, de sus hijos, de su esposa. No huya de su pasado.
Y así continúo la gitana hablando, el sol estaba ya poniéndose y ella no parecía cansada ni nada similar. Por el contrario, no tomaba pausas en su discurso.
- Bueno paisano, ya no tengo mucho más que contarle. Ud. me ha caído bien y quiero que tenga un buen futuro. Recuerde lo que le dije que haga en cuanto llegue a su casa. No se vaya a olvidar, es importante.
- Gracias, cuídese.
Alexis no entendía del todo bien las cosas, luego de despedirse de la gitana trató de buscarla en la multitud de forma infructuosa. Parecía haberse desvanecido. Vio el reloj y se enfadó por haber perdido tanto tiempo, comenzó a cuestionar las cosas que le había dicho la mujer. Apuró el paso y siguió pensando en las palabras de la gitana, todo le parecía absurdo, sin son ni ton, se dijo a sí mismo que eran puras patrañas.
Abrió la puerta y al intentar encender la luz el interruptor lanzó una ráfaga de chispas, sintió el choque recorrer su cuerpo. Las palabras de la gitana quedaron en el olvido, a tientas y en la oscuridad total buscó algo con que generar luz y calor a esa hora de la noche. Olvidó que había cambiado algunos muebles de lugar en su departamento, se dio cuenta cuando impactó con ellos y perdió el equilibrio. Recordó el rostro de sus hijos y que también hacía meses que no los llamaba ni tenía noticia de ellos, ahora que yacía en el suelo se arrepentía de haber quitado el teléfono para no ser molestado.
Semi consciente tuvo algo parecido a un sueño, veía a sus niños jugar en un gran parque y se veía a sí mismo caminando de la mano de su mujer. De eso hacían muchos años y mucha distancia se había generado entre ellos. Había sido un mal padre y lo sabía, por primera vez en todo ese lapso quiso cambiar las cosas.
Cuando intentó reincorporarse, uso el barandal de la ventana como apoyo, mas este se quebró al instante y Alexis salió disparado por la ventana. Nuevamente vio la cara de sus hijos y recordó la recomendación de la gitana, llamarlos. Era verdad, a su vida le faltaba amor, pero era muy tarde recapacitar sobre sus acciones ahora, cuando le quedaban escasos metros para estrellarse contra el suelo.

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