Meditaba.
Oí el sonido de la katana siendo desenfundada, aunque lo había escuchado
miles de veces y me era tan familiar, esta vez me produjo un miedo tremendo. Mi
vida y la de los niños pasó por mi mente en milésimas de segundo.
La meditación me dejó en extremo adormecido.
Tomé la opción de pelear.
Esperé el movimiento y cuando cortó el aire a mi espalda lo evadí, casi
por un pelo o pelo y medio.
Ante mis ojos estaba Abdón, armado con su katana y la mía.
Poco podría haber hecho de no ser por Marta que apareció en la escena
lanzando rayos con sus dedos.
Entre la confusión logramos huir, no sé por cuanto más podamos huir.
Entre la confusión logramos huir, no sé por cuanto más podamos huir.
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