martes, 5 de mayo de 2015

¿Por qué?


Impresiones de hombres y acontecimientos, relatos de la edad de oro, el modernismo con su hambre luminoso por apropiarse del conocimiento, las fábulas de antaño puestas a servicio del sujeto actual, los estilos narrativos de todo pulso y ola, territorios ignotos en el vasto campo de la literatura. 

Todo es menester, todo es un combustible a la creatividad indómita que me domina, ese regalo diabólico o divino (no puedo precisar su origen o ámbito moral) del que no soy dueño. No hay nuevo material, nada nuevo bajo el sol. 

El tiempo es limitado y debo aprender, debo leer, debo pulir, debo retener, debo hurtar migajas de material inexplorado que han dejado los colosos en sus sendas zigzagueantes. No soy un genio, nunca lo he sido ni lo seré a futuro. Ni siquiera un personaje, con suerte seré una anécdota y una pequeña nota en algún libro especializado, una enciclopedia o algún diccionario al que le quede espacio por rellenar. 

Aún así, mientras me quede tinta, papel o algún sucedáneo proseguiré en mi tarea, trazaré mi destino, limpiaré mi energía y absolveré mis cuitas escribiendo. 

Escribiendo y escribiendo.

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