domingo, 28 de diciembre de 2014

Inquietud

Este medio usualmente lo empleo para crear realidades nuevas o llevar la realidad que vivo a márgenes fantásticos inauditos. Rara vez escribo sobre cosas del cotidiano. No obstante, siempre hay excepciones. Me preocupa de sobre manera en este instante la escasa posibilidad que tenemos de desarrollarnos a nivel espiritual, la casi inexistente probabilidad de conocer la sabiduría y la virtud cara a cara. Para que decir conocer a Dios, es más difícil aún. Es una tarea maratónica y desafiante.

De la esperanza de vida con que cuenta un ser humano en promedio, debemos descontar todos los años dedicados a la educación formal (donde estas materias rara vez se abordan y de hacerlo se realiza de un modo bastante pobre, a lo más mediocre), las horas de sueño, de alimentación, de ocio, de transporte y, obviamente, las dedicadas a obtener algún tipo de estipendio que permita vivir.
Efectuando el cálculo a la rápida sucede que somos efectivamente dueños de menos de un tercio de nuestras vidas, el cual muchas veces se nos escurre de las manos buscando recursos de gran valor en este plano y que no en todos los casos garantizan siquiera un buen pasar o la felicidad.
Mi objetivo de vida en este plano es ser feliz (y hacer felices a otros), mentiría si postulara otra cosa; pero adicionalmente mis acciones se orientan a ser una persona virtuosa. Lisa y llanamente cumplir con la regla de oro, argumento tan conocido y pocas veces practicado: Ama a tu prójimo como a ti mismo.
No es fácil, para nadie lo es. Dudo ser un personaje especial en este sentido y creo que jamás lo seré. Trato de confiar en quien se cruza en mi camino, trato de dejar la egolatría de lado, soy mucho más propenso a pedir perdón de lo que hace algún tiempo era, hago lo que está a mi alcance para superarme. En esta vida y como trampolín a lo que empieza cuando esta acaba.

Aún así, mi corazón está perturbado. Me preocupa que todos esos esfuerzos no sean suficientes para no condenarme al infierno eterno.
Los aviones se caen, vivo en un país sísmico, la comida y la mayoría de las cosas que bebemos tienen algún grado de alteración artificial nociva a la salud, soy peatón la mayor parte del tiempo, habito en una comuna de alta tasa delictiva; por mencionar solo algunos factores de riesgo.
La muerte está cerca y me ronda, me ha mostrado su rostro en más de una ocasión.
De fines del año 2011 a la fecha he sido raptado, he atropellado 5 veces distintas con lesiones de variada índole, vi el cuerpo inerte de una novia flotando sobre el agua, me han golpeado en la calle por razones que aún no logro descifrar, he estado a punto de que me disparen por confundirme,  vi como a un púber de no más de quince años le quitó la vida a otro muchacho un poco menor, me han amenazado de muerte, he sufrido accidentes vasculares leves, he vivenciado el suicidio de amigos que fueron pilares de mi adolescencia y un largo etcétera que no vale la pena detallar.

He tratado de resarcirme de antiguos rencores y sanar heridas latentes en relaciones con personas que fueron importantes para mí, reparar errores horribles que cometí con la musa que más me inspiró, he aprendido a llevarme bien con los niños y he puesto mi energía a servicio de purificar mi alma y de aportar en las vidas de quienes me rodean.
No sé si estoy menos lejos de la virtud espiritual, no puedo precisarlo y sería demasiado soberbio emitir un juicio.
Si la vida en este plano acaba pronto, espero comprendan que mis malas acciones fueron fruto de falta de experiencia o información. Nunca quise causar daño y/o dolor a nadie. Pido perdón si así fue.
Dios me ampare y mi espíritu esté preparado para ser juzgado.

Mi testamento ya ha sido firmado.
Me encantaría que me despidieran sin llanto y con una rueda de canto a lo divino.
Mi último deseo es que mi epitafio rece: “No me juzguen muy severamente”.

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