lunes, 6 de mayo de 2013

Reflejo



Cuando era pequeño escasamente hablaba, en el colegio nadie le oyó jamás responder con tono inadecuado, insultar a un compañero, o decir alguna tontería. En realidad Claudio no hablaba salvo que le pidieran su opinión directamente. Como no decía malas palabras y sus comentarios eran de lo más amables y conservadores todos le tomaban por un niño bastante simpático y caballeroso.
Sus calificaciones eran excelentes y rara vez se le veía perdiendo el tiempo. Su horario estaba dedicado casi por completo a aprender y estudiar, a estudiar y aprender. Si se le preguntaba de cualquier asunto era difícil no encontrar como mínimo alguna noción y contexto confiable. Si no sabía sobre algún tema Claudio dejaba que le hablaran con soltura, obviamente para aprender.
En su familia lo apreciaban bastante también, a la primera orden hacía lo requerido por su interlocutor de manera precisa e inmediata; sin chistar como tenían por práctica sus primos.
La hora de comer era agradable también, jamás dejaba bocado ni hacía escándalos de ningún tipo y esperaba con paciencia a que todos los adultos se levantaran para él proceder a hacer lo mismo.
Visitar la habitación de Claudio también era un gusto. Todos sus juguetes y artículos de uso personal estaban en perfecto orden siempre. Si había un lugar donde la entropía no podía penetrar era en ese lugar.
La presentación personal también era un ámbito en el que el muchacho destacaba. Los zapatos siempre brillantes en grado extremo, las camisas totalmente pulcras y sin mácula (cosa que no cambiaba al transcurrir el día) siempre dentro de los límites impuestos por su pantalón. Tenía cierto garbo también, algo que le hacía sobresalir con respecto al resto. Una estampa de suficiencia, a pesar de que su edad no sobrepasaba de los doce años inspiraba gran seguridad y tenía un halo de madurez como si ya hubiese vivido mil cosas.
A Claudio no le faltaban los amigos, ya fuera por que lo veían como demasiado inteligente y por ello como buena compañía y buen salvavidas en caso de emergencia académica; o bien por que en realidad era agradable compartir con alguien que sí sabía escuchar. Aún así muy pocas personas lograban internarse en el corazón de Claudio, que hablaba muy poco de sí mismo. Consideraba una falta de respeto hacia los demás el contar sus problemas, o bien su espíritu era tan puro que no los tomaba en cuenta como tales.
Pero Claudio tenía muchos miedos, el principal era a su padre quien reaccionaba de las formas más insólitas ante el comportamiento suyo y de su hermano. Pasaba mucho tiempo en casa, pero compartía escasamente con ellos. Era un ser duro y distante que imponía disciplina con carácter y fuerza de ley a dos mocosos que no daban problema de ningún tipo.
A Claudio le provocaba culpa el no poder aproximarse más a su papá, aunque el tipo era agresivo activa y pasivamente, Claudio lo estimaba mucho.
Pero pasó un tiempo y la admiración que sentían sus amigos por Claudio se transformó en envidia. Los demás ya no se le acercaban a preguntarle, ya nadie quería invitarlo a su casa por que era raro alguien tan correcto y con una moral tan firme. Era un tipo serio y fome.
Con las mujeres no era un éxito tampoco, ¿Quién iba a fijarse en alguien totalmente carente de ego?, ¿Quién querría tener de pareja a alguien que está más preocupado de los demás que de sí mismo?
Y así fue que Claudio se fue encerrando, primero para no molestar, luego para no tener que esforzarse por conversar con gente que no lograba entenderlo. Se fue llenando de los miedos que su padre le contagió y se alejó de todo mundo. Los libros lo devoraron a él, que poco a poco se miraba al espejo y veía el reflejo de su padre en vez del propio.

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