Resolver esa maraña…nuevamente.
¿Quién provocó el caos?, ¿La misma tarea otra vez?, ¿Cuántas veces le
habían sometido a la misma presión?
Un cuento de nunca acabar…
Lo más difícil era decidir por donde empezar, era la parte que más le
costaba.
Tratar de planificar los movimientos no era algo cómodo para un ser
impredecible y de energía tan explosiva.
Ya lo había hecho tantas y tantas veces, tal vez hasta acostumbrado
estaba; no obstante, no podía darse el lujo de pensar en esto como un acto
rutinario.
Debía ser muy cuidadoso con el primer movimiento, el primer movimiento
era vital.
Nunca perder de vista el cable, primordial punto. Respirar, evitar la
ansiedad…tomar aire.
Sentirlo en el pecho le daba control, se sentía más seguro.
Cuando se decidía nadie le podía detener, era el mejor en estos
asuntos.
Las primeras veces en que tuvo que enfrentarse a este problema era poco
delicado en la fuerza a aplicar. Por eso fue que requirió ayuda en más de una
ocasión y, por gracia divina, pudo concluir la tarea con éxito y sin
complicaciones materiales.
Y es difícil practicar, estas cosas no se simulan. Se va en serio o no,
y cuando sucede el tiempo corre de otra forma, el sudor se apodera de ti, las
manos tiritan.
La experiencia que se gana en la cancha fue conformando su soltura y la
suavidad de sus movimientos. Sin duda, era mucho más certero que en otras
épocas.
Una mano a la vez. Cualquier error podría pagarse caro. No distraerse.
Un simple pestañeo puede tener consecuencias funestas…
El tiempo corre…
El tiempo corre...
El tiempo corre…
El tiempo corre...
No hay placer más precioso que haber terminado, que estar en paz y
saber que no es el fin de un proceso, sino el principio de algo más grande e
inexplicable.
Habiendo desenredado los fonos, por fin pudo encender su radio
portátil.
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