Ya iban casi unas cinco semanas, pero no le habían querido contar para
no ser una interferencia en su proceso creativo. El libro tenía un plazo de
entrega, y ella al verlo allí tan concentrado sacándole música a las teclas de
la máquina de escribir creyó que lo mejor era no tocar el tema hasta que la
publicación viera luz.
No descansó bien por varios días, pero era bueno verle con tanta
energía. A veces una pausa para tomar una sopa instantánea, menos a menudo para
un café de tarro. Y continuaba.
Ella no sabía sobre qué escribía él.
Ella alguna vez le dijo que no le gustaba leer; por eso él solamente le
preguntaba cuando era estrictamente necesario sobre la sonoridad de algunas
palabras o si aparecía algún percance ortográfico que no pudiera resolver por
sí solo.
El libro avanzaba y avanzaba en su desarrollo, lo mismo que el niño que
ella albergaba en su vientre.
Cuando recibió la noticia su reacción fue clara, felicidad total.
Cuando recibió la noticia su reacción fue clara, felicidad total.
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